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El problema con intentar suicidarte y arrepentirte en el último momento es que te das cuenta que no tienes el valor para hacerlo. Antes, irónicamente, la muerte representaba una salida. Era casi una promesa.

“Algún día”  “Solo aguanta un poco más”  “No falta mucho”

Pero no puedes. No puedes tirarte del edificio. No puedes tomarte más pastillas. No puedes saltar del puente. No puedes cortarte. No puedes.

Y ahora… nada. No te queda nada. No tienes escapatoria. No importa que llores y patalees. No importa cuanto dolor sientas. No importa cuan vacía te encuentres. No puedes hacer nada. No sirves para vivir y tampoco sirves para morirte.

Te quedas dando vueltas en la piscina vacía. Un hoyo seco. Sin ruta de escape. Si tan solo se llenara de agua… podrías llegar a la superficie o ahogarte. ¿No es lo mismo?  



La Piscina VacíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora