Después de pasar el fin de semana perdiendo el tiempo con Ralph, Jake y Sers y teniendo un montón de temas de conversación con Fer, que teníamos muchas cosas en común, para mi sorpresa; llegó el día en que estrené mi uniforme para asistir a clases. Fer me llevó a mi salón, y nuevamente, pero como esperaba, no conocía a nadie en ese lugar. Decidí sentarme en la última fila, esperando el ridículo momento en que el profesor me presentara al grupo, pero jamás sucedió. Ese profesor era un inadaptado, simplemente se dedicaba a coquetear con una chica, muy buena que estaba por cierto y a tirarse unos selfies, vamos tío, respétate un poco.
Me puse a mis aires, y con esto me refiero a que me quité mis zapatos, como extrañaba los zapatos que mamá me compraba, horribles sin lugar a dudas, pero tan cómodos como los zapatos de Dios, si es que usa. Decidí dejarme el blazer porque tenía un poco de frío, a pesar de la calefacción. A partir de ese momento, me entretuve observando a mis compañeros, debo decir que al menos seis chicas estaban como para casarse con ellas, incluyendo a Sarah, la chica que flirteaba con el profesor, pude escuchar su nombre de unos tres estúpidos que se encontraban a mi derecha, hablando del Instagram, del gimnasio, de que se habían tirado a no sé cuál tía, pero que la tal Sarah era imposible, -aunque no pareces estar muy interesada, ¿qué haces ahí, con el profesor zopenco? -pensé, mientras la observaba, -quizás necesitas algún que otro favor, ¿te va mal académicamente?, ¿necesitas dinero?, no, esta escuela ya es de por sí bastante costosa, si fuera eso, el lujo de estar aquí, no te lo podrías permitir.
Esta vez miré hacia el frente y observé a una chica la cual, y si mi vista no fallaba, se encontraba metida en esas ridículas páginas de internet, de las cuales un montón de imbéciles pagaban un montón de pasta para poder ver a la chica por directos, si, menuda manera de derrochar dinero, pero que decepción, -tú no me engañas, muy guapa de cara y todo, pero ese cuerpo, es que pareces un ortoedro, joder, según escuché, tu nombre es Mirian, Mirian ortoedro, a partir de este instante- pensé mientras imaginaba el rostro de esa panda de tarados al ser cruelmente estafados. Casualmente, la noche anterior, platicando con Fer de mujeres, o de la vida en general, me había contado que un amigo le había conseguido una especie de cita, con una chica que el tampoco conocía, al menos no en persona. Al principio todo parecía andar bien, buenas conversaciones por WhatsApp, y según las fotos que ella le enviaba parecía ser bastante atractiva, jo, qué decepción se llevó el día que quedaron, dice que no era ni por mucho lo que le habían vendido, que no hallaba la manera de encontrar una excusa para largarse, pero bueno, en un final terminó acostándose con ella, cosas que pasan, me imagino.
La mañana pasaba más lenta que nunca, ya ni siquiera me molestaba en observar a mis compañeros, inclusive dormir se me hacía imposible, joder, que mierda de día. Definitivamente, quería irme, ¿pero a dónde?, es jodidamente insoportable llegar nuevo a un lugar y no tener a alguien con quien hablar cualquier estupidez. De repente, y pareciendo que Dios había notado lo incomodo que me sentía, un chico, se acercó a mi mesa y sin presentarse me preguntó: -¿acaso crees que todo acaba en el momento que morimos?-. En ese momento juro que tuve ganas de pedirle que se marchara, no me interesaba en absoluto hablar sobre eso, pero no lo hice, mi estado casi deprimente de soledad en esos momentos me lo impedía, así que, usando mi más elevada faceta de pensador, le respondí:
- Creo que vivimos creando recuerdos con otras personas, uno deja de existir en el momento que es olvidado, por ende, siempre que vivas en el corazón de alguien, sin importar que hallas dejado de existir en este plano material, nada habrá acabado…pero si lo que quieres escuchar es mi opinión sobre la vida más allá de la muerte, realmente no sabría que decirte, supongo que lo descubriré algún día.
