💞🐥spooky scary love💞🐥

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La fría noche del día anterior a Halloween, este psicópata se sentó en la banca de una plaza a observar personas que pasaban cerca de ahí. Buscaba lo mismo que todos los años: una presa de su misma especie. Un humano indefenso, crédulo, tonto, vulnerable e inocente. Era su tradición de todos los años para dicha festividad y aunque estaba casi en sus cuarenta años, todavía no se cansaba ni arrepentía de lo que hacía cada Halloween. Como decían, la muerte tenía permitido andar libremente por ahí las noches de Halloween y él era el más claro ejemplo de ello.

Sus ojos, deseosos, viajaron hacia el dueño de aquella suave y aguda voz que tanto había capturado la atención de sus oídos. Y entonces lo vio, a ese bajito rubio de mirada inofensiva, mejillas rellenas y labios gruesos. Llevaba unos lentes que le daban un aspecto más dulce y su suéter de rayas blancas y moradas sólo lo hacían lucir más delicado y frágil.

Estaba en una llamada, sin tener la menor idea de que muy cuidadosamente estaba siendo vigilado. Cada respiro que daba y cada expresión que hacía. Lucía tierno, pensó el hombre. Se veía lleno de vida pero moriría pronto.

— Ah, Jungkook. Eres tan caprichoso~ — sonrojándose, rió para la persona que lo escuchaba al otro lado de la línea —. Yo también te amo. — continuó a decir con ternura, como la dulce miel que era.

El psicópata le calculó entre dieciséis y diecinueve años. Un jovencito enamorado, ja. Estaba seguro de que tenía a la presa perfecta, pero lo que no sabía era que estaba muy equivocado.

Cuando el adorable rubio empezó a caminar lejos, todavía perdido en su llamada telefónica de amor, el asesino lo siguió cautelosamente, con cuidado de no ser descubierto y tal vez alarmarle de lo que pasaría la noche siguiente.

Se sorprendió al darse cuenta de que el chico vivía muy cerca de aquella plaza, ni siquiera se había transportado en auto. Simplemente había caminado tranquilamente hacia su casa, sin saber que un peligroso hombre le pisaba los talones.

Pero el asesino no tenía idea de que su víctima en realidad sí estaba enterado de que lo seguían, ajeno a que esta víctima, no era precisamente una víctima y menos la suya.

Cuando el adorable rubio despareció detrás de la puerta principal de su casa, el psicópata se acercó para explorar el terreno.

Con su corazón doliendo, puso su mano en la manilla de la puerta e intentó abrirla. Para su sorpresa, funcionó.

Así que con la euforia recorriéndolo a mil, intentó poder terminar de abrirla sin hacer mucho ruido y cuando la puerta se apartó de su vista, revelando un salón con una división que conducía a la cocina y unas largas escaleras que llevaban a un segundo piso, el psicópata se maravilló. Todo lucía tan calmado y sereno.

Sin poder resistirse, cayendo en la tentación, cerró la puerta cuidadosamente detrás suyo y se aventuró a la casa.

Antes de hacer alguna cosa, sacó la navaja que llevaba consigo en el bolsillo para protegerse ante cualquier situación inesperada y se permitió inspeccionar el lugar en silencio, subiendo escaleras y mirando por los pasillos.

Parecía ser que sólo una habitación estaba siendo ocupada, así que asumió que el adorable rubio vivía solo. Pero no era para nada lo que él creía.

Estaba convencido de que matarlo sería tan fácil como ninguna otra cosa en el mundo, sin tener idea de lo que le esperaba al intentar meterse con aquel rubio bajito.

— Muy bien, rubiecito. Serás mi siguiente víctima mañana. — anunció en voz alta, riendo de manera enferma.

Sin tener idea de que cierta pareja de novios lo observaban y escuchaban a través de las cámaras de seguridad que se encontraban por toda la casa, con rostros inexpresivos y sus manos dulcemente unidas.

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