Estaba en mi habitación en casa con un balón de fútbol golpeándolo contra la pared repetidamente.
Mi padre se había ido al supermercado para comprar algunas frutas porque me encantaban.
Salí al jardín y cerré los ojos y pensé en el pingüino emperador de Jude, me gustaría imitarlo.
Así que silbe y chute a la vez, lo único que conseguí fue que salieran dos pingüinos rosas que curiosamente en vez de salir con el balón se quedaron en el suelo correteando y saltando.
Me quedé en el porche admirando los graciosos animalitos aleteando.
Los dos se revolcaban en el césped haciendo tonterías.
-Se supone que deberíais desaparecer-cogi a uno y lo abrace, el otro daba saltos para que lo cogiera.
-Jaja, sois muy ligeros-
-Hija, ya estoy en casa-
Fui a abrazar a mi padre que me cargó y me beso la mejilla.
De pronto mi padre se quedó congelado.
-¿De donde han salido esos pingüinos?-me pregunté y empecé a jugar con mis manos.
-Estabas intentando copiar a Jude-me dijo intentando procesar la información a lo que asentí.
-Bien hecho, has dado tu primer paso como estrella del fútbol-asintió colocándose sus gafas orgulloso.
-Hoy cenamos pizza-
-¡Bien!-
Nos pusimos en la mesa del salón y mi padre puso un partido de fútbol que trataba de estar atenta y el me iba explicando que era un fuera de juego y que era falta.
Me había manchado la boca y mi padre me limpio la boca a lo que sonreí avergonzada.
Los pingüinos habían robado un trozo de pizza y se la comían los muy comilones.
Mi caja en forma de estrella apareció y salió una chica nueva.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
-Hola, pequeña Vanessa soy Carisse, y estaré a tu disposición-dicho esto desapareció de nuevo dejando a una Vanessa sonriendo.
