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Ese atardecer era frío, mucho más común que el clima normal de Londres, y Harry se encontraba caminando en dirección a su pequeño lugar de confianza, donde él se sentía bien consigo mismo. Con la mirada baja llegó al lugar, tomando posición en donde solía sentarse para pensar, distraerse e incluso olvidarse del mundo por un rato.

Suspiró mientras recargaba su espalda con el gran tronco de madera, dejándose resbalar a modo de quedar sentado. Miró el cielo que yacía de un color naranja-rosado y cerró los ojos pensando en cosas que le gustaría que le pasaran.

Segundos después los abrió del golpe, pues una ligera sospecha sentía que alguien lo observaba. Miró a ambos lados y no había más que personas con sus familias o una que otra persona paseando a su perro, lo usual. Ignoró lo anterior mientras sacudía su cabeza retirando ese pensamiento para de nuevo cerrar sus ojos, posteriormente quedando así unos minutos más.

Cuando los abrió nuevamente, observó el cielo teñido de un color azul, dándole la señal de que tenía que volver a casa. Sin las ganas del mundo entero, se levantó para tomar destino a donde vivía, caminando por la estrecha banqueta grisácea, que contenía una que otra piedra, Harry decidió llegar a casa pateando una de estas hasta que la misma decidió perderse por entre la calle dejando a un rizado aburrido de camino.

Abrió la puerta de la entrada, encontrándose con un olor a comida; sabía que era la cena que su madre seguramente estaba preparando. Harry amaba muchísimo a su madre, Anne, la adoraba con su vida ya que ella siempre había sido atenta y cariñosa con él aún a pesar de tener diecisiete años de edad. Luego estaba Gemma, su hermana, a la cual le encantaba molestar de vez en cuando a pesar de ser el menor, su relación era la típica de hermanos pero sin embargo se adoraban mucho. Finalmente estaba Robin, su padrastro, a él de igual forma le tenía un gran aprecio desde que era un niño pequeño, siempre estuvo con él en cada momento como si se tratase de su verdadero padre.

- ¡Harry, corazón! ¿dónde te encontrabas? - Se escuchó una voz saliendo de de la cocina, sabiendo que era de su madre la cual no tardó en asomarse dejándose ver el típico delantal de cocina y con una sonrisa en su rostro. - Te estábamos esperando para cenar. -

- Lo siento, mamá, me distraje allá afuera. - Comentó devolviéndole sonrisa a la mujer al mismo tiempo en el que se encogía de hombros. Sin pensarlo, caminó en dirección a esta para adentrarse a la cocina y observar grandes cantidades de comida, su madre si que exageraba aveces. - Mamá, siempre te he dicho que parece que darás una fiesta aquí en casa, haces muchísima comida para cuatro personas.

- Eso dices tú, pero tú no eres el que te se comiendo, el exagerado eres tú. - Bromeó la ojiverde.

En ese instante se escuchó una risa adentrándose al lugar, sintiendo una delgada mano revolver sus rizos.

- Mamá tiene razón, Harry, parece que tienes estómago de vaca. - Comentó Gemma entre risas mientras detrás de ella entraba Robin uniéndose con una pequeña sonrisa.

Todos rieron excepto Harry.

- ¡Hey! Eso no es gracioso. - Rodó sus ojos mientras tomaba asiento en una de las tantas sillas de la mesa.

- Harry, las manos. - Le recordó Anne mientras lo observaba con ambas cejas alzadas.

El rizado suspiró haciendo un puchero mientras se levantaba nuevamente para dirigirse al baño a realizar la orden de su madre. Segundos después regresó a su lugar, tomando asiento nuevamente.

La cena transcurrió entre bromas y platicas de cómo les fue a cada uno en el día a excepción de Harry, el no solía contar como estaban sus días por el simple hecho de no tener la suficiente confianza en sí mismo para contarle a los demás sobre cómo le había ido, sí acaso respondía un "estuvo bien" pero solamente, sin detalles.

Boy, where did you come from? (Larry Stylinson).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora