Un deseo

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Por María de la Luz Rivas Padilla

Aquella hermosa tarde, sobre la rama de un gigantesco árbol, estaban dos gorriones observando un edificio que parecía abandonado. Entre hermosos trinos charlaban los dos amigos alados.

-Esto es extraño. En todo el tiempo de vida, no había visto yo algo así. El silencio que se respira en este lugar lo hace tan diferente. Hoy solo tú y yo nos escuchamos, acompañados únicamente por el sonido del viento al acariciar las hojas de este árbol.

-Es cierto, amigo. Pero yo pienso que es por lo que estoy viendo allá lejos. Ven conmigo a la rama más alta. ¡Qué horror! Parece una neblina verde azul fantasmal. ¡Es enorme! Y lo va cubriendo todo. ¡Con qué rapidez avanza! ¡Volemos más alto! El árbol que está junto a la puerta de la escuela será mejor. ¡Apúrate!

Cuando la sombra verde azul se acercaba, nuestros amigos gorriones ya estaban muy alto pero pudieron ver que esa neblina estaba formada por millones de criaturas monstruosas, con risas malévolas que buscaban la muerte de todo lo que tocaran. Se burlaban sin descanso porque, aseguraban que, su mayor triunfo era acabar con el aprendizaje, con la educación, con las escuelas. A los humanos solo les quedaba morir o vivir sin usar el cerebro.

-Vamos con fuerza, somos el mayor ejército del mundo. Pronto lo dominaremos todo. Nadie podrá entrar a una escuela, ni a un salón, porque estaremos aquí listos para causarles la muerte. Y como cerraremos todas las escuelas del planeta, todos serán cada vez más tontos, más flojos, más inútiles. Este lugar será nuestro.

Terminando de escuchar esas palabras, todas las criaturas microscópicas empezaron a cantar muy fuerte, al mismo tiempo, como si fuera una porra o un canto de guerra:

-Nadie podrá estudiar y todos fracasarán. Nadie podrá estudiar y todos fracasarán. Nadie podrá estudiar y todos fracasarán. Nadie podrá estudiar y todos fracasarán...

Nuestros amigos gorriones al escuchar todo esto, estaban temblando de coraje. Pero ¿qué podían hacer?

Vieron que había gente en la calle y eran cubiertos por esta neblina verdosa, pero ¡las personas no se daban cuenta! ¡No veían a estas horribles criaturas!

Se escuchaban estornudos, personas tosiendo, luego llanto en cada vez más hogares porque la muerte les había herido su corazón al quitarles a sus familiares. Lágrimas de dolor, sufrimiento en el alma, personas sin trabajo y muchos sin dinero para comer.

Mientras tanto las horribles criaturas se burlaban y festejaban el aumento de su triunfo.

Fue entonces cuando nuestros amigos gorriones tuvieron una gran idea:

-Ya sé qué hacer. Vayamos a la montaña. Si cantamos fuerte y con el corazón, el Gran Creador nos escuchará. Necesitamos ayuda.

Y así lo hicieron. Tardaron unas semanas en llegar a la cima. Estaba amaneciendo. El sol salía por la montaña. Nuestros amigos gorriones sabían que era el momento mágico en que podrían pedir y que se concediera su deseo. Entre trinos llenos de dolor dijeron:

-Gran Creador, tú eres bueno y amas tu creación. Nuestro único deseo es que a los niños no les importe que su escuela esté cerrada y tengan muchas ganas de aprender.

-Gran Creador, deseamos que cada casa se convierta en escuela, que los niños ahora aprendan más que antes, que puedan tener grandes conocimientos y convertir su planeta en un hogar donde todos vivan mejor. A cambio te ofrecemos nuestra vida. Somos tan pequeños y es tan grande lo que te pedimos.

Así sucedió. Los gorriones quedaron dormidos para siempre en la montaña.

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