CAPÍTULO ÚNICO

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Hace once años, exactamente un veintiuno de agosto, lo conocí en un vuelo con destino a Japón; ese día estábamos sentados juntos hasta que el avión aterrizara en las tierras japonesas. En ese momento no pasó por mi mente que hablaríamos pero a causa del aburrimiento de esa persona al lado mío es que respondí a su pregunta: “¿Eres estudiante de intercambio?” había preguntado y sin darme cuenta charlamos en todo el transcurso del viaje.
En realidad, ninguno de los dos era estudiante de intercambio, yo viajaba a Japón para visitar a mis abuelos mientras que Jimin, la persona que conocí en el avión, iba a hacer un recorrido turístico en dicho país. Según yo, tenía planeado quedarme solo en casa de mis abuelos porque no conocía a nadie pero antes de irnos por nuestros propios caminos, Jimin y yo intercambiamos números, entonces salimos a muchos lugares de Tokyo.
Incluso después de esas salidas seguimos manteniendo contacto, incluso cuando regresamos a Corea; nos convertimos en amigos.

Llegó un momento en el que ambos confesamos nuestros sentimientos que surgieron con el tiempo; fue donde comenzó nuestra historia de amor y fueron pasando los años en los que compartimos muchos momentos juntos que fortaleció más nuestra relación, hasta que tuve el valor de pedirle que se casara conmigo.
Era tan feliz porque Jimin aceptó, empezamos con los preparativos de la boda, él estaba tan ilusionado porque tanto para él y para mí, era nuestra primera vez. Después de la boda, de la luna de miel y dos años de estar casados, él quería tener hijos y aunque esa idea no cruzó por mi mente, yo acepté.

Era tan feliz, no me faltaba nada en la vida, tenía un esposo y un buen matrimonio, teníamos una casa, tenía un buen trabajo e iba a tener mi primer hijo con la persona que amaba, sí, todo marchaba perfecto.

Pero...

Después de varios intentos, Jimin no quedaba embarazado, fuimos a un chequeo médico y nos dieron los resultados; ese día descubrí mi problema de infertilidad. Desde ese día empecé a sentir como mi matrimonio decaía y después de unos meses, Jimin...

Me pidió el divorcio.







En el reloj marcaba las once de la mañana con treinta minutos, un suspiro escapó de mis labios porque aún sentía mi cuerpo cansado, quería dormir más aunque pronto sería la hora del almuerzo pero mi celular sonó de repente. Fue cuando me di cuenta que aún tenía trabajo, no evité suspirar otra vez de lo desganado que estaba como para ir a trabajar con dos horas de retraso.
Sabía quién llamaba así que no era necesario fijarme el remitente.

- Hola, Seokjin.
- ¿Sabes la hora que es? desde hace dos horas tenías que estar aquí.
- Lo sé y lo siento, ahora mismo me dirijo a la cantina -Respondí sin ninguna emoción en la voz y escuché suspirar a Seokjin.
- Está bien, solo apresúrate.

Y colgó sin despedirse, sabía que estaba molesto pues no era la primera vez que llegaba tarde o faltaba a pesar de sus regaños, si no fuera mi amigo lo más seguro es que sería un hombre desempleado y conseguir trabajo hoy en día era complicado.

Bajé de la cama y lo primero que mi pie sintió fue la envoltura de un snack, observé toda la habitación y me pregunté cuánto tiempo llevaba de no limpiar todo ese desorden que era todo un revuelto de ropas, objetos y basura.

Mi vida de divorciado era un desastre al igual que esa habitación.

Todos los días era lo mismo, despertaba solo en esa incómoda cama individual, me daba cuenta que estaba retrasado, veía mi cuarto desordenado, me duchaba con agua fría e iba a trabajar o faltaba, cuando llegaba en la noche a veces compraba soju y bebía hasta las cuatro de la mañana, llorando por mi divorcio y recordando el pasado.

Sí, eso es todo lo que hacía desde hace siete meses.

Cuando salí del pequeño departamento barato que rentaba, me encontré con la dueña del edificio y presentía la razón de su presencia.

CICLO CERRADO ( JiKook )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora