One.

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Las mujeres de todo el mundo pueden tachar de sus listas la ansiedad por las citas a ciegas porque no tienen nada de qué preocuparse.

¿Cómo puedo saberlo?

Porque esta es la peor cita a ciegas de la historia. Cualquier cosa que no sea esto es un paseo por el parque. Si un equipo de ninjas renegados irrumpiera en este restaurante, me pusiera una bolsa en la cabeza y me secuestrara, se lo agradecería. Así de malo es esto.

Keiko o Kei, -como prefiere que lo llamen- es una pesadilla viviente.

—La última chica con la estuve íntimamente fue increíble. A veces me preguntaba si iba a partirla por la mitad durante el sexo. Pareces un poco rara, pero estoy dispuesto a lidiar con eso mientras pierdes un poco de peso "2 o 3 kilos"—, haciendo una pausa, me mira críticamente. Mis ojos se abren de par en par cuando se inclina hacia un lado de la mesa y mira hacia abajo, hacia mis piernas.

—Bueno, en realidad, — dice mientras se endereza, —Yo diría que 5 o 6. Salí con chicas con desórdenes alimenticios antes, así que si necesitas algún consejo, yo soy tu hombre. Tengo gran conocimiento sobre el asunto. ¿Sabías que algunas personas comen bolitas de algodón para tener la sensación de estar llenos sin ingerir calorías?

Según mi último examen físico, peso 3 kilos menos de lo normal para mí estatura, así que este imbécil no sabe de lo que habla. Si perdiera 5 kilos, me vería insalubre: en quince a veinte años resultaría en que soy piel y huesos.

¡Por Dios, soy doctora se perfectamente cuál es mi peso saludable!

Supongo que Kei piensa que todas las mujeres deberían parecer una versión más demacrada de una modelo que sale en revistas.

Agita la mano despectivamente cuando se da cuenta de que lo estoy mirando.

—No te asustes, cariño. Trabajaré contigo— dice, como si eso fuera algo atractivo. —Además, con tu peso actual tienes una fuerza monstruosa y tienes un buen manejo de chakra, eso ayudará. Serás perfecta, confía en mí, subiere tu ego a las nubes.

Me mira expectante y contorsionan sus cejas profesionalmente formadas dramáticamente. — ¿Lo entiendes? ¿A las Nubes?

A.

Las.

Nubes.

—Uh, sí—, murmuro. —Lo entiendo. En referencia a tu aldea.

Lo miro con horror silencioso mientras ruge de risa ante su chiste. Al darse cuenta de que se ríe solo, se detiene abruptamente. Mueve la cabeza, estrecha los ojos y estudia mi cabeza como si hubiera una prueba más tarde.

— ¿Qué carajo pasa con tu pelo?

Levantándome, meto el dedo en la parte inferior de mi pelo corto. Me encanta mi peinado y recibo cumplidos regulares por ello.

— ¿Eh?

—Es rosa, pero prefiero las pelirrojas—, dice, como si debiera (a) saber eso y (b) haberme teñido el pelo sólo para la "cita".

—Además, — continúa, —creo que te verías mejor con extensiones. Más para que un hombre se aferre, ¿me entiendes?

Lo que siento es náuseas. Por favor dioses, cualquier desastre natural en este momento vendría muy bien, más si me alejan de este ser.

No parece notar mi falta de respuesta, o si lo hace, es indiferente. Levantando su vaso de sake, bebe como si fuera un animal deshidratado. Golpeando el vaso vacío contra la mesa, abre la boca y eructa. En voz alta. Paralizada por la mortificación, contemplo deslizarme bajo la tambaleante mesa para esconderme. Estoy básicamente congelada en una especie de horror aturdido, similar a como te sentirías si un extraño te encontrara en la ducha mientras te estás bañando.

De Regreso A Tus Labios ▪︎GaaSaku▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora