Historia 1

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Vecino de la Muerte


Evelin está comiendo tranquila su cena cuando suena el motor de la lavadora del departamento contiguo al suyo. La mujer se sorprende; ya que, hasta donde tiene entendido, el departamento C está deshabitado. Pero se pone contenta, casi de inmediato, de tener un nuevo residente en su piso. Evelin es alguien sociable que gusta de tener siempre alguien con quien hablar y, para su infortunio, los otros dos vecinos que tiene no lo son tanto. Ella no sabe si es por la edad avanzada de la señora Ramona, o el trabajo demandante del señor Hugo, pero ninguno suele hablarle si no es estrictamente necesario. Así que, piensa, con un nuevo inquilino, ella no está tan solitaria cuando le apetezca charlar con alguien. Con esa idea en su cabeza, la joven se dispone a acostarse preguntándose por qué el ruido es tan fuerte como para que ella lo escucha.

Al día siguiente, la joven se alista para su rutina como siempre. Sale de la puerta con la letra D, pasa por delante de la C y se encamina al ascensor. Justo cuando está por cerrar entrar al aparato, sale de su casa el nuevo vecino. Tiene una peculiar cicatriz en la cara, pero por lo demás, no parece ser antipático o huraño. Se acerca y sube con ella, siendo amable y entablando una pequeña conversación con Evelin. Cuando se separan en la esquina de la calle, la mujer nota que el hombre alto lleva unas sandalias muy viejas. No le vuelve a prestar atención a ese detalle en lo que resta de su día.

Llega a su trabajo, intenta que le presten atención sus compañeros, pero ninguno parece querer ayudarla a transportar las cajas sin uso a la bodega. Está bastante atareada pero satisfecha, ya que es alguien a quien no le molesta el trabajo duro. Sin embargo, cada vez que pasa por la zona de carga, un estremecimiento le recorre el cuerpo. Como si algo allí la asustara o causara disgusto. Esa noche vuelve tarde a casa, ya que se toma una siesta en el trabajo que dura más de lo que pretende. Le molesta que sus compañeros no la despierten, así que decide encararlos a la primera oportunidad: pasan de ella como si no existiera y eso ya comienza a enfadarla.

Está por entrar a su departamento, cuando un ruido se escucha al otro lado de la puerta de su vecino. Unos golpes extraños, susurros y un suave gimoteo. Preocupada decide abrir rápidamente su puerta, dejar sus cosas en el pasillo y tomar un palo de golf que tiene en el armario junto a la puerta de la cocina. Sale con las llaves en la mano para cerrar su puerta y toca la vecina, debajo de la letra C, con un nudo en su garganta. Está un buen rato allí parada, pensando en llamar al portero, cuando la puerta se abre lentamente. Su vecino, Sam, está algo desalineado, pero le sonríe cordial.

⸺Hola, Evelin ¿En qué puedo ayudarte?

⸺Hola, Sam. Estoy notando que hay ruidos poco usuales en tu departamento ¿está todo en orden?

La cara del hombre se muestra apenada, pero no parece alarmado.

⸺Sí, es solo que estoy con un cliente algo triste... Es muy amable de tu parte preocuparte por mí, pero estamos bien.

⸺Oh, bueno... En ese caso, te dejo. Lamento haberte interrumpido si estabas trabajando, pero uno nunca sabe...

⸺Ciertamente, gracias por la amabilidad ¿Hablamos luego?

⸺Claro, nos vemos.

⸺Adiós, Evelin.

La puerta se cierra y la mujer vuelve a su casa, dejando el objeto que llevaba en su respectivo lugar. Pero al cabo de unas horas, escucha la puerta abrirse, pero no cerrarse y, volviendo a tomar el palo de golf para defenderse, sale con urgencia notando el silencio. Entra en el departamento C recordando lo que le dijeron una vez sobre que el departamento mata a sus inquilinos. Ella es muy temerosa de esas cosas y realmente espera que no sea cierto. Un gimoteo se escucha desde la cocina y, al entrar, nota a un hombre de cabello cano, llorar a mares con prendas (de lo que supone) es de una pequeña niña.

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