Capítulo once

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Jamie

Rose se está divirtiendo mucho patinando, de vez en cuando, sobre su bicicleta, mientras yo intento pedalear sin perder el equilibrio debido a la inestabilidad del asfalto. Sin embargo, debajo de todo ese entusiasmo que irradia estoy muy segura que a ella también le quema el aire gélido en el rostro.

— Santo Dios, me has hecho hacer ejercicio en pleno invierno — por supuesto que ella ríe antes de comenzar a alejarse, esta vez sin perder el equilibrio.

Me encargo de seguirle el paso, a pesar de que el frío es espantoso y una parte de mi ruega por no morir congelada cuando una fina capa de nieve comienza a caer. Es absurdo que ella esté disfrutando tanto de este paseo, podría haber pensado en algo más relajado al respecto y sólo quedarnos encerradas en algún lugar con una buena calefacción, pero Rose puede ser muy persistente con el camino a seguir para mantenerse en forma, incluso si eso incluye escalar el monte Everest y el problema no es que no me guste seguirla en sus aventuras, es decir, aun cuando me siento satisfecha después de ejercitar con ella puedo asegurar que hay otro tipo de métodos que garantizan la seguridad de mi salud, sobre todo los que mantienen la temperatura estable en mi organismo.

Razón por la que estoy a punto de quejarme del frío, una vez más, cuando la veo pedalear hacia mí, riendo mientras me dice que piensa seguir disfrutando de los paseos en bicicleta, por un segundo de verdad evalúo la posibilidad de que definitivamente se le han helado las neuronas y me siento preocupada porque no hay probabilidad de que yo no participe para mantenerme alejada de una hipotermia.

Cuando se detiene a mi lado me estremezco por el frío y pese a que la encuentro con su nariz y mejillas sonrojadas ella luce bastante cómoda con este clima.

— Espero con ansias que ya sea mañana, podemos aumentar un kilómetro más — primero frunzo el ceño, pero luego me encojo de hombros porque siento que ya no puedo lidiar con la temperatura.

>> Suena como una idea magnífica, ¿no lo crees?

— Mañana será un día aún más frío, pero no imagino que eso pueda detenerte. ¿Al menos podemos buscar una pista con calefacción?

Sugiero teniendo en cuenta que la intención de ella es disfrutar de la vista que nos regala el invierno. Me mira con ojos entrecerrados, como si evaluara esa opción y espero por su respuesta con una sonrisa amigable.

— Si tu culo se enfría, siempre puedes pedirle a Hunter que lo caliente — ahora es ella la que me da una sonrisa divertida mientras me guiña un ojo.

— Tú siempre tan distinguida — ríe.

— Deberías intentar ser menos estúpida y vivir tu amor con el caliente muñequito de pastel.

— Ojalá dejaras de molestar.

— Ojalá dejaras de ignorar esa tensión sexual — comenta.

Las cosas entre Hunter y yo no están precisamente impregnadas de pasión como para asegurar que existe tal cosa entre ambos, nos mantenemos al margen de los saludos cordiales, incluso a veces considero que somos un poco fríos. Sin embargo, he descubierto que Rose y Mathew cruzan los dedos para que nos demos una oportunidad.

No me acostumbro a que ahora que mi amiga se encuentra en una relación, desde hace unos días, con Mathew, Hunter ocasionalmente estará presente en nuestro alrededor y eso que han sido contadas las veces en las que hemos coincidido los cuatro en un mismo lugar.

— ¿Qué te apetece desayunar hoy? — Pregunto desviando el tema.

— No quieras ignorar lo que he dicho — dice, la miro.

Cabina Telefónica (VERSIÓN NUEVA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora