✧ Enfermo

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¿Qué diablos me está pasando?

Con gran desespero movió sus piernas a toda velocidad con dirección a su habitación. Una mano sostenía su boca y la cubría sin darle la oportunidad a las personas que pasaban ajenas a su alrededor de notar lo que trataba de esconder. Sus pómulos yacían envueltos en una ola de calor mientras el tinte rozado seguía esparciéndose tirando al rojo. Las preguntas en su cabeza parecían el peor de los martirios en ese momento, ¿Por qué le pasaba eso? ¿Estaba enfermo? ¿Había comido algo? ¿Era acaso el calentamiento global? Aunque la razón más sensata era creer que se había enfermado.

Llegó finalmente a su habitación, y no reprimió la alegría que ello le causaba. Al entrar cerró la puerta con un estruendoso golpe, colocando seguro para que su compañero, que gracias a Dios no se encontraba ahí, no pudiera entrar.

El corazón aún le palpitaba como loco, desbocado, casi arrancándose de su pecho. Las manos le temblaban, inclusive las piernas, se sentía nervioso, confundido, tan lleno de vida y al mismo tiempo tan asustado por esa sensación.

Y todo por su culpa.

—¿Qué diablos me hiciste?—cuestionó, sentándose a orillas de su cama, para después tomar una almohada y ahí enterrar su cabeza, dando patadas al aire de la emoción. Algo con lo que el Delta habitual no estaría ni un poco de acuerdo.

Tardó un tiempo para poder calmarse y cuando lo logró una pequeña y tímida sonrisa se formó en sus labios al recordar la estúpida razón para acabar así.

El suave tacto de los labios ajenos sobre su mejilla, regalarle esa sonrisa tan brillante como los mismísimos rayos del sol, tan inocente, llena de vida, de cariño, admiración únicamente por él. Y eso no era todo, la pequeña calidez que alojó en él cuando sus brazos rodearon su cuerpo.

"te quiero"—fue lo que dijo. Sencillas palabras que lo dejaron congelado un momento, indefenso, y que al siguiente lo hicieron actuar impulsivo como si no contará con un cerebro, separando al chico de él, yéndose a paso tranquilo hasta perderlo de vista y echar a correr a su habitación, apenas girar en uno de los pasillos.

—mierda…—murmuró volviendo a colocar su rostro en la comodidad asfixiante de aquella almohada. Quería que la tierra se lo tragara e irónicamente mientras su mente traía esto de regreso se pregunto, si eso era lo que todos llamaban: "amor".

Porque de ser así, definitivamente era una mierda.

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