El sonido del despertador me despierta de mi sueño. Apago ese maldito aparato ruidoso con torpeza mientras hago fuerzas para levantarme. Ahora mismo no recuerdo ni quien soy, ni donde estoy ni que año es. Sin embargo un vistazo a mi alrededor hace que todos mis recuerdos vengan de golpe. Me levanto intentando encontrar las ganas de disfrutar de este nuevo día ya que me van a obligar a ir a clases quiera o no. Tras ducharme y cepillarme los dientes agarro mi mochila para irme. Sin embargo en mi camino soy detenida por la mujer rubia de ayer. Esta me mira de arriba a abajo, casi juzgándome.
—Entonces, ¿tienes todo?—Pregunta la mujer mientras apunta algo en una libreta.
Me miro a mi misma para asegurarme de tenerlo todo. Tengo mi uniforme, no he tocado mi mochila a parte de sacar el periódico ayer. Creo tenerlo todo, asiento lentamente mientras miro a la mujer incómoda. Esta no parece confiar en mi respuesta.
—¿Incluso el desayuno para el recreo?—Abro los ojos como platos al no haberme dado cuenta de algo tan obvio.
—Ah... Justo eso no.—Avergonzada, bajo la cabeza. La mujer se va caminando, los pasos que da con sus tacones suenan por todo el lugar.
Pasan unos dos minutos hasta que la mujer vuelve con un zumo de piña y un bocadillo envuelto en aluminio para guardarlo. Meto ambas cosas en un espacio de mi mochila, en un bolsillo distinto a donde tengo mis libros por si acaso. Ya lista para irme, me dirijo a un paso rápido a la parada de autobús. El resto del viaje es bastante aburrido, siempre evito el contacto visual con la gente a menos que me sienta obligada a hacerlo. Esta vez trato de evitar sentir que me están observando y trato de estar con mis propios asuntos. Creo que es lo mejor que puedo hacer para no pensar demasiado sobre como el resto me está observando. Una vez que bajo del autobús, camino hacia el instituto, ignorando a la gente de mi alrededor. Son solo alumnos de otros cursos o clases, no son gente que yo sea capaz de reconocer.
Una mano golpea mi espalda suavemente, provocando que suelte un pequeño grito de la sorpresa y me gire al instante. Se trata de Echidna, quien se ríe al ver mi reacción. Ya sé que su nombre es realmente Inna, pero quiero considerarla mi amiga en el fondo aunque ella no lo sepa.
—Muy gracioso, Inna—Respondo irritada para luego seguir mi camino a clase.
—¡Oh, vamos, debes de admitir que ha sido gracioso!—Me da otro pequeño golpe animado en la espalda.-Y no hace falta que uses mi nombre, puedes llamarme Echidna.
—De acuerdo.—Asiento sonriendo levemente. Si me deja llamarla por su apodo, es porque me considera su amiga.
Llegamos a clase y nos sentamos en nuestros asientos. El resto de alumnos aprovechan que la profesora no ha llegado todavía para hablar entre ellos. A decir verdad, me molesta la cantidad de ruido que hay en este sitio. Demasiadas voces hablando me ponen muy nerviosa. Me giro a ver como le va a mi amiga, quien juega un poco con su cabello celeste mientras espera a la profesora. Debería de hablarle un poco, pero ahora me doy cuenta de que no he tomado mi pastilla. Abro la mochila y saco el bote de pastillas con sigilo, en silencio saco una pastilla y lo vuelvo a guardar todo. Miro la pastilla un segundo para ver si es la correcta o me han dado otra nueva. La tomo sin problemas, tragándola al instante.
—¿Y esa pastilla?—Me pregunta mientras me mira de reojo, ha estado más atenta de lo que esperaba en un principio.
—Es... Para el dolor de cabeza.—Digo mientras hago un gesto para señalar a mi alrededor.-Hacen demasiado ruido.
—Ah, pues la verdad yo estoy acostumbrada al ruido.—Me contesta mientras saca un estuche lleno de lápices.—Toca matemáticas, así que saca una libreta.
Obedezco sin rechistar. Saco una libreta y un estuche para estar lista. He tenido suerte de que me haya creído esa mentira. Aún no quiero decirle para que son realmente las pastillas. No tengo problemas con mentirle en la cara si logro no cavar mi propio agujero. Es mi primera amiga que puedo considerar real, por lo que no quiero perderla por mi estupidez. La profesora viene y empezamos la clase. Nos entregan nuestro libro de matemáticas para empezar las lecciones. Por suerte para mi, mates se me da bastante bien. Es una asignatura fácil cuando tengo toda mi atención puesta en los cálculos. Bendita pastilla que me ayuda a concentrarme un poco mejor, si no fuera por ello estaría tardando horas en hacer estos cálculos tan simples. Termino los ejercicios con facilidad y levanto la mano para que la profesora corrija mis deberes. Todos resultan estar bien, como me esperaba. Pero siento de nuevo la mirada de Echidna clavándose en mi.
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Ruido Interior
JugendliteraturUna chica llamada Eva ha vivido su vida en un centro especializado en controlar enfermedades mentales. En el centro intentan investigar con los niños con problemas psicológicos como ratas de laboratorios. Su mayor creación es una medicina que parece...