Parte Única

303 39 8
                                    

Aesop era, lo que podía ser llamado, un imán de mala suerte.

Desde pequeño, cuando conoció esa expresión, se ha identificado con ella.
¿Cómo sino podía ser llamada una persona cuya suerte fuera, además de nula, tan mala? Entonces Aesop se llamó a sí mismo de esa forma.

Los desastres que le sucedían eran tantos que ya no podía contarlos, y a este punto siquiera podía recordarlos todos. Iban de cosas tan mínimas como dejar caer tu taza favorita o aplastar sus dedos con una puerta hasta cosas catastróficas como la misma muerte. Aesop había estado al borde de la muerte varias veces, pero inesperadamente las personas junto a él acababan muriendo. Ahora, dejó de ser "inesperadamente".

Luego de la muerte de su maestro, Aesop se encargó del negocio. Las ganancias no eran magníficas, pero tampoco deplorables; Aesop podía vivir sin problemas, aunque no podía darse lujos.

Rentaba un apartamento a las afueras de la ciudad. Era un lugar aparatoso y sucio, aunque Aesop se encargó de darle cuidado.

No era fanático de las plantas al principio, pero, sinceramente, era lo único que mejoraba la apariencia del lugar. No era tampoco muy amplio, pero suficiente para una persona.

Después del trabajo, tenía que viajar bastante. El camino del trabajo a casa y viceversa era largo, pero compensaba el precio del lugar. Era incómodo, mucho, pero Aesop no tenía siquiera opinión.

A pesar de todo, debía confesar que su trabajo le gustaba. Sí, le gustaba.

Su mentor le enseñó cómo hacerlo, le instruyó en la utilización de las brochas, cada una era distinta a la otra. Acabados diferentes, unos delicados, otros toscos. Los colores debían saber usarse, el contrario a la paleta de colores, o quizá el siguiente. Aprender tomaba tiempo, pero Aesop fue paciente. En su mundo, miraba atentamente y memorizaba. Recordaba tan naturalmente como si fuera parte de su ser.

Maquillaje era solo la parte final del trabajo, aunque su favorita. Devolver el color era como devolver parte de su vida. Una vez los labios dejaban de verse azules y la piel pálida tomaba ese satisfactorio tono rosado, Aesop sentía que la persona podría, en cualquier momento, respirar nuevamente. A veces su mismo pensamiento le daba escalofríos, porque honestamente prefería estar rodeado de personas que, ya no estuviesen con vida.

Se preguntaba si estaba del todo bien arrebatarles la apariencia de muerte que les fue otorgada, pero, al ver su trabajo finalizado, no podía más que halagar su obra en silencio. Se sentía satisfecho entonces.

Una vez, tuvo que presenciar una sesión fotográfica.

Aesop no veía nada de raro en ello, era una simple sesión fotográfica después de todo. Pero, una vez le dieron los detalles, no pudo evitar sorprenderse.
La sesión sería algo fuera de lo común; fotografía post mortem.

La familia de la fallecida, una anciana de 102 años, tenía la petición de esta de fotografiarle de esta forma. Una petición que, pensó Aesop, era normal para alguien de su edad.

Esta vez, la familia había acudido a un embalsamador diferente, porque venían de una ciudad lejana. Sin embargo al ser el trabajo de Aesop recomendado, decidieron dejarle a él los trabajos finales. Aesop fue contratado únicamente para maquillaje y vestuario, aunque esta vez hizo un extra nada habitual para arreglar un pequeño escenario, donde se haría la sesión fotográfica.
Sobre el estudio del fotógrafo que Aesop cuestionó dónde estaría, dijeron que no estaba aclimatado para recibir personas no vivas, así que lo harían en el lugar de trabajo de Aesop. Y, por supuesto, le pagarían por el trabajo y escenario prestado.

El fotógrafo llegó casi al mismo tiempo que el cuerpo.

La anciana se veía bien. Su piel no estaba muy dañada y no tenía heridas; había tenido una muerte natural. El trabajo de Aesop no sería muy difícil.

『Anhelo de Inquietud』 「Sephcarl」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora