Killer Queen

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¡Hola! Me reporto otra vez (esta vez puntual, ª) y hoy nos toca "pegging".

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Las graderías rellenas en estudiantes reventaban en ovaciones, gritos y caos que los profesores trataban de controlar, aunque no al punto de pararles el regocijo por el partido de volleyball que presenciaban. Después de todo, los torneos entre los internados de la ciudad eran dispuestos justamente para que, mes a mes, estos soltasen todo el agobio de convivir tan cerca de sus estudios y tan lejos de sus familias. Esos espacios de recreación lo hacían pasable, además que avivaban la sana competencia entre las instituciones de la ciudad.

Era casi como un festival para ellos, el hecho de que viniesen en gran número también atraía a los vendedores locales que les abastecían de refrescos y toda clase de chucherías para que se atiborraran por los nervios de ver si sus equipos ganaban o perdían ante las escuelas adversarias.

Partido tras partido, los jóvenes se movilizaban entre los espacios abiertos y cerrados del coliseo en los cuales había desde carreras, hasta fútbol, natación y todo lo que pudiese ser vitoreado y fortaleciese la identidad de ellos como estudiantes; algunos se dirigían a donde estaban los equipos de sus colegios, otros hacia los partidos del deporte de su preferencia. Y entre los menos concurridos en ese instante, se estaba llevando a cabo el torneo de ajedrez.

Si bien no habían muchos espectadores, así resultaba mejor. El bullicio no era bien solicitado en un ambiente donde el público requería concentración para apreciar las sagaces jugadas con las que un participante podía abatir al otro en cuestión de minutos. En ese instante, el grupo de cinco estudiantes del internado mixto del Norte se retiraba tras ser vencido en su mayoría por aquella escuadra de varones con uniformes azules acomodados de forma prolija.

Todos pertenecían al mismo club, pero el grupo no se veía del todo homogéneo, pues entre el promedio de contexturas delgadas de estos estudiantes destacaba la alargada figura de anchos hombros perteneciente a Jotaro Kujo. Por aquella apariencia suya, cualquiera hubiera preferido verlo desempeñándose en los deportes con requerimiento físico. A Jotaro no le importaban las opiniones, desde hace un año había dejado el equipo de básquet para unirse al club de ajedrecistas. Él sabía lo que hacía y por qué lo hacía.

Mirando la proximidad de las cinco siguientes contrincantes, el joven se acomodó la gorra que llevaba. Quería lucir agradable, pues la razón de que estuviese en ese club se estaba acercando entre ellas. Con el rojo cabello de ensueño que sujetaba con un listón y el uniforme verde ciñéndose a su cintura, la muy correcta Noriaki Kakyoin aún no se dignaba a dirigirle la mirada. Iba charlando con su grupo de forma casual, luciendo tan sosegada como siempre.

Ellas pararon frente a la mesa con el tablero ya ordenado para jugar las posteriores partidas, cada quién dándole la cara al que le tocaba enfrentar. Entonces por fin los ojos violeta de la chica le recorrieron de pies a cabeza.

No podía dejar de acomodarse la gorra de las ansias y tenía tantas ganas de desatarse al menos un botón de la gabardina por el bochorno de verla, pero no debía dejar de dar esa imagen de estudiante modelo. Así que se aguantaba.

Las compañeras de aquel colegio de señoritas las miraban desde las gradas y con palmas mesuradas, les transmitían ánimos. Trató de sonreírle a Noriaki, pero solo recibió una ceja enarcada, resaltando su mirada de desafío. Parecía decidida, Jotaro temió que le ganase en esa ocasión.

Se estaban distrayendo tanto en su intercambio de mudos mensajes que ni se percataban que la primera partida entre sus compañeros ya estaba por la mitad. Tampoco es que estas durasen mucho tiempo, movían las piezas casi de inmediato y ante el mínimo descuido, el otro ya tomaba la ventaja. En este caso fue la chica.

Honeymoon is forever (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora