La investigación de los asesinatos se había estancado de nuevo, habían pasado dos meses desde el encuentro del oficial y el asesino, y era muy poco lo que había encontrado de Joseph. Indagando en la vida del padre del paramédico, el investigador encontró información del hombre rubio, y también encontró la razón de la venganza. Joseph había quedado en la calle sin un centavo, junto a su familia, gracias a una estafa millonaria en la que el padre del paramédico lo había involucrado, no solo a él, sino a un buen número de personas. Un tiempo después, nadie supo nada del hombre rubio ni de su familia, hasta que el paramédico lo vio matando a su padre.
El investigador estaba en su escritorio revisando una y otra vez el expediente de Joseph, y no encontraba algo que le permitiera averiguar más del asesino. Frustrado, el oficial cerró bruscamente el expediente y soltó un suspiro de resignación. Revisó la hora en su reloj de pulsera, se puso su chaqueta y salió a tomar el bus a su casa, ese día su único hijo llegaba de la universidad a pasar unos días. Dentro del bus, seguía repasando en su mente el expediente, mientras miraba a través de la ventanilla como la lluvia mojaba la calle. Al llegar a su parada, la lluvia parecía haber cesado, pero no había caminado mucho cuando volvió a llover. Siguió caminando por la calle cerca de su casa, y apresuró el paso bajo la incesante lluvia que lo había empapado por completo. Al final de la calle, dobló la esquina y entró a una casa con el jardín llenó de juguetes que uno de los niños, que su esposa cuidaba, había dejado tirados. Se apresuró aún más por llegar a la puerta, pasó la llave y entró. Se quitó el saco y lo colgó en una percha, se inclinó un poco y se revolvió el pelo con la mano, intentando sacar el exceso de agua, se irguió y comenzó a llamar a su esposa.
El silencio era casi absoluto, se podía escuchar como el viento se filtraba por una de las ventanas mal cerradas del comedor, y se dirigió a cerrarla. Sintió como el frío le calaba los huesos, y caminó rumbo a la cocina para prepararse una bebida caliente, antes que fuese a resfriarse. Al abrir la puerta de la cocina, el terror se apoderó de su cuerpo, su esposa e hijo estaban amordazados y completamente atados por una soga que los mantenía colgados por los pies. Sus caras tenían moretones y algunas cortadas, y en la mirada de sus ojos, se podía ver como emanaba el miedo que estaban sintiendo, y como pedían desesperadamente ayuda.
Kevin se acercó rápidamente a ellos para soltarlos, y antes de llegar, fue expelido contra la pared lateral por una especie de bola gigante invisible. Cayó al suelo adolorido, y escuchó una risa macabra desde el fondo de la cocina. Tenía la vista borrosa por el impacto que había recibido, y apenas lograba distinguir la silueta de un hombre que reía a carcajadas. Se levantó y trató de ayudar a su familia, y nuevamente una bola gigante invisible lo golpeó y lo alejó de ellos. Lo intentó una y otra vez sin éxito, así que mal herido avanzó hacia el hombre que lo estaba atacando, quién extrañamente no le impedía que se acercara. Lo reconoció, era Joseph usando su abrigo negro. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, dobló las rodillas para quedar debajo de los brazos de Joseph, y le lanzó una patada a los tobillos para tirarlo al suelo. Su pierna atravesó las piernas traslúcidas de Joseph, y cayó aparatosamente al piso, no era Joseph quién estaba parado allí, era una especie de proyección astral visible.
Kevin intentó levantarse varias veces, el dolor de su cuerpo era insoportable, pero al fin logró ponerse de pie y comenzó a buscar a Joseph, no debía estar lejos, la mirada de terror de su familia delataba su cercanía. De pronto, la proyección astral se materializó, y Joseph alzó sus brazos, los movió hacia adelante con las palmas abiertas, y un escudo de energía golpeó a Kevin haciendo que volara por los aires, cayendo sobre su espalda y deslizándose en el suelo, hasta que su cara quedó debajo de la cabeza de su esposa. El terror en los ojos de su esposa se incrementó, cuando vio de cerca la cara hinchada y magullada de Kevin, después de todos los golpes que había recibido.
No podía levantarse, el dolor de su cuerpo era cada vez más intenso, giró su cuerpo hasta quedar boca abajo, y comenzó a levantarse usando sus brazos. De pronto, sintió como sus pies se unían, y eran envueltos por una especie de soga invisible, que lo siguió envolviendo hasta llegar a sus hombros. Joseph lo jaló fuertemente haciendo que la cara golpeara el piso y lo arrastró hasta el centro de la cocina.
El asesino hizo aparecer una silla detrás de Kevin, y la fijó al piso, lo levantó sobre sus pies, lo sentó en la silla y lo ató por el pecho y las piernas, quedando sentado viendo a su familia aterrorizada. Joseph se acercó a ellos, se colocó delante del universitario y abrió la boca. El joven comenzó a convulsionar con fuerza, y de sus ojos emanaba una especie de niebla blanquecina muy brillante, que poco a poco fue formando la figura traslúcida del joven universitario, que se quedó quieta delante del joven, que dejó de estremecerse al salir la última gota de su alma. Los gritos de dolor demencial de la esposa de Kevin apenas podían oírse a través de la mordaza. El oficial gritaba y maldecía a Joseph dentro de un llanto quebrado por el dolor y la impotencia, y al ver como su esposa había sido abrasada por la locura, le rogó al asesino que no la tocara, que tomara su vida por la de ella, a lo que Joseph simplemente respondió soltando una carcajada.
El asesino caminó sigilosamente hasta colocarse al lado de la señora e inclinó la cara viendo al oficial y le dijo «¿Sabías que ese joven no era tu hijo? Ella me lo contó todo cuando llegué. Tu esposa estaba cansada de estar con un poco hombre como tú, estaba decepcionada de ti, y se juró a sí misma que nunca te daría un hijo, y buscó a un verdadero hombre que la devorara en las llamas de la pasión, una y otra vez, hasta quedar embarazada de él. ¿No te pareció raro que nunca más volvió a embarazarse? Se cortó las trompas para no darte un solo hijo por accidente, ¿Por qué crees que eligió tenerlo por cesárea? Que tontos somos los hombres a veces.»
La respiración de Kevin era intensa, su pecho bajaba y subía con fuerza, sus ojos llenos de odio y rabia estaban puestos sobre Joseph, y toda su ropa y piel estaba mojada de sudor, en su cara la gotas de sudor caían por ella al igual que las lágrimas de dolor que salían por sus ojos. Se movía con rabia y brusquedad, dando pequeños gemidos y gritos de desesperación mezclados con rabia. Sentía como la sangre hervía dentro de él, pero esa especie de silla de concreto que no podía mover, si zafarse de esas ataduras aumentaba su cólera, y volvió a gritar y a amenazar a Joseph, exigiéndole que se alejara de su esposa.
El asesino lo vio con confusión mientras le decía «No lo entiendo oficial, lo estoy ayudando a vengarse de la traidora e infiel de su esposa.» Kevin seguía amenazándolo y exigiéndole que se alejara, sus brazos empezaron a sangrar por la presión de las ataduras ante el esfuerzo del oficial por soltarse, y la sangre empezó a teñir la soga invisible. Un cuchillo salió de la manga del abrigo de cuero, y Joseph lo tomó por la cacha. Se acercó a Kevin hasta colocar sus ojos delante de los de él. La sangre en la soga comenzaba a caer al suelo, y el asesino lanzó una profunda carcajada ante el inútil intento de su víctima de levantarse de la silla. Lentamente, Joseph regresó al lado de la esposa de Kevin, que aún tenía la mirada desviada, y entre los gritos y amenazas del oficial, el filo del cuchillo atravesó de lado a lado la garganta de la mujer, degollándola. Un silencio aplastante se hizo presente. Desde su silla, Kevin veía aterrorizado como la sangre emanaba a borbotones del cuello, deslizaba por la cara de su esposa, y caía al suelo, formando un enorme charco rojo que se negaba a acercarse a Joseph. El oficial parecía congelado en su silla, con los ojos bien abiertos, así como su boca, mientras el llanto no cesaba de salir de sus ojos.
Cuando la última gota de sangre abandonó el cuerpo de la mujer, el alma salió como una sola entidad, y Joseph con un movimiento circular de sus manos la giró hasta quedar de pie delante de la mujer. Como si se tratase de una clase magistral en la universidad, el asesino explicó que si primero salía completamente el alma antes de que el cuerpo haya muerto, era como haber nacido sin alma, sin un alma, ninguna parte del cuerpo, por pequeña que sea, tiene vida, por lo tanto todo muere al mismo tiempo.
Joseph tomó un respiro se acercó a las formas traslúcidas y abrió la boca. El alma del joven comenzó a entrar plácidamente en Joseph a través de su boca, y luego la de la mujer. Con un gesto cortés, le dio las gracias a los cuerpos sin vida delante de él, y luego se acercó a Kevin de forma sigilosa, se agachó hasta que sus caras quedaron frente a frente y dijo «yo soy el devorador de almas, el que entra en mí, no volverá a tener vida jamás.» Joseph abrió la boca y comenzó a devorarle el alma al oficial.
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Muertes en Puerto Mérida
HorrorDurante años la policía había encontrado cadáveres de personas a quienes los forenses no pudieron identificar las causas de la muerte, sembrando duda sobre la existencia de un asesino, pues tampoco había una definición de muerte natural. Todas las m...