0. Luke Castellan.

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Prólogo
Luke Castellan
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Estaba sentada en el frío suelo de la cabaña de Hermes, mirando al techo presa del aburrimiento

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Estaba sentada en el frío suelo de la cabaña de Hermes, mirando al techo presa del aburrimiento. Afuera, algunos de mis compañeros estaban jugando con un balón de fútbol que Connor y Travis Stoll habían colado en el campamento, pero no me apetecía nada salir con ellos.

En otras circunstancias no me hubiera importado para nada, pero aquel día me sentía particularmente desmoralizada. Debía ser culpa del sol.

Como siempre.

Sin saber qué hacer con mi vida, decidí sacar el violín que tenía escondido debajo de la litera, y que ninguno de los chicos había conseguido robarme aún.

Sabían que, si se acercaban demasiado, deberían pagar las consecuencias, así que los mantenía a raya bastante bien. No quería que mis supuestos hermanos me tuvieran miedo, pero era inevitable para mi supervivencia.

Iba a empezar a tocar Shchedryk, mi canción favorita, escrita en el año de mil novecientos dieciséis  por Mykola Leontovych, cuando Luke entró en la cabaña, dando un portazo.

Parecía disgustado, así que dejé mi violín a un lado y me acerqué a él.

—Luke, ¿estás bien?—le pregunté, en un tono preocupado.

—¡Estoy harto!—exclamó, y por unos segundos tuve miedo, porque se le encendieron los ojos. Luego regresó a la normalidad. —Disculpa, es... No es nada.

—Claro que es algo, ven, siéntate aquí—le dije, tomándole de las manos, sentándome sobre el colchón de mi litera.

Guardé el violín en su funda y lo metí de nuevo en su escondite, dejándole espacio a Luke.

—¿Qué ha ocurrido?— indague, haciendo una pequeña mueca en mis labios.

—Estoy cansado, Lindsey, no es nada—me aseguró, aunque se sentó junto a mí, y lo tomé de las manos.

—Luke... Nos conocemos desde hace muchos años, sé cuando estás triste.

El pareció dudar en responder hasta que dejó escapar un largo suspiró para hablar.

—Es... Es mi padre—su voz se perdía con cada palabra que daba.

Un escalofrío recorrió mi espalda, y rodeé sus hombros con mi brazo izquierdo, acercándole a mí.

—¿Qué pasa con Hermes?—forme la pregunta, mientras arqueaba una de mis cejas.

—Me saca de quicio. No lo entiendo—habló, con desesperación, a la vez que, movía sus manos.—¿Qué le he hecho, para que no me quiera?— explotó, sujetándose los finos hilo de su cabello amarillo entre sus dedos.

—¡Claro, qué te quiere! ¡Eres uno de sus hijos más mayores!— le exclamé, tratando de darle ánimos para decidarle una sonrisa.

—A veces me gustaría ser indeterminado, como tú—me confesó, tras unos segundos de amargo silencio.—Así al menos no tendría que aguantar su rechazo.

Los ojos se me humedecieron un poco, pero no dije nada al respecto, simplemente le acaricié el hombro con cariño. Él no era consciente de lo mucho que comprendía su dolor.

Mi padre, Apolo, nunca me había reconocido como su hija, pero en nuestra primera visita al Olimpo pude comprender que, si él no era mi padre, ninguna divinidad podía serlo.

Tenemos los mismos ojos, el mismo cabello, la misma nariz, los mismos labios. Desde niña, mi madre me crío amando la música, ya que ella decía que le "traía recuerdos de mi padre".

No necesitaba más pruebas, ni explicaciones.

—Luke—le susurré, al oído, mientras acariciaba su espalda, con la intención de darle ánimos.

Él se quedó en silencio esperando escuchar mis palabras.

—Muchas veces, nuestros padres hacen tonterías.—comenté, con voz tranquila y pausada. —Pero no podemos culparles por ello, están muy ocupados haciendo mil cosas para hacer que el mundo continúe funcionando tal y como funciona ahora.

—Pero somos sus hijos, Lindsey—refunfuñó, con desprecio.

—Lo sé—respondí, y me empezó a costar encontrar palabras para defender a Hermes o tal vez quizás porque no tenía palabras para defender a Apolo.

—Pero a veces hay que comprender, sé que es difícil—le aseguré.—Sin embargo yo puedo hacerlo, y si yo puedo hacerlo, tú también.

Nos miramos a los ojos durante unos instantes. Luke tenía una mirada hermosa, aunque algo empañada por el llanto y oscurecida por la rabia, trate lo mejor posible de sonreírle, con todo el valor que pude reunir.

—Vamos, cielo—le musité, sonriendo. —¡Tú puedes!, este dolor pasará así como todos los dolores desaparecen.

El chico me miró a los ojos y me abrazó con fuerza, en medio de este lo apreté contra mi pecho, respirando despacio. Puede ser que en otras circunstancias, el silencio, solo interrumpido por nuestra respiración pausada, hubiera sido muy incómodo, pero no ese día.

Había encontrado a alguien que pasaba por lo mismo que yo. Experimentaba en propia piel el dolor, el rechazo, la lejanía de un padre incapaz de amar.

—Gracias—me susurró al oído.

—A ti—agregue, para sonreírle antes de separarme un poco de él.

—Gracias por escuchar mi charla, sólo espero que no...

—No hay problema, me gusta escucharte hablar—interrumpí, por un segundo pensé en explicarle mi situación con Apolo, pero me contuve al último momento.

—Vayamos a la Arena, te reto a un duelo.

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Hola, mis dulzuras

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Hola, mis dulzuras.
Aquí les traigo el prólogo de esta historia.
Espero que les guste tanto como a mi.

Cuídense mucho mis amores.
Besos 😘😘😘

𝐒𝐨𝐧𝐠𝐬 𝐟𝐨𝐫 𝐀𝐩𝐨𝐥𝐥𝐨 ― 𝐉𝐏𝐎 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora