Parte única

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Frío... tristeza... dolor.

Eso es todo lo que Dabhka siente, estando presa entre las cuatro paredes del lúgubre calabozo donde ha sido encerrada por los biyaha. Se ha convertido en su prisionera, en su trofeo.

—Si tan sólo hubiera aceptado esa estúpida boda... —se lamenta. Sus amargos sollozos inundan la prisión. Su egoísmo les ha costado la vida a miles de ololkas. Ella solo pensó en su felicidad, sin preocuparse por el bienestar de su pueblo... y a fin de cuentas, tendrá que desposar al rey de la tribu enemiga... o morir...

Una tenue luz se hace presente en la sombría habitación, revelando una puerta de metal. Esta se abre, dejando ver a un hombre alto y de aspecto aterrador. En la mano derecha lleva una espada que Dabhka reconoce como la de su padre...

—¡NO! —grita con desesperación y se abalanza contra el soldado. Él levanta el arma, que al instante se ve rodeada por un aura azul. Dabhka sabe que es mejor retroceder.

—Oh, claro que sí —responde el soldado con total calma, casi como si se alegrara. Esboza una especie de sonrisa, impregnada de crueldad, mientras contempla a la muchacha que se deshace en llanto.

—¡No, no, no! —Dabhka se lleva las manos a la cabeza y se deja caer de rodillas. Golpea el suelo con furia una y otra vez, lastimándose las manos... se niega a creer que su padre ha muerto, o mejor dicho, que ha sido asesinado.

El soldado, de nombre Badd, sonríe al ver a la chica completamente destrozada. Está disfrutando su dolor...

Otros dos hombres entran de pronto, ambos visten armadura plateada y portan lanzas del mismo color. Badd les murmura algunas instrucciones antes de dirigirse nuevamente a Dabhka.

—Bien, princesa; es momento de que cumplas con tu deber...

Dabhka permanece en silencio; incluso su llanto se ha vuelto inaudible. Sabe que no tiene opción si quiere seguir con vida, pero... simplemente no puede aceptar.

Al ver que no hay respuesta, los soldados se acercan, apuntándola con sus armas, que comienzan a emitir un brillo turquesa. Creen que si la amenazan, cederá.

—¡Aléjense! —grita ella, asustada. No quiere que su gente siga muriendo, sin embargo, tampoco desea una boda... tiene que haber otra salida—. ¡He dicho que no se me acerquen!

La respiración de Dabhka se acelera, mientras voltea frenéticamente en todas direcciones, buscando una ruta de escape. No la hay. Tiene que darse prisa... entonces vislumbra una posible solución. Inhala profundamente, consciente de que está a punto de cometer una locura.

—¡¿Pero qué...?! —Badd ni siquiera tiene tiempo de reaccionar, porque Dabhka se lanza sobre él. Sus compañeros reaccionan y sujetan a la chica por los brazos. Son demasiado fuertes... 

La visión de Dabhka comienza a nublarse por las lágrimas, mientras los soldados ríen estrepitosamente. El sentimiento de furia se mezcla con el dolor y la culpa, y comienza a crecer en el interior de la princesa... tiene que hacer algo...

No volverá a fallarle a su pueblo.

¡BOOM! Algo ha explotado dentro del calabozo, haciendo que los hombres terminaran en el suelo. Aturdidos, tratan de incorporarse, esforzándose por buscar el origen del estallido.

—Badd... —habla uno de ellos, claramente alarmado—. ¡La chica no está!

En efecto, Dabhka ha desaparecido.

—¡Miren, arriba! —grita el otro.

Un pájaro de fuego se halla sobre sus cabezas. Es imponente, majestuoso, elegante... Badd lo contempla, anonadado.

—Un ignum... —murmura—. No, no es posible...

El ave se abalanza sobre ellos, escupiendo fuego como si de un dragón se tratase. El asombro de los soldados aumenta al descubrir que Dabhka está sobre él.

La joven baja de un salto. Hay un destello de furia en sus ojos.

La prisión se ha convertido en un campo de batalla; centellas azules, anaranjadas y rojas vuelan por doquier. Los hombres atacan con agua. Dabhka y su ignum combaten con fuego.

En eso, ella ve una oportunidad: Badd está distraído, blandiendo la espada contra el ave. Dabhka se aproxima por detrás y se la arrebata con un movimiento rápido. El se muestra sorprendido en un principio, pero después da la impresión de estar reprimiendo una carcajada.

—¿Qué harás con eso? —pregunta con sorna—. ¡Dámela!

Pero el ignum se coloca frente a Dabhka, impidiendo el paso del hombre. Ella permanece inmóvil, no sabe usar una espada, no sabe pelear... ella solía vivir rodeada de lujos... jamás creyó terminar en esa situación.

La muchacha se mantiene firme, apuntando hacia su enemigo con el arma. Él arrebata la lanza a uno de sus hombres y la agita, creando una corriente de agua que dirige hacia Dabhka. Ella hace lo mismo con la espada, provocando una llamarada que choca con el líquido. La chica parpadea, maravillada, y repite la acción. El otro soldado se une a Badd; ambos atacan al mismo tiempo.

Dabhka no puede sola contra los dos... Badd quiere terminar con el asunto de una vez.

La criatura se lanza en defensa de la princesa, pero es traspasado por la lanza de Badd, quien suelta una carcajada atemorizante.

—¡No! —grita Dabhka. El ave se coloca frente a ella nuevamente, dejando escapar un chillido de dolor excesivamente agudo. Agita sus alas, formando un torrente de llamas que envuelve por completo a los tres soldados.

Ya no están más...

El ignum luce débil, pero tranquilo. Dabhka lo acaricia con ternura. Había escuchado historias de la boca de su padre. Él decía que su familia tenía poder para invocarlos, aunque ella siempre creyó que era sólo una leyenda.

—Gracias... —murmura. La criatura asiente, y entonces, desaparece.

Dabhka levanta la espada y la contempla. Una lágrima se le escapa al pensar en su padre. 

Esta vez cumplirá con su misión; si va a morir, lo hará luchando por su pueblo.

Ella no es una guerrera, pero las circunstancias la obligan a convertirse en una...

Porque ya no es más una princesa... es una ololka dispuesta a defender a su gente... es una chica forzada a pelear para sobrevivir... ella es... Dabhka.

DabhkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora