Era sábado por la noche y Katsuki Bakugo se vestía para dirigirse a su "trabajo" como era de costumbre a esas alta horas de la noche, en la habitación contigua su amada esposa, Ochako Uraraka, se prepara para "dormir".
-Ey, mujer, me voy- explicó con un sonoro gruñido.
-Ten cuidado ahí fuera, pidió la castaña con un desliz de pena.
-No hace falta que te preocupes, soy el número uno en lo que hago- bromeó con algo de superioridad, pero la muchacha no parecía reírse ante ello, cosa que preocupó al rubio -oye mochi, no me mires así- susurró calmado mientras se sentaba al lado de ella, frente a su tocador- sé que no es la vida que te prometí, pero...- trato de excusarse, más ella lo interrumpió.
- ¡No se trata de dinero Katsuki! - gritó ella al borde de las lágrimas, aquello sorprendió al más alto, haciéndolo levantarse de la impresión -yo estaría dispuesta a vivir en el mismismo infierno si fuera a tu lado, pero...- una lágrima traicionera asomó por las mejillas, ya de por sí rosadas, de la castaña -ver como cada noche sale por ahí, poniéndote en peligro... me parte el alma- susurraba tratando de contener el llanto.
-Ochako...- susurró y la abrazó con suavidad, cosa poco común en él -mírame- aquello era más bien una orden -confía en mí, tengo la sensación de que las cosas van a cambiar- pidió con aquella sonrisa que solo le dedicaba a ella en la intimidad, una llena optimismo y seguridad.
-Vale- ella se limpió las lágrimas y sonrió junto a él.
-Esa es mi chica- celebró por un segundo y robó un pequeño beso de aquellos labios rosados -me voy, duerme bien- y tras aquello se fue, no hubo más palabras, solo el sonido de la puerta cerrarse. ¿Dormir? eso creía él que hacía cuando no estaba, no estaba en situación de dormir y ambos lo sabían, por eso Katsuki "trabajaba" de aquello por las noches. Y ella no podía ser menos.
Katsuki rondaba las calles con las manos enfundadas en su gabán color blanco, junto a esta prenda siempre lo acompañaban aquellas gafas negras ideales para que nadie supiera en qué dirección miraba, y finalmente aquel sombrero de ala ancha de medio lado. Un look bastante llamativo para cualquiera que lo viera en sus trece, por suerte para "Pedro Navaja", como lo habían bautizado las autoridades, sus presas objetivas no iban muy centrados, y menos en ese tipo de noches.
Por otro lado, no muy lejos de allí, como a tres calles solamente se encontraba Ochako. Aquella noche vestía sus galas más provocativas junto con un bolso blanco. Iba paseando por aquella calle arriba y abajo, a sabiendas de que su marido no descubriría su "trabajo a medio tiempo" ya que Katsuki "operaba" en otro sector de la ciudad.
Lentamente un coche pasó cerca de donde ella, no tenía marca ninguna, pero todos allí sabían que era un coche de policías el que aparcaba unos metros más adelante.
-Bien, allá vamos de nuevo- se dijo a sí misma, mostrando su cara más coqueta. La ventanilla del auto se bajaba conforme ella se iba acercando, moviendo sus caderas de manera provocativa -buenas noches caballero- habló apoyando sus codos sobre el marco de la puerta.
-Buenas noches tenga usted, señorita...- dudo en cómo llamarla.
-Llámeme Mochi- explicó relamiéndose los labios.
Volviendo con el rubio, este decidió probar suerte en una nueva zona de la ciudad dado que, aquella noche, la avenida estaba poco transitada.
Pero nuestra narración dura poco con él, tan poco como duró el policía con Ochako. Ella bajó su falda antes de bajar del coche, suspiró aliviada, al menos había durado poco.
-Espero volver a verte por aquí preciosa- explicó buscando en su cartera y entregando un par de billetes a la muchacha, que ya se encontraba fuera del vehículo.
- ¿Solo esto? - cuestionó indignada.
-Oye, vais por horas ¿No? - río pisando el acelerador y largándose del lugar.
- ¡Cabrón! - gritó ella sacándose un tacón y aventándolo tan lejos como pudo, pero aquel hijo de puta ya se encontraba muy lejos de su alcance. maldijo una vez más y se marchó, teniendo que dar media vuelta a los pocos segundos para ir a buscar el tacón, dado que no podía volver a casa semi descalza.
