Él era un brote de clavel de los que florecen en medio de la hostilidad del campo. Se había creado una idea acerca de la majestuosa nieve: sólo deseaba abrirse al mundo y ser tocado por esos copos frágiles, casi tanto como su misma esencia.
Al pasar del clima, su cuerpo maduró lo suficiente para ser llamado joven, los días iban y venían como si el tiempo evitara ser alcanzado por el ayer, como algo imposible. Llegaba ya el invierno y su rostro se asomaba por una ventana invocando mentalmente a sus más grandes anhelos y mordiéndose los labios de la cólera por no poder salir y ser expuesto.
Hacía poco le habían puesto una serie de vendajes en tonos blancos, cubierto su espalda por un velo y envuelto su cintura con lilas y esmeraldas que lo adornaban de una forma especial y al mismo tiempo que no le permitían moverse. Fueron tales su empeño e inquietud que el florero se volcó, rodando hasta dejarle libre de aquella prisión, de esa hermosa prisión. Así como le fue permitido avanzó hasta chocar y posar sus manos sobre el vidrio, empujando con toda su fuerza el picaporte logró abrir la ventana. Nunca había sentido tanto frio y emoción al mismo tiempo, mientras su cuerpo se entumecía y congelaba, las lágrimas recorrían su rostro y se solidificaban. Los copos chocaban atrevidamente contra sus hojas, le herían, le hacían cosquillas, le hacían comprender al mundo.
Ya eran más de las siete, cuando uno a uno y todos los pétalos habían caído al suelo... rojos, como si hubiese sido un asesinato, manchaban la nieve, mientras desnudo el joven pasó a ser viejo y congelándose profirió un último suspiro de libertad.
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Para quien me hace escribir
PoetryEn esta historia se encontrarán pequeños escritos que he ido recolectando con el tiempo. De diversas fuentes de inspiración, una de las que ha nutrido más esta compilación han sido los momentos difíciles, en un segundo lugar las dudas y en un tercer...