-Eres algo raro, -me dijo, ¿raro yo?, ¿quién es quién va por ahí preguntando a desconocidos su opinión sobre la muerte?, pensé- pero eres diferente a todos ellos, son solo unos cascarones vacíos que desperdician su vida vagando por el limbo prematuramente.
Inconscientemente, sonreí, ¿es que acaso este tío fuma algo extraño antes de venir a clases?. No obstante a eso, decidí presentarme: -Mi nombre es.
-Michael Day, lo sé,- me interrumpió- me dio curiosidad el hecho que teníamos dos nuevos ingresados para esta aula, así que revisé los expedientes del buró del profesor principal.
Este tío me está tocando las pelotas de una manera incalculable, pero bueno, uno no se le presenta diariamente la oportunidad de conocer a alguien tan extravagante, pensé. En lo que siguió la conversación hablamos de temas más raros, como por ejemplo que la razón por la cual estudiaba en Greenhills era porque tuvo que dejar su antiguo colegio porque se había hecho viral un video suyo masturbándose, que tío más guarro, pensé. Pero según pasaba el tiempo terminé acostumbrándome, no estaba mal del todo, sabía de un montón de buenos libros, los cuales en su tiempo libre se dedicaba a comprar en viejas y ocultas librerías, cuando le mencioné los libros que me gustaban y que tenía, sus ojos brillaron más que una fogata rodeada de campistas. Sus filmes favoritos eran los de Tim Burton, y algún otro material donde la oscuridad fuera el mayor exponente. Más tarde, y aunque ya no parecía importar, descubrí que su nombre era Raynolds, en sí, lo más relevante era que no parecía ser un típico emo gótico, más bien, era una persona bastante normal pero que se encontraba perdido, ¿quién soy?, ¿qué es lo que quiero?, podría estar seguro eran las preguntas que reinaban en su cabeza.
A decir verdad, charlamos y nos reímos como si hubiéramos sido colegas de toda la vida o como si no hubiéramos tenido una buena conversación en años, en fin, terminado el supuesto horario de clases, decidimos ir juntos a almorzar en la cafetería, quería encontrarme a Ralph, a Jake, a Sers o a Fer para presentarles al ganador del premio Nobel de lo extraño. No exageré cuando dije que merecía tal condecoración, esto se me reafirmaba camino a la cafetería, cuando Raynolds me presentó a uno de sus conocidos, tenía unos ojos enormes y nariz de sapo, me hizo pensar que el director de Viernes 13 lo hubiera elegido para interpretar a Jason, si este no usara máscara. Obviando esto, tenía una pinta de no haberse duchado en días, este chaval daba un montón de asco y como si fuera poco y para ponerle la tapa al frasco, tenía en su antebrazo el tatuaje que era por mucho, el más cutre que mis ojos habían apreciado acompañado por sus respectivas cicatrices de cigarros apagados en la piel. No hablamos mucho, quizás porque él se limitó a decir hola, quizás porque no me apetecía mucho conocerlo.
Una vez en la cafetería, quedé sorprendido, estaba mucho mejor de lo que esperaba. Había un montón de mesas para cuatro y otras cuantas para seis, en su mayoría reservadas para los estúpidos deportistas y las chicas que creían que por tener más de mil seguidores en Instagram, eran todo un personaje. Para tener una idea de cuán grande es Greenhills, te bastaba con observar la enorme cantidad de estudiantes que tranquilamente almorzaban, por no decir que otra gran parte almorzaba en el campus y otros ni siquiera lo hacían, para mi decepción ni uno de los cuatro estudiantes que en verdad me interesaban, estaban por los alrededores. Pude observar más de veinte canchas de comida, pero realmente podías tomar libremente ese día, unas pechugas cocidas de pollo y alguna que otra ensalada, según Raynolds, el resto de las pastas, purés, carnes y postres debías comprarlas, cosa que me pareció muy hipócrita e injusta, la propia escuela creaba una discriminación con este simple hecho.
