Espinas

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Estaba algo nerviosa, a decir verdad, "algo" era poco para todo el nerviosismo que la embargaba. Y no era para menos: Estaba en la habitación de un varón, y no de cualquier varón, precisamente del hombre que le gustaba. Y no en una situación tan "cómoda"...

Todo se remontaba hasta hace unos 20 o 15 minutos atrás. Lo habitual, cada uno haciendo su trabajo, un encuentro casual, una charla amistosa, un desastre que sale de la nada, ella rescatada, el con su uniforme hecho un desastre. Casi rutinario, la diferencia esta vez fué que, ella recibió un golpe de un antígeno, y del mismo parte de su uniforme de rasgó a la altura del busto, sin hablar del gran moretón que dejó en mismo en una zona sensible. Se armó un gran alboroto, varios llegaron a curiosear, pero - Ichiichi* (1146) siempre al rescate - Celebró 4989 viendo como el mencionado se quitó la parte superior de su uniforme para cederlo a su amiga pelirroja y cubrirla de la mirada morbosa de otras células. Mientras caminaban a un lugar donde poder cambiar su ropa, no podía dejar de pensar en lo mucho que le agradaba como sonaba "Ichiichi", casi divertido. Sabía que el código de su apreciado "Señor Leucocito" era U1146, pero hasta hace poco había descubierto que entre sus cercanos de escuadrón se llamaban entre sí por los primeros dos números de su código. Era lo más parecido a un nombre, le gustaba, sonaba divertido, casi tierno, o quizás ella lo sentía así. Quería llamarlo así también, de manera afectuosa, cariñosa, pero le ganaba la timidez, además ¿Qué pensaría él sobre ella si se tomase esa confianza?
Ambos se detuvieron, en realidad ella no sabía dónde iban, solo lo seguía. Alzó la vista para buscar respuestas en el rostro del varón, más alto que ella  aunque, muchas células son más altas que ella. Ella era una de las pocas células que tardó más en crecer, aunque no se lo decían, ella sabía que seguramente eso tenía que ver en el hecho de que debía esforzarse el doble en sus labores, porque le costaban más. Una de las razones por la cual disfrutaba tanto la presencia de aquel neutrofilo, él no la trataba como si fuera un fenómeno, le enseñaba, incluso a veces de una manera "tosca" y algo seca. No la trataba con pinzas como lo hacían sus colegas, pero a pesar de esa frialdad, también sabía cuando ser cálido, así como ella aprendió a entenderlo. A pesar de ese aire intimidante, era un ser maravilloso y muy noble.
Al ver el rostro del varón, este bajó la mirada para ver el rostro de su acompañante.

- Usaremos el ascensor, es más rápido. Además, no quisiera que te vieran así entrando a mi departamento, no quiero que hagan malos comentarios sobre ti -

Ella parpadeo un par de veces sorprendida. Recién caía en cuanta que era el complejo habitacional donde vivía el neutrofilo. Uno de los tantos bloques de departamentos, habilitados para descanso. Seguramente estaba más cerca que cualquier otro lugar, pensó ella, pues jamás pensaría mal de él.

- Tendrás privacidad para esperar que repongan o te traigan ropa. Era lo más cerca, puedes usar el comunicador de mi habitación para llamar a tu base o alguna amistad que te traiga una muda de ropa, Sekkekkyu -

- Gracias, Hakkekkyu-san - Le sonrió al tiempo que ambos entraron al pequeño ascensor. Se sentía casi orgullosa de lo listo que era el varón. A ella no se le hubiera ocurrido algo así, olvidaba que cada habitación por seguridad tiene un comunicador que conecta todo el sistema a una red. De ese modo, las células hacen sus pedidos, piden auxilio, o platican. En un principio era solo para fines específicos el uso de la red, pero con el paso del tiempo, muchos la utilizaban para fines sociales  y como no le hacía daño a nadie, nadie se quejaba.

Los departamentos eran pequeños. Tenían lo justo y necesario para una célula, un pequeño dormitorio, baño, y una salita. Algunas otras células tenían mayores comodidades pero, al menos ellos tenían eso. Al llegar al tercer piso donde estaba el departamento del neutrofilo pudo comprobar que efectivamente era un lugar igual de pequeño que el de ella, pero se miraba acogedor.