Entre los escombros, bajo un haz de luz que se asomaba en una grieta del techo, el reflejo de una lata de atún flotando junto al cuerpo de un chico con delantal, golpeó los ojos de Gabriela.
La chica acomodó su mochila dentro de un hueco en el pilar derribado sobre el que caminaba. Midió la distancia y estudió el camino. Tomó el bastón de ciegos que le había regalado su tío para salir a explorar, lo expandió, y con él tanteó las piedras en a su paso. Saltó sobre un pilar de escombros, luego, con cuidado, sobre un estante que apenas se mantenía en pie. Con cuidado se acomodó para estilar el brazo lo más que pudo, entonces se dio cuenta: "si flota está abierta". Pero si llegaba a tener un poco de pescado, aunque estuviera arruinado; o tal vez el metal y la forma de la lata... No lo tenía muy claro, pero de alguna forma justificó el esfuerzo y el riego que corrió para acercarse a esa lata.
Con el bastón estirado, la empujó lentamente. Apenas la alcanzaba con la punta, y si se estiraba más el estante podía colapsar. El cadáver la ponía muy nerviosa. Despacio, consiguió acercarla, y la tomó.
Tenía la tapa entreabierta. El pescado quedó a la intemperie, por lo que serviría para comer. Gabriela vio el cadáver moverse por las hondas del agua. Hizo presión para tratar de cerrarlo un poco, y la metió en una bolsa. Se dio la vuelta y volvió por donde vino.
Tomó su mochila y caminó hacia el techo.
Las nubes oscuras y la llovizna oscurecían las ruinas de Ciudad de México. Caminó hacia la entrada, y se sentó a revisar lo que había encontrado: cinco latas de arvejas, una caja de herramientas y otra de tornillos, cuatro cuchillos y dos tenedores, un anillo de oro, y la lata de atún. Tuvo mucha suerte con las arvejas. Volvió a guardar todo y bajó por la esquina del hipermercado. La columna destruida exponía las varas de metal que le permitían bajar hacia su bote improvisado: neumáticos y barriles atados hacia un par de pallets de madera; pronto los tendría que cambiar.
Con cuidado se apoyó en su transporte. Tenía que tener cuidado de no hacer vibrar mucho el agua. Sacó su machete de la mochila y lo apoyó en el pallet, por si acaso. Lentamente, estiró la pantalla de proyector que funcionaba de vela. Muy despacio, Gabriela temblaba, como siempre. Trabó su vela, se sentó con cuidado, sacó su botella de aceite y lubricó la cadena de bicicleta. Volvió a asegurar su mochila y comenzó a mover los pedales, sentada, con las manos. Un pequeño ventilador bien aceitado comenzó a empujar la vela. La chica ya se había acostumbrado al movimiento y a hacer fuerza en esa posición, sin hacer ruido.
El bote comenzó a moverse, lentamente, apenas moviendo el agua a su alrededor. Cualquier cosa siempre tenía su otro motor/ventilador improvisado para escapar. Después de un par de minutos, Gabriela bajó la velocidad gradualmente y descansó. Sin hacer ruino ni movimientos bruscos, se acomodó en su segundo pallet y miró: Las puntas de las casas sobre el agua, los escombros y ropas flotando. Por mas de haber vivido así por dos años, y a ver salido mas veces que ningún otro vecino, sentía que no podía acostumbrarse. El olor, el olor a muerte y a sangre; pero el olor ya se había ido, o eso le decían. No, los muertos seguían ahí, devorados.
A lo lejos, vio la aleta de un dragón moverse por lo que antes era una venida; no se acercaba, no era un problema. Eran criaturas enormes, pero un bote tenía suficiente tamaño como para llamar la atención, fue la perdición de tantos...
Se estaba acercando a una casa, con cuidado, se apoyó sobre los neumáticos izquierdos, y cambió el curso. Pero en un descuido se resbaló, tocó el agua con un pie. Gabriela tomó el machete y miró bien los movimientos del agua a su alrededor. Nada, por ahora. Esperó un minuto, PLUCK.
Gabriela saltó sobre el bote empuñando el machete miró al frente sacando los dientes y... Había chocado con la casa.
Respiró, bajó el machete y... Volvió a empuñarlo dándose la vuelta, mirando con frenetismo y horror los movimientos del agua. Su bote había hecho ruido, demasiado. Estaba temblando.
ESTÁS LEYENDO
Encontrarás dragones
FantasyEn las ruinas inundadas de Ciudad de México, las bestias rondan libres, amenazando las islas de vida humana que sobreviven.