No había comido mucho más que tres porciones de mi almuerzo cuando se acercó una chica que estaba en mi salón: -Sabía que eras tú, Raynolds- dijo.
-¿Qué quieres?- preguntó Raynolds
-Quedé para almorzar con la chica nueva y al parecer andas en las mismas con el nuevo, ¿por qué no se nos unen?
Verdaderamente la chica se pasaba de agradable, ni siquiera se presentó y simplemente me llamaba el nuevo, que genial. Raynolds me preguntó que me pareció la propuesta y siendo sincero, quería conocer a la persona que como yo, tenía la dicha de ser nuevo ingreso, joder, que irónico sonó eso.
La chica, tan serena como la luna, nos esperaba en la mesa a la que nos había conducido Rebeca, la maleducada, que para mí decepción, compartía el nombre de mi madre. Una vez allí quedé impactado por la chica, y no es que fuera guapa, más bien porque me recordaba a alguien que fue, en algún momento, muy importante para mí.
-Hola, Alice, quiero decir, mi nombre, me llamo Alice- dijo poniéndose de pie.
-Alice te presento a Raynolds, un patán de nuestro grupo pero que es buena persona y el otro, también acaba de llegar recientemente, ¿cómo me dijiste que te llamabas?- dijo Rebeca, refiriéndose a mí, en esos momentos estaba empezando a detestarla.
-Soy Michael Day, es un gusto conocerte- no sé por qué, pero nos dimos la mano y quizás fueron cosas mías, pero sentí que hubo alguna conexión.
El resto de nuestro almuerzo se caracterizó por tener de anfitrión a la incomodidad de la falta de confianza. Para ser exactos, jamás existieron más de tres comentarios, uno era explicando que Alice no había asistido hoy a clases porque se decidió su salón a última hora, la incompetencia de los que dirigen, pensé, el otro comentario fue el peor chiste que había escuchado en mi vida, como era obvio, una obra maestra de Raynolds. Una vez todos habíamos terminado, me despedí y me marché, tenía muchas cosas en mi cabeza.
De camino a mi habitación, entré a unos de los lavados del corredor principal. El recuerdo que Alice me había despertado latía desenfrenadamente en mi cabeza: observé mi imagen en el espejo, tenía el cabello tan largo como la última vez que había visto a Amy, con esos asquerosos remolinos que tanto detestaba, en la parte donde el cabello dejaba de crecer para dar espacio a la frente. Amy, al igual que Alice, no era muy agraciada que digamos, pero algo en ella me encantaba. Nunca tuve el valor de decirle lo que sentía, aun sabiendo que ella sentía exactamente lo mismo por mí. Había tenido un mal día, debido a una discusión con mi padre, discutir con mi padre no me afectaba, ya estaba bastante acostumbrado, pero se había pasado, en aquel momento no quería saber de nadie, morir era lo único que necesitaba. Amy quería hablar conmigo, quería contarle un problema a la persona en quien más confiaba, -Todos tenemos problemas, déjame en paz- le respondí sin pensarlo, fue la última vez que la vi. Es cierto que todos tenemos problemas, pero la realidad era que comparado con los problemas de ella, yo solo tenía un juego de niños, la madre de Amy había fallecido, me enteré luego.
Me quité mis gafas para limpiarlas con mi pañuelo y me observé nuevamente en el espejo del lavado. Perdóname, pero ya tengo que superarte, pensé, mientras una lágrima corrió por mi mejilla.
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El soñador entre nosotros
Teen FictionMichael Day, es enviado por su padre a la universidad de Greenhills para concluir sus estudios, ahí empieza a ver la vida desde otro punto de vista