I.

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Jeon Jungkook, aspirante a cantante en un mundo en el que las oportunidades no llegan solas. El día no le había ido bien, de nuevo.  Se adentró en una de las zonas peatonales de Seúl, tirando el boleto de la audición en cuanto vio una papelera. ¿Cómo había podido quedarse sin voz justo en aquel momento? Lo tenía perfectamente ensayado y aun así... Su miedo al exponerse frente a aquellos jueces era lo que más le estaba impidiendo lograr sus sueños.

Pensó que lo mejor era dejar de darle vueltas al asunto en ese momento, y para alejarse de aquel calor que inundaba la calle, entró en un pequeño pero lindo bar restaurante que le llamó la atención. Lo primero que hizo nada más sentarse fue colocar su mochila negra sobre sus piernas para sacar una pequeña libreta. Allí tenía apuntadas en mayúsculas las dos próximas audiciones que haría la semana que viene. Tenía un plan, y algunas esperanzas, pues la canción que estaba por terminar era suya y de nadie más. Era original, y esperaba que aquello llamase la atención.

Estaba tan inmerso en aquellas hojas que apenas notó al chico que estaba frente a él, esperando para tomarle el pedido. Fue un leve carraspeo lo que logró que finalmente alzase el rostro y cerrase la libreta de golpe.

—¿Sí? —fue lo único que logró pronunciar.

—Pues... Vengo a tomar su pedido —al oír aquella respuesta, Jungkook reparó en el uniforme que el chico llevaba, además de una pequeña libreta digital—. ¿Va a tomar algo? Es que tengo trabajo...

—¿Uh? ¡Ah, sí! Lo siento, eh... Un batido de leche de plátano, por favor.

—¿Leche de plátano? Tenemos plátanos, aunque ese batido... —el chico estuvo a punto de rechazar el pedido de Jungkook, pero al ver la mirada seria que le dirigió su jefa desde detrás de la barra supo que tendría que apañárselas—. Pero en seguida se lo preparo, claro.

—¿Seguro? —Jungkook no quería causarle problemas a aquel chico, pero cuando se dio cuenta ya estaba apuntando su pedido.

—Sí, sin problemas —responde, mostrándole una curiosa sonrisa cuadrada que a Jungkook le pareció muy tierna—. Además, así podré añadirla al menú. ¡En seguida vuelvo!

Fue... Agradable. Después del día tan horrible que había tenido, aquel chico de nombre Taehyung (que había sabido porque estaba en su uniforme, no porque fuese un acosador) había conseguido alegrarle un poco la tarde. El batido de leche de plátano era el mejor que había probado, pero por lo menos a Taehyung le salía mejor que a él, y además el chico le había regalado un dónut como acompañamiento.

En conclusión, habiendo salido de aquel lugar con el estómago lleno, podía pensar que su día no había sido tan malo, después de todo. 

Cuando entró a su apartamento, lo encontró todo extrañamente silencioso. Yoongi y Jimin estaban muy separados, cada uno en una punta del sofá que compartían. La respuesta que les dieron cuando Jungkook les preguntó por Hoseok, su tercer amigo, fue que estaba ya en la cama. Al menor le habría gustado saber qué estaba pasando y por qué estaban tan raros, pero apenas tuvo tiempo, pues Yoongi se fue a la camatambién, y Jimin dijo que daría un paseo, a solas.

Sin saber qué pensar, Jungkook se metió en la cama aquella noche, con la idea de que tal vez iría al restaurante de esa tarde para ver al chico de la sonrisa cuadrada y decirle que había logrado pasar por fin alguna audición.

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