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Take me down to the Paradise city
Where the grass is green
And the girls are pretty
Oh, won't you please take me home?
—sonaba en mis auriculares mientras viajábamos en el auto, era inevitable cantar esta canción con buenas vibras, por más del mal humor que tenia.

—Tobey... —hablo entre dientes mamá, dándose vuelta en su asiento— ¿podrías quitarte los audífonos? Se supone que era un viaje familiar, para entablar mejor relación.

Si, lo que intentaba hacer desde que nací.

Asentí, no quería cabrear a mi mamá el primer día.

—Gracias. —murmuró relajando el semblante. Pero no le duro mucho así.

Estoy seguro de que hubiera preferido enojarse conmigo a tener en su campo de visión solamente un camión en dirección nuestra, a toda velocidad.

(***)

Húmedo. Es la primera sensación que tuve al despertar.

Frío. Fue la segunda. No fue algún metal lo que tomaron mis manos como esperaba. Era el brazo de mi padre. Frío, húmedo por la sangre perdida. Estaba vivo.

Busque con la vista a mi madre, su aspecto no era tan caótico como el que acababa de ver. Estaba viva.

Estábamos vivos, por Dios sabe que.

Adelanto la situación. Ya estábamos en el hospital, yo llame a urgencias. Al fin y al cabo, el hecho de que los adolescentes estemos siempre con el celular en mano, como se quejan los adultos, tiene buenos resultados. ¿No?

A mi lado estaba mi madre, a petición de mi padre nos pusieron en una misma habitación. Se lo agradecí mentalmente, no quería despegarme de ella después de lo que paso.

Mi madre siempre fue una persona frágil. Ya sea física o emocionalmente, siempre necesitaba un hombro en el cual llorar, y desde pequeño, eh sido yo.

No me malentiendan, amaba ser el hombro de mi madre, aunque haya veces que tendría que haber sido al revés, estoy feliz de haber estado siempre para ella. Es lo más preciado de mi vida.

Se lo que están pensando.

¿No deberías tener esa relación con tu padre? ¿No es lo más normal?

Pues, la tengo con mi madre. La elegiría a ella una y otra vez.

—Tobey. —Murmuró mi madre algo aturdida aún.

—Sí, Madre, aquí estoy—dije tratando de extenderme lo más posible para agarrar su pequeña mano.

—¿Donde está Fred? —Pregunta preocupada.

—Lo llevaron a otra habitación, estamos en el mismo piso, él está bien, tranquila. —Trato de tranquilizarla, siempre pensé en lo dañino que es para ella preocuparse demasiado por todos. Aunque en esta vez no era una exageración, se que ser así le traería problemas como en el pasado.

—Oh, menos mal. —Sonríe y se acomoda, instantáneamente quedando dormida. Llenando la habitación de comodidad y paz, las que me llevaron a dormirme también.

(***)

Había pasado una semana, y tocaba domingo, bello día de almuerzo familiar —notese el sarcasmo—.

—Ma, ¿podemos hablar? —le dije sin rastro de nervios, con ella nunca los había tenido para hablar.

—Obvio, espera a que termine la ensalada. —Parecía un pulpo tratando de que todo este perfecto para sus suegros, los cuales ya no tenía que impresionar después de 20 años de casados con su hijo, pero no quería perder la costumbre de ser perfecta ante todos.

Tobey ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora