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Cuando algo te gusta mucho, por lo general, lo sientes pasar rápido. Es como arrojar una pequeña hoja en el cauce de un río o beberse con gusto una bebida caliente en medio de una tormenta de invierno. Exactamente así se sentía Yoongi. No había ninguna tormenta esa noche, a lo mucho había un poco de escarcha en la ventana, pero era un hecho que se estaba congelando; se encontraba sentado en medio de su sala, usando un abrigo estilo militar que casi no le gustaba, tapándose con la frazada que su madre había olvidado en su última visita y bebiendo el resto de café de la mañana cuando, repentinamente, se dio cuenta de que las llamadas de Jimin le parecían muy cortas.

Cinco horas antes, el chico le había marcado para explicarle sobre el lanzamiento de un nuevo juego que, según decían todos, iba a ser épico; ambos habían estado tan emocionados opinando sobre los gráficos y el soundtrack que en un abrir y cerrar de ojos ya habían pasado cuatro horas. Ni siquiera se habían percatado del cambio de astros ni que la gente se quejaba en redes sobre el partido perdido de los Yankees. La llamada había sido lo suficientemente entretenida como para que ninguno quisiera acabarla. Sin embargo, había sido Jimin quien cortó con la conversación cuando de fondo se escuchó que alguien le hablaba.

— ¿Es tu mamá? —le había preguntado Yoongi antes de colgar, tratando de conocer un poco más sobre su vida. Jimin era tan renuente a hablar sobre sí mismo que cualquier información le parecía valiosa y única.

Es mi compañera de piso—le respondió por lo bajo, como si se estuviera cubriendo para que nadie lo escuchara—. Se supone que iremos por un café, lo olvidé.

— ¿A esta hora?

Es la mejor, la ciudad está llena de adornos navideños.

—Sí, es verdad...—dudó—Tal vez tú y yo podríamos...

Tengo que irme.

Una hora después, Yoongi bebía café frío con todas las luces apagadas, mirando a través de su balcón que, efectivamente, la ciudad estaba completamente coloreada por la navidad. Las festividades decembrinas siempre le habían gustado mucho, casi tanto como las de octubre. Por lo regular, solía ceder a sus instintos consumistas y comprar regalos y mercancía afín, como si su sueldo fuera eterno y las deudas no existieran. Entre sus tantos caprichos, estaba el comprarse una nueva taza, también se daba el lujo de pedir productos importados, decoraba su departamento, visitaba a su familia y, si había gente suficiente en la ciudad, organizaba una pequeña cena de fin de año.

Por desgracia, esa temporada se sentía distinta a las demás. Aunque no era un invierno denso, Yoongi se moría de frío, o al menos eso le pasaba después de hablar con Jimin. Ya no era suficiente. Cada "hablamos luego" del chico lo dejaba congelado, detenido en el tiempo y siempre a la expectativa.

« ¿Y si nunca vuelve a llamar?»

Jimin se había negado a darle su número de celular, le había dicho que, de otra forma, se perdería la magia y lo que había entre ellos, pero eso sólo le provocaba más dudas a Yoongi: ¿Qué había entre ellos? Amistad, sí, por supuesto. Eran amigos. Yoongi lo había aceptado cuando se encontró abriéndole su corazón y contándole cómo se sentía después de romper con su novia.

Pero... ¿Por qué la definición le parecía tan corta? Aunque le costaba aceptarlo, sentía que había otro sentimiento complicado que se había tejido entre los dos, ¿o eran ideas suyas? ¿Por qué el tiempo pasaba rápido cuando hablaban? ¿Por qué pasaba lento cuando no lo hacían? Jamás se había sentido atraído por otro hombre, pero esta vez no era el hecho de que Jimin lo fuera, sino de que se trataba de alguien. Jimin era alguien. Alguien con quien hablar, reír, llorar y alguien a quien ahora necesitaba.

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⏰ Última actualización: Sep 29, 2020 ⏰

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