Besa suavemente la frente de su esposa y acomoda las sábanas por encima de su pecho. Sale de la habitación de ambos con pasos suaves, cortos, hasta el cuarto de su hijo, quien de igual manera duerme. Abre la puerta un poco. Observa por la fina ranura como este aún tenía vela del escritorio encendida. Niega y entrando la toma entre sus manos para así poder guiarse él mismo entre los pasillos de su hogar. Cierra la puerta tras su salida. Aprieta sus parpados por el pequeño repicar de esta al chocar con el marco; tendría que pedirle a uno de sus sirvientes que la revisara y, si estaba rota, que la arreglara.
Camina con vela en mano. Alumbra el camino de madera y las paredes, las cuales llenas de cuadros y retratos reflejan el resplandor de la fuente de luz a medida que avanza. Sus pisadas son silenciosas, como si no deseara que le descubrieran andando así por la casa, como un fantasma o alma en pena. Llega a su estudio, donde grandes estanterías llenas de libros y escritos se alzan poderosas, sabias como los conocimientos que guardan entre sus tablones de roble. Busca entre estos hasta dar con una lámina completamente en blanco, tomándola entre sus dedos con su única mano libre y dirigiéndose a su escritorio, en el cual se sienta. Posiciona la vela en la parte superior de la madera, dejando el papel justo a su frente. El tintero a su lado luce solitario, sin la pluma que siempre le acompaña.
Abre la pequeña gaveta de su izquierda y saca una pluma de hebras blancas y franjas negras, una que solo guardaba para escritos de suma importancia. Moja la punta en el tintero sacudiéndola con un suave toque en el borde del recipiente y dejándola caer sobre la superficie blanca. La deja allí, sin amago de escribir letra alguna. Parpadea, fijando sus pupilas en la mancha que se formaba por el escurrir del negro sobre el contracto hecho. Se le hacía hipnótico, algo que podría quedarse viendo por tiempo indefinido sin quejarse. Sacude un poco la cabeza ante el extraño pensamiento. Quita la pluma dejándola a la derecha del papel. Necesitaba uno nuevo.
Se levanta y busca otro en la estantería más alta, esta vez un poco más pequeño. Vuelve a sentarse para mirar con fijeza aquella hoja intacta. Se echa hacia adelante y toma la pluma para intentarlo nuevamente.
Ocurre lo mismo. Solo una gran mancha negra adorna el papel.
Exhala, decidido a no perder la calma por cosa tan simple como palabras que no salen. Repite la acción anterior, esta vez con varias hojas. Las amontona de manera perfecta a un lado de la vela y toma el primero. Lo mira para analizarlo y lo deja a su frente para comenzar de nueva manera.
Igual. La mancha sigue ahí, intacta.
Muerde sus labios algo frustrado. Toma otro. Esta vez lo piensa bien, y ya con las palabras claras en su mente embarra la punta de su pluma y la posiciona sobre el blanco.
Allí estaba de nueva manera. Esa mancha que comenzaba a serle una molestia.
Y toma otra hoja, y otra, y otra, así hasta darse cuenta que ya no quedaban. Suspira con las cejas ligeramente fruncidas en signo de enojo y frustración. Tantas palabras atoradas en su mente y garganta parecían ser razón suficiente para no poder plasmarlas en un simple papel.
Decide tomar un descanso.
Agarra la vela ya gastada y vuelve a los pasillos, los cuales se les hacían tan pequeños y estrechos en ese momento. Decide apurar el paso hacia el primer piso, tropezándose con un juguete dejando en el suelo. Lo toma entre sus manos notando su forma. Un soldado. Lo rodea entre sus dedos, apretándolo un poco.
Baja finalmente las escaleras sin soltar el pequeño juguete en ningún momento. Saca las llaves de la entrada y engancha esta en el picaporte para abrirla y salir al exterior aún oscuro. Alumbra su alrededor hasta dar con una silla, de esas que su esposa utilizaba cuando deseaba tomar algo de aire fuera del hogar. Deja descansar su espalda al recostarse en la madera fría. Deja la vela encima de la pequeña mesa que estaba justo a su lado. El soldado lo posiciona justo a su lado, lejos del fuego pero cerca de la luz, casi con ganas de ver el rostro que no tenía.
Siente el aire de la naciente mañana mover sus cabellos, incluso ve los primeros rayos del sol aparecer entre las altas yerbas del extenso campo que rodea su casa. Los tintes morados del amanecer se le hacen tan bellos, como una pintura de óleo recién comenzada. Vuelve la mirada al soldado de juguete. Su uniforme rojo reluce pulcro, una casaca limpia y planchada a juego con sus pantalones blancos y rifle, ese que agarra con fuerza entre sus manos. Y de pronto siente rabia, una que no puede explicar de dónde salió, y lo toma entre sus dedos lanzándolo lejos, perdiéndose este dentro del pastizal.
Desea buscarlo, volver a tomarlo y pisarlo, romperlo hasta dejarlo en menudos pedazos pero sabe que sería en vano. Era solo un juguete, uno que posiblemente su hijo pediría al día siguiente y no tendría como explicarle que había desaparecido. Y vuelve a sentarse con un suspiro, soltando todos sus dolores en ese sencillo as de aire. Sabe que no es así, que aunque trate de hacerlo no le funcionará, pero al menos intentarlo no le costaría nada.
Siente la puerta a su espalda abrirse. Su esposa, aún con la ropa de dormir, le pregunta la razón de su estadía hasta esa hora, donde el amanecer hacía gala de un nuevo día. Se levanta para observarla con seriedad. Toma la vela a su lado ya apagada y responde con un susurro al cuestionamiento de su compañera de vida.
Tengo mucho trabajo que hacer

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Nuevo amanecer
FanficEra una mancha, un simple borrón negro sobre el papel blanco. Sin embargo, frente al amanecer y un juguete de su hijo perdido en el pasto, tomaba demasiado sentido. ///////////////////////////////////// Fandom: Hamilton; an american musical Pareja:...