Prólogo

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La esperanza del pueblo estaba desapareciendo poco a poco, instante a instante. Nadie estaba de acuerdo a la situación con la que estaban conviviendo, pero tampoco nadie se animaba a empezar un movimiento, a demostrar sus sentimientos, ni sus necesidades, tampoco su valor, el miedo era su única religión. Se encontraban en un mundo completamente bipolar, donde en un polo, el capital movía la tierra, y en el otro, donde la división de bienes no beneficiaba a nadie más que a los Estados. ¿Qué debían elegir? No hay ningún gris, es tan sólo blanco y negro. La desesperación está colmando sus cuerpos y sus almas. El cansancio se ha vuelto una enfermedad crónica y completamente terminal. No hay diferencia de clases, no hay variedad, tan sólo dos: el gobierno y el pueblo. No importa el lugar donde resida, no importa la cultura que llevan en su interior, no importa el idioma que hablen ni las creencias en las que han basado su vida, no importa ni el color de piel ni el de ojos, todos buscan lograr un objetivo en común,

derribar al Estado.

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