Legoshi

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Era de madrugada, ligeras corrientes de aire frío recorrían la ciudad instando a los animales a ajustar nuevamente sus abrigos y meter las manos en los bolsillos, pero, para los jóvenes que se encontraban en el club nocturno en el centro de la ciudad, no era necesario.

Pina salió del lugar riéndose mientras con ligeros empujones se abría paso entre el resto de los animales, detrás de él le seguían sus compañeros de habitación de la escuela, una vez todos afuera el carnero soltó un grito de júbilo seguido de una carcajada.

—¡Eso fue divertido!

—No jodas, Pina —le reclamó molesto uno de sus compañeros, rodando sus ojos.

—Amigo, tienes que calmar tus ganas de coger —agregó otro de sus compañeros mientras reía.

Una corriente de aire sopló, los jóvenes animales temblaron excepto Pina, quien respiró profundamente y exhaló, necesitaba enfriarse un poco después del calor de la pelea ocurrida dentro del club. ¿Quién diría que la hembra con la que se estaba besando tenía novio?

—Creo que es momento de regresar a la escuela...

Comenzó a hablar uno de los chicos, pero fue interrumpido por el galante Pina.

—¿Qué? ¡No!

—Pina, casi nos dan una golpiza ahí dentro —el enojo era obvio en el tono de voz de su compañero.

—¡Sí! —gritó uno más, irritado—. Todo porque tenías que andar seduciendo hembras, como siempre.

—¡No sabía que la chica tenía novio! En mi defensa, ella me besó primero —replicó Pina—. Pero, conozco otro lugar, muy bueno también... —el carnero hablaba con emoción, tratando de persuadir a sus compañeros.

—¿Y en dónde está ese lugar? —preguntó uno con curiosidad.

—En el mercado negro...

—¡Ni hablar! Nos vamos.

—¡Chicos, aún es muy temprano!... ¡Apenas van a dar la una de la mañana! —insistió el carnero.

—No, Pina —dijo tajante su compañero.

Sus compañeros le dieron la espalda y Pina rodó los ojos.

—¡Muy bien, maricas, iré yo solo! —gritó alzando los brazos.

Al ver a los demás alejarse, el carnero tomó su celular y buscó rápidamente entre sus contactos a cierto lobo gris. Marcó, una, dos, tres, cuatro, cinco... ¡varias veces!, fueron muchas llamadas y ninguna fue respondida.

—Estúpido perro —masculló.

El carnero guardó su celular y emprendió camino hacia el departamento de Legoshi.


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Los persistentes golpes a la puerta y los gritos diciendo su nombre, fueron los causantes del despertar de Legsohi.

—¿Qué demonios?

El joven lobo se levantó, tropezando con la sabana que se había enredado en su pie, caminó hasta la puerta y la abrió, sorprendiéndose al ver al animal inoportuno afuera de su departamento.

—¿Pina?...

El aludido hizo a un lado al lobo y entró a la habitación. Legoshi estaba confundido, no dijo nada ante la actitud del herbívoro, ya conocía sus desplantes arrogantes junto con sus burlas ofensivas; cerró la puerta y se acercó al menor.

Adicto a la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora