Apareció ante mí un bosque. Pero era un bosque extraño; no había visto nada igual en toda mi vida. Una especie de neblina rodeaba el suelo y sinceramente, los árboles no parecían muy vivos. Eran iguales que los rosales que yo intentaba hacer florecer. Recordé la advertencia de Murumuru y me coloqué el brazalete; este se ajustó perfectamente a mi muñeca.
–Bueno, bueno, bueno –dije en voz alta. Volteé mi hacha y la clavé en el tronco de un árbol. Una hendidura perfecta y curva fue todo lo que quedó cuando la retiré–. El juego ha comenzado.
Sonreí y emprendí la marcha hacia el interior del bosque.
–Un elefante, se balanceaba, sobre la tela de una araña... –canturreaba, mientras miraba con curiosidad el paisaje a mi alrededor. Debían de haber pasado unas dos horas desde mi llegada, ya que el sol estaba saliendo. Estaba a punto de darme por vencida y tumbarme a descansar un rato, cuando vi algo en uno de los árboles.
Era una especie de nota, estaba pegada al tronco con fixo y se podía leer: “Help me, please”
–“Ayúdame, por favor” –leí. El inglés se me daba bastante bien y siempre había sido motivo de orgullo (por parte de mi padre) y de golpes con muucho afecto por parte de mi madre. Sonreí sólo de recordarlo.
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que no me percaté de su presencia hasta que me llegó el sonido de su respiración. Tensé todos los músculos de mi cuerpo en menos de un segundo y giré rápidamente sobre mí misma y lanzando un hachazo hacia dónde él estaba. El condenado lo esquivó cómo si nada, pero en vez de atacarme de nuevo se fundió con la niebla y desapareció. Relajé la postura y miré de nuevo la nota. Él tenía que ser el asesino del que Murumuru hablaba. Sin embargo, esa maldita demonio no me había avisado de que aquel maldito asesino mata-Yukiis (estaba segura, él hubiese matado a Yuki si continuase con vida) no tenía cara.
Tras centenas de elefantes y veinte negritos después, encontré una casa. Era bastante grande y se encontraba al filo de un pequenísimo acantilado (era pequeñísimo porque una caída sólo habría significado una pierna rota). Tenía el aspecto del resto del bosque. Grisácea por los años, (supuse)y una neblina en rededor. Miré la nota que había encontrado en el árbol. La caligrafía era humana, probablemente de un hombre y el único lugar en kilómetros era esa casa. Así que, o era del asesino sin-cara-mata-yukis o del hombre que pedía auxilio.
–¿Hola? –abrí lentamente la puerta. Esta crujía bajo su propio peso y parecía a punto de romperse a causa del moho. – ¿Hay alguien ahí?
Vaya estupidez. Era imposible que alguien siguiese viviendo en “eso”. Estaba completamente podrida y las paredes tenían grietas por todos lados. Me adentré más en la casa, cerrando la puerta tras de mí. Reccorí todas las habitaciones de la planta baja. Apenas había muebles en lo que parecía el salón (gracias a la gran chimenea que se encontraba en medio de la estancia pude reconocerlo) y en la cocina había un horno y un frigorífico que preferí dejar cerrados. También había un pequeño cuarto debajo de la escalera, pero la puerta estaba cerrada, podría haberla abierto de un golpe pero tenía que ahorrar fuerzas. Me paré delante de la escalera. En la planta superior parecía haber incluso más oscuridad. Respiré hondo y mentalicé el rostro de Yuki. Él siempre me daba fuerzas, y por primera vez en eones, su recuerdo no dolió demasiado.
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WIII espero que os haya gustado ^^ tardaré un poco en subir el siguiente :pp
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No juegues con cuchillos
FanfictionMuchos no me creereis si os digo que he encontrado algo por lo que vivir más allá de Yuki. Pero, supongo que lo hareís si admito que nada me hará olvidar la venganza. Así qué preparate Murumuru, porque este bosque no evitará tu muerte.