Desde lo más alto de la cúspide atmosférica, los copos de nieve se precipitaban en una danza de ilusiones blancas, surfeando con la majestuosidad de un invierno aún sutil en el fuerte vaivén arremolinado de la brisa que recorría las cumbres de las montañas, en la provincia de Rose.
El endeble brillo solar, tan típico de la estación, se filtraba por entre las capas de nubes que teñían al cielo de un cenizo ebúrneo, e iba directo a difractarse en estelas de esplendor dorado sobre las aguas del gran lago de Trost, aún descongeladas pese al frío temporal.
Las avecillas diurnas que no migraban en esa época ya habían despertado para entonces, y comenzaban a romper con sus trinos armoniosos el profundo letargo del bosque nevado que se extendía hasta tierras distantes por todo el resto valle. Gris, castaño verdoso, amarillo, un poco de azul y hasta algo de rosa y magenta albinos daban pizcas de vida por doquier al implacable sepulcro de nieve que había dado fin a la vegetación naranja, durante la segunda mitad del último mes y pocos días.
Quizás, el exceso de detalles lindos en ese cautivador paisaje era aquello que estaba privando a Armin de poder apreciarlo a consciencia plena, de ejecutar su disfrute interno, pero justo en ese instante, encontraba muchísimo más lógico y probable que fuese aquel abrazo en el que los brazos de su princesa lo amparaban lo que lo estaba manteniendo exento de las cualidades hipnóticas de la naturaleza hibernal, lo que lo estaba manteniendo aislado de todo lo que no concerniera a su presencia.
Su lenguaje corporal era una paradoja extraña, refleja en los inexplicables temblores de emoción que recorrían los rincones más remotos de su ser, sin embargo, exuberaba tanta apacibilidad que sería imposible imaginarse que era presa de ese placer.
—A veces... —por un segundo, vaciló ante el impulso de exteriorizar sus pensamientos—, a veces no entiendo cómo lo haces.
Aún de rodillas sobre la tierra fría de la cima de la colina, Historia afianzó lentamente la unión de su pecho contra la espalda de él, abrigándole un poco más la cintura con las manos. Liberó un suave jadeo de conformidad, sus labios gélidos compusieron una sonrisa inocente y, satisfecha con la situación, alejó su barbilla de la cabeza de Armin, deslizando la suya por un costado hasta dejarla recostar en la hendidura del hombro viril.
—¿No temblar con este clima? —preguntó con dulzura.
Los mechones lacios de ambos volaron por un momento, con una caricia súbita de las ventiscas; varios de los cabellos rubios de Armin llegaron a golpear con suavidad el rostro de Historia, sin embargo, el hecho no le supuso a ella una incomodidad de ningún tipo. Entre otras cosas ajenas a él, el viento también se llevó consigo la nubecilla condensada vaho en la que se había convertido su aliento, al haber lanzado una exhalación curiosa ante la interpretación errónea que la muchacha había hecho de su comentario.
Alzó una mano enguantada de su muslo, para pactar un encuentro entre sus dedos y el pequeño puño cerrado de Historia que se posaba tenso en su abdomen. Acarició sus nudillos con ternura, aun por sobre la tela que los protegía.
—No —refutó con suavidad, fue más un sonido que entró en fusión con su risa tenue—: borrar lo que sobra y desconectar mi mente de todo; hacer que vuele en ti, sin alas. No sé cómo lo consigues.
Cuando terminó de hablar, segundos de un silencio crudo corrompieron el coloquio. Fue una afonía tan seca que le hizo sentir inestable.
La suavidad con que los brazos de Historia fueron abandonando su cuerpo le intimidó aún más que el previo lapso de hielo. El hechizo que lo había envuelto se desvaneció en trizas abstractas, de a poco, dolorosamente, a medida que la única hada que podía conjurarlo se iba apartando de él, como si el haberlo descrito en alta voz fuera la vil antítesis capaz de destruir tanta magia.

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Tres de Noviembre
FanfictionNo fue nacer a la vez ni del mismo vientre lo que los hizo gemelos, sino haber sido incubados juntos por las brasas puras de una matriz que crea lazos más fuertes: la matriz del amor. Con cada abrazo acogedor que ella le ofrecía Armin lograba confir...