Después de colgar, la biblioteca quedó en silencio. Sólo se escuchaban los sollozos de Serena.
Darién se acercó a ella y la miró fijamente. Ella trató de ahogar su llanto, pero no pudo. Él tenía razón: Diamante la había traicionado. Había abusado de su inocencia y su ingenuidad. Y de su amor.
Él nunca la había amado, sólo la había deseado. Ya estaba casado, y había estado esperando a... -Desea que su esposa se muera -susurró ella en voz alta.
-Así es -dijo Darién tocándola suavemente en el brazo-. Vamos. Ha tenido un día muy duro. La llevaré a la cama.
Ella no ofreció resistencia cuando él la agarró de la mano para ayudarla a levantarse del suelo. Se estremeció al sentir el contacto de su mano y apenas tuvo fuerzas para sujetarse su maltrecho vestido con la otra mano. Estaba desfallecida. Le temblaban las piernas. Casi no podía caminar.
Lo miró mientras la llevaba por un pasillo oscuro, sombrío. Observó la crudeza de su expresión. Darién era completamente distinto de Diamante. Era despiadado y vengativo. Pero era sincero.
De repente, Darién la tomó en brazos y la apretó contra su pecho. Ella sintió una corriente eléctrica atravesando todo su cuerpo, como cuando la había besado en el avión.
Él no podía saber que ése había sido su primer beso ni que toda ella se estremecía ahora de deseo. De un deseo contenido durante veintinueve años de soledad.
Oyó el ritmo pausado de sus pasos sobre aquel suelo de mármol, que parecía mezclarse con el rugido de las olas rompiendo entre las rocas.
Volvió a mirarlo. Su expresión era cruel. Y, sin embargo la sujetaba con suma delicadeza. Había pensado en él como en una especie de demonio maligno, pero quizá no lo fuera. Tal vez fuese un ángel negro que había aparecido inesperadamente para salvarla.
Al llegar al final del pasillo, él empujó una puerta con el hombro. Luego, una vez dentro del dormitorio, la sostuvo con una sola mano, como si fuera una pluma, y encendió una pequeña lámpara con la otra.
El cuarto era espacioso pero austero y con un aire típicamente masculino, desprovisto de todo color. Las paredes eran blancas y la cama negra. Tenía unos grandes ventanales y una terraza con vistas al mar iluminado por la luna.
La sentó sobre la cama y la miró fijamente con sus ojos oscuros como la noche. Oscuros y llenos de deseo.
Ella supo que iba a besarla de nuevo a pesar de su promesa. Diamante le había demostrado que las promesas de los hombres no tenían ningún valor. Ahora Darién iba a poseerla sin piedad. Se haría dueño de toda la inocencia que ella había esperado dar sólo al hombre que la hiciese su esposa.
Pero ya no le quedaban fuerzas para luchar.
La empujó dejándola tendida sobre aquella enorme cama y comenzó a abrirle lentamente el vestido por arriba hasta dejar al descubierto su sostén de seda y la piel desnuda de su vientre. Ella sintió la fuerza magnética de su cuerpo sobre el suyo mientras la miraba con sus ojos azules y enigmáticos.
-Le... odio -dijo ella en un susurro, incapaz de resistirse.
-No necesito que me ame, sólo que me obedezca -replicó él con un rictus sensual en los labios.
Serena cerró los ojos, esperando que él le quitase finalmente el vestido, la dejase totalmente desnuda y la violase brutalmente sin compasión.
Casi no le importaba. Se sentía completamente perdida. Hacía apenas unas horas era una mujer idealista, romántica y soñadora. Ahora no era... nada.
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La novia raptada
FanfictionSi alguno de los presentes conoce alguna razón por la que este matrimonio no deba seguir adelante, que calle ahora o… Darién Chiba no se iba a limitar a protestar por la boda de Serena. Iba a secuestrar a la hermosa novia para llevarla a su isla pri...