Érase una vez una estatua de cristal,
cuyos padres vidrieros malcriaban y consentían,
más después del terremoto sentimental
la estatua transparente
quebrada permaneció eternamente
de modo que los artesanos le temían,
y por evitar que se fracture
olvidaron a su segunda obra:
una estatua de piedra lúgubre.
Érase una vez una estatua de roca
cuyos padres escultores olvidaron
y es que al parecer fuerte
en ella se apoyaron
evitando que a la estatua de cristal se moleste
sin pensar en la piedra agrietada
que a pesar de también estar quebrada
lucía recién lijada.