Unos metros más allá se encontraba una figura, vestida de blanco junto a un sombrero del mismo color. Katsuki apretó el puño dentro de su gabán, sintiendo el frío metal contra su palma, había encontrado la presa perfecta para aquella noche. Con calma se fue acercando hacia aquella prostituta. Desconocida bajo las gafas de sol.
Ochako lloraba en silencio mientras andaba, tratando de consolarse con la idea de que pasaba aquello por una vida mejor para su marido y para sí misma. Buscó en su bolso algún pañuelo para limpiarse, topándose con algo frío, al sacarlo comprobó que se trataba de un arma de fuego, "Un treinta y ocho Smith&Wesson" recordó cómo lo llamaba Katsuki, se lo había regalado para que se protegiera dadas las condiciones del barrio en el que vivían. Iba a guardarlo cuando una mano se posó en su hombro y la obligó a darse la vuelta, recibiendo finalmente un intenso dolor en su bajo vientre, rápidamente sintió tres más de seguidos. Obviamente la sangre no se hizo esperar. Se acabó, allí moriría ella, entonces sintió nuevamente aquel frío en su mano. por suerte aún sujetaba su revólver.
Katsuki aún mantenía sujeta a esa mujer por el hombro, el trabajo estaba hecho, pero por alguna razón ella lo sujetó aún más fuerte por el gabán y levantó la mirada llena de furia. Y ahí la reconoció.
-Ochako...- dijo alarmado, más aquello quedó silenciado por el sonido de un disparo que resonó por toda la avenida como un cañón, tras aquel vinieron cinco más, vaciando el cargador del arma.
La primera en caer fue la muchacha, quien trataba de no ahogarse con su propia sangre, logró apoyarse en un muro que tenía al lado mientras observaba a su agresor y futuro asesino. Este también cayó junto a ella, pero él no podía evitar escupir borbotones de sangre por sus fauces.
-Je... - rio ella, una sola y pequeña carcajada -a que jode cuando... - trago aire -cuando te pasa a ti- se le nublaba la vista, estaba acabada.
-O... cha... ko- susurró entre arcadas aquel tipo, sorprendiéndola. Él levantó su mano y quitó sus gafas de sol, revelando aquellos ojos de color rubí, ella acto seguido levantó sus débiles dedos y de manera torpe quitó el sombrero revelando a su amado tras aquellas ropas, ahora manchadas de la sangre de ambos.
- ¿Por qué? - susurró dejando caer sus lágrimas nuevamente, Katsuki tampoco lo pudo evitar y lloró también en sus últimos momentos -esto no tenía que terminar así- decía desconsolada, rozando con la yema de sus dedos el rostro, ahora inerte del hombre que amaba supongo que... nos veremos... en el infierno...- fue lo último que pudo pronunciar antes de cerrar sus ojos y dejar caer su mano.
Nadie llamó a la policía, nadie avisó a urgencias, nadie lloró. Mas un borracho que pasaba por ahí fue el único que se tropezó con los dos cadáveres, miró la escena con escepticismo hasta que reparó en el bolso de la castaña y sin mucho pudor tomó el dinero, el revólver y la navaja, contando que con estos últimos podría sacar algo más.
Así que, dando tumbos de un lado al otro, pronunció unas palabras que dan título a la lectura que hoy nos reúne aquí.
-La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida- canturreaba mientras se iba.
Hola, ¿Qué tal están? me ha dado por escribir kacchako esta temporada, mas específicos fics dramáticos. Y estaba yo esta madrugada escuchando al bueno de Rúben Blades y se me ocurrió esta idea basada en una de sus canciones, obviamente con parte de mi creatividad. Siempre me ha parecido curiosa la alegría que desprende esta canción siendo que cuenta una historia tan cruda ¿No? Díganme sus opiniones al respecto en los comentarios.
En fin, lo de siempre, comenten y denle a la estrellita que de color naranja es mas bonita.
¡BYE!
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La Vida Te Da Sorpresas
FanfictionKatsuki Bakugo, "Pedro Navaja" como lo han llamado las autoridades, vaga por las calles buscando algún inepto al que pueda atravesar con su arma a cambio de un poco de dinero. Ochako Uraraka, una simple prostituta, busca hacer algo de dinero para po...