»~• Capitulo 5 •~«

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______ acababa de sentarse a su mesa cuando Kyuhyun abrió la puerta que separaba los despachos. Parecía enfadado. Muy enfadado. ______ no se sorprendió. Había esperado dejar caer el último punto con la suficiente naturalidad para que no se diera cuenta. Aparentemente, había fallado.

—¡______ Smith! —dijo con rabia contenida—. A mi despacho. ¡Ahora mismo!

Oh, Dios mío. Estaba que echaba chispas. Sus fuertes facciones estaban distorsionadas y los labios que momentos antes le habían parecido tan sensuales se habían comprimido con rabia. Desde luego intimidaba.

—Desde luego, señor Cho—contestó con mucha calma mientras agarraba al cuaderno y el bolígrafo; entró en su despacho delante de él y segundos después se oyó el golpe de la puerta—. ¿Hay algún problema?

Kyuhyun se apoyó sobre la puerta, como para impedirle la salida.

Era tan alto y tan fuerte que ______ ahogó un suspiro. Como si pudiera escapar. No podría hasta que no completara su misión. Y eso iba a ser mucho más difícil de lo que había anticipado.

—¿Qué diablos es eso de buscarme una esposa?

—Ah. Eso.

—Sí, eso.

Ella se encogió de hombros.

—Estaba en su lista.

—Y un cuerno.

—¿Quiere que se la enseñe?

—Eso sería interesante, puesto que yo mismo la escribí. Y no puse nada de buscarme una esposa.

______ arqueó una ceja.

—¿Va a dejarme pasar, o tengo que hacerlo por encima de usted?

—Es la oferta más tentadora que me han hecho hoy —se relajó—. ¿Le gustaría probar?

Examinó la anchura de sus hombros y la potente musculatura que la camisa de batista azul apenas conseguía ocultar. El pensar en forcejear con un espécimen tan apuesto resultaba irresistible. Pero se controló a tiempo, recordando que su misión era buscarle una esposa, no satisfacer sus deseos terrenales.

Pero cuando ella puso la mano en el pomo, él le agarró la mano.

—¿Ve por qué trabajar juntos no funcionará? —Kyuhyun le preguntó en voz baja—. Usted también lo siente, ¿verdad? No podía negarlo. Al igual que tampoco podía negar la sensación que le provocó el roce de su mano áspera y fuerte. Hacía tanto tiempo que un hombre no la tocaba; hacía tanto que no experimentaba deseo.

Muy despacio, levantó los ojos y lo miró.

Entonces Kyuhyun la soltó y fue hacia su mesa.

—Vaya a por la lista —le soltó.

Por primera vez en su vida, o más bien en su muerte, a ______ le costó caminar sobre sus tacones de cuatro centímetros. Con mucho cuidado de no caerse, llegó hasta su mesa y buscó la lista.

Seguidamente respiró hondo un par de veces para recuperar la compostura.

Se las apañaría. Solo debía ignorar sus instintos básicos mientras buscaba a alguien para Cho Kyuhyun. Tenía que existir alguien que fuera compatible con un hombre tan difícil.

Respiró hondo de nuevo, se dio media vuelta y volvió al despacho. Al llegar a la mesa, dejó la hoja sobre un montón de papeles.

—La última línea dice: buscarme una esposa.

Él agarró la hoja con furia y abrió mucho los ojos mientras leía.

—¿A qué demonios está jugando? —le preguntó en tono amenazador.

En realidad aún no podía contestarle a esa pregunta. Tomó asiento y abrió el cuaderno. Después de quitarle el capuchón al bolígrafo se dispuso a escribir.

—¿Qué tipo de mujer le gusta?

—¡No! —rugió—. Dime cómo ha llegado eso a la lista.

—¿No lo puso usted ahí?

—Ni hablar —la miró fijamente—. ¿Y usted?

—No.

Pero podía adivinar quién había sido. Los ángeles guardianes podían ser bastante taimados cuando querían.

Dejó la hoja a un lado y la estudió.

—La honestidad es vital para mí. En realidad, es mi mayor virtud.

Ella sonrió.

—¿Otra lista?

—¡______!

—De acuerdo, de acuerdo —ella lo miró a los ojos para que no dudara de su sinceridad—. Creo que ya hemos hablado de ese tema. Yo no miento, ¿recuerda?

—Eso dijo.

—Ahora que hemos dejado eso claro, ¿empezamos a trabajar, no? Si me dice lo que le gustaría encontrar en una esposa, yo me ocuparé de ello. Prometo que será algo estrictamente confidencial.

—Está equivocada, cielo. Es un gran problema. La he contratado para que fuera mi secretaria. Y se acabó. Haga las labores de secretaria y nos llevaremos de maravilla. Pero será mejor que no vuelva a oír ni una palabra más sobre este asunto de buscarme esposa. No estoy en el mercado. ¿Está claro?

Suspiró.

—¿Es esa la regla número cuatro?

—Creo que la regla número uno la integra. Yo soy el jefe, ¿recuerda? Lo que digo yo va a misa. Sin discusión. Yo siempre gano.

—Estoy empezando a darme cuenta que esa regla en particular va a ser un verdadero fastidio.

Kyuhyun disimuló una sonrisa.

—Lo soportaré.

Quizá él sí, pero ella no podía. No estaba segura del tiempo que tendría para cumplir su misión, pero no podría ser más de un mes. Si no había logrado ningún resultado en ese tiempo… No debía amilanarse.

—¿Podría al menos decirme qué cualidades buscaría en una esposa? —le preguntó, rezando para que no notara lo desesperada que empezaba a sentirse—. Así no tendremos que volver a discutirlo.

—No se da por vencida, ¿verdad?

—No puedo.

—Deje que se lo ponga fácil. Mi madre es mi celestina particular. Ha decidido que su deber es verme casado y se esfuerza mucho por conseguirlo.

—Eso no me suena nada bien.

—Al menos una vez al mes reserva mesa en un restaurante para que cene con el último cordero que haya elegido para el sacrificio, y me lo dice en el último momento para que no pueda negarme.

_____ se quedó pensativa.

—Así que ahora comprende por qué no necesito que me ayude a encontrar una esposa. Estoy seguro de que la candidata de esta noche tiene todas las cualidades necesarias y las virtudes que podría desear en una mujer.

—¿De verdad?

—De verdad.

Abrió el cuaderno.

—Hábleme de la cita de esta noche. ¿Cómo es ella?

—No pienso comentar nada con usted —echó el asiento hacia atrás y se levantó—. Y le sugiero que memorice mi comentario siguiente. Quizá quiera mecanografiarlo y guardarlo en algún sitio donde pueda ir a consultarlo cuando le haga falta. ¿Está lista?

—Esto no me va a gustar, ¿verdad?

—Lo dudo mucho —se inclinó sobre la mesa hacia ella—. Está aquí durante un período de prueba de dos semanas como acordamos. Llegado ese momento estaré encantado de echar su dulce trasero de mi oficina y de que desaparezca de mi vida de una vez por todas.

Un pequeño aullido irrumpió en la habitación.

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