CAPITULO 1

342 29 2
                                    

Otra cabeza se inclina lentamente mientras una mujer está de pie al frente de mí. Con su cabellera rubia cubriéndole la espalda, realmente espero que se gire a mirarme, pero no lo hace. 

—Pero lo ves, Vergil —obtengo un gélido comentario de su parte—. No soy yo. No es tu familia. Ellos están llorando.

Su tono de voz es hiriente, como una espada afilada. No me gusta como lo dice, es amargo y no puedo pasarlo. Camina dejándome así, recostado en el suelo. Quiero detenerla, decirle que espere.

No lo consigo.

—¿Madre? —consigo articular. Y la violencia retratada de una masacre a causa de los demonios causa un silencio. Y es cuando regreso en mí.

A la realidad.

Me repongo.

Ha sido una pesadilla.

Solo eso.

—¿Quién de nosotros podría estar equivocado ahora? —Dante tiene una sonrisa torcida, poco aceptable. Me ha estado hablando y en algún punto mi mente se desplazo a un recuerdo.

—No sé de qué hablas —suelto con fastidio. Me observa extrañado, tratando de comprender lo que me sucede. quiero resoplar. Quitármelo de encima. Sin embargo, no lo hago y actuó con naturalidad. No sé en qué punto puedo llamar naturalidad a mi actitud miserable, gélida, más que cortante, es aguda. Sé cómo lo estoy sobrellevando. Estar con Dante en el infierno, no es reconfortante ni molesto, es tan solo... vacío. Como si hubiese algo que él debería decir para hacerme volver a creer que podemos tratarnos como hermano sin blandir una espada. No espero ni un poco regresar a lo que tanto he tratado de olvidar.

—Mientras yo esté aquí —acomodó uno de los mechones de mi cabello que se había inclinado hacia delante—. Nadie puede lastimarte.

Odiaba tener estos recuerdos otra vez. Odiaba la forma en la que mi madre me hacía sentir protegido. Odiaba habérmelo creído.

No voy a dejar que nadie lo sepa.

Entonces se puso de pie ante mí. Firme. No titubeaba. Iba a encararme con rudeza.

—Si lo supieras todo —inquirió— ¿Lo volverías a hacer?

—¿Tú que dirías en mi lugar? —sentencie. Dante vacilo. No pestañeo. Yo me hice la misma pregunta: Si él hubiera estado en mi lugar aquella vez ¿Nuestros destinos serían diferentes?

Pero era Dante.

¿Qué podía esperar de él?

En todo este tiempo, ¿Habrá algo que ha cambiado en él?

Quería juzgarlo.

Saber.

En realidad ¿me siguió esta vez solo mantener un ojo en mí? ¿Lo hacía para evitar que Nero me siguiera?

¿Qué podría esperar de Dante?

Realmente ¿Qué podría esperar?

Un principio y un final, susurrando mentiras, lo que temo y lo que intente, las palabras que digo y lo que escondo. Todo el dolor lo quiero acabar, pero lo quiero de nuevo.

¿Vale la pena todo lo que he ganado?

Los dos sabemos cómo acabará esto, pero yo lo haría de nuevo.

—Hubo un tiempo, Vergil —Dante me recrimina con la mirada—. Uno en el que teníamos mucho por luchar. Teníamos un sueño, teníamos un plan. No nos teníamos que preocupar en un tiempo porque éramos niños. Y recuerdo, lo recuerdo perfectamente... cuando juramos que nunca dejaríamos que terminaran. Recuerdo cuando lo juramos, pero es un hecho que tú no.

—¡No me vengas con sermones!

—¡Sí! ¡Explota conmigo! —me reta—. ¡Quéjate conmigo todo lo que quieras! Has creído por tanto tiempo que solo yo le importé, pero no es la verdad. Nuestra madre te buscó y buscó hasta que la asesinaron.

—¡Cállate!

—¡Sé que lo recuerdas! —me dice—. Solíamos encender velas para leer historias en la oscuridad. Teníamos un lugar que llamábamos hogar. Uno que aún puedes tener. Uno que te está esperando del otro lado, pero no aquí.

Suelto una carcajada.

—¿Qué te hace creer eso? —pregunto con amargura.

—Porque sé que Nero te recibirá con los brazos abiertos, aun después de todo lo que has hecho.

Idiota.

Solo pensaba aquello.

Nero es un idiota, y Dante también.

—Parece que la carne —dice señalando al demonio que degollamos para alimentarnos—. Te está afectando el juicio.

—Nadie te dijo que hablaras —me giro con brusquedad—. Si quieres puedes marcharte de regreso. Solo me estorbas.

—Si voy de regreso, tú vendrás conmigo.

—¡Oblígame!

—Bien. ¡Ya me hacía falta patearte el trasero!

—¡Eso lo veremos! —declaré al unísono del sonido provocado por nuestras espadas colisionando. Viejos recuerdos asaltan mi mente. Aquella última batalla que tuvimos antes de que me marchara corriendo... en realidad, por culpa de Dante.

 en realidad, por culpa de Dante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nota de la autora:

*Bienvenidos al cielo de Vergil*

Espero realmente que les agrade está historia. No duden en visitar las otras que he escrito. Están disponibles en mi perfil uwu

Importante: No se permiten la copia o adaptaciones de esta historia y está protegida por derecho de autor © Helen Mekhiya, 2020.

ENTIERRA LA LUZ | DEVIL MAY CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora