¡Ups!

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Había comenzado el mes de marzo y en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería podía sentirse aún la brisa fría que dejaba el invierno, la escarcha que se derretía por los rayos de sol que comenzaban a brillar con intensidad y que, eran la fuente de calor para quienes caminaban a las afueras de la calidez del castillo.

Esta época era la que más le gustaba a Harry, porque los colores que traía consigo la primavera lo llenaban de energía positiva, además, le daba un aspecto más floral y cálido a lo frívolo de la fachada de la escuela, que a su parecer a veces daba un aspecto terrorífico y deprimente.

Luego de la batalla en donde derrotó al Señor Tenebroso se había dado tiempo para reencontrarse, ya que, todos esos años de colegio no fueron los más seguros, mucho menos los más gratificantes en la vida del Elegido. Es por eso por lo que disfrutaba más de la vida, priorizaba su persona y definía lo que quería estudiar luego de Hogwarts. Fue así como decidió no seguir con el legado de James Potter, su padre, de ser Auror, eligiendo así la Medimagia como su meta a lograr.

Pensando en ello caminaba por los pasillos junto a sus mejores amigos, los tres se dirigían a desayunar al gran comedor antes de su primera clase.

––...pienso que serias un gran cuidador de dragones, Ron, es algo que llevas en la sangre––animaba la castaña a su amigo. Si, cuando la guerra terminó se dieron cuenta que el beso que se dieron fue a causa de la adrenalina y las posibilidades de morir en la Cámara de los secretos, además de los sentimientos que tenían por ciertas serpientes.

––Es cierto, Charlie es muy bueno en su trabajo, no veo que tu tengas inconvenientes con estudiar eso––agregó el azabache sentándose junto a Ron, quedando los dos frente a Hermione––serias un excelente domador de dragones.

––Bueno, estoy pensando en otras opciones, no quiero solo aferrarme a una idea y no saber qué hacer en caso de no lograrlo––se encogió de hombros––aunque debo apresurarme, no queda mucho para terminar la escuela.

––Tómalo con calma, en su momento sabrás que hacer––aconsejo la leona mientras abría un libro y se sumergía en su lectura.

El trío de oro se quedó en silencio y Harry aprovechó para buscar a cierto rubio de ojos grises.

Lo encontró sentado en su mesa junto a Zabini y Parkinson, aquellos que se habían mantenido leales y no lo habían dejado solo el último año. Luego de que Narcissa lo ayudo diciendo a Voldemort que había muerto, se había sorprendido cuando "milagrosamente" revivió y Draco le lanzó su varita para intentar matar a Naggini, el último horrocrux, y es que el menor de los Malfoy, a pesar de no estar de acuerdo con los ideales de su padre, siempre supo de qué lado estaba. El de Harry Potter.

Aquel acto no fue más que el detonante para revivir el enamoramiento que tenía en quinto grado por el Slytherin, bueno, quizá comenzó antes, mucho antes.

Por ello, cuando Ginny le dijo que no podían estar juntos porque amaba a Luna, él aceptó sin más la decisión de la chica, quedando, así como buenos amigos y pidiéndole ayuda para acercarse un poco más al príncipe de las serpientes. Claro que, no lo tuvo fácil, pues el rubio era más escurridizo de lo que parecía, tanto así que se la pasaba pegado al mapa merodeador para saber dónde estaba y como encontrarse "casualmente" con él.

Al final hicieron una tregua, conversaron unas cuantas veces, trabajaron juntos en Pociones y jugaban Quidditch por las noches. Aunque no tuvo grandes avances, al menos ahora se dirigían la palabra sin matarse, no obstante, el león no dejaría de insistir y perseguirlo para poder invitarlo a salir o se dejaba de llamar Harry James Potter Evans si no hacía caer al perfecto Draco Malfoy.

Miraba embelesado como el ojigris comía sensualmente su manzana verde, las favoritas de SU dragón. Succionaba el jugo que la fruta soltaba en un movimiento casi erótico, lamia sus labios y cerraba los ojos con placer. ¡Carajo, hasta comiendo es sexy!

Suspiro más enamorado y excitado que nunca, recargo la barbilla en su mano mientras las palabras salían solas de su boca.

––Es tan perfecto––mordió su labio inferior sin despegar la mirada de tan maravillosa obra de arte.

––¿Blaise? Sí, ¡¿verdad?!––preguntó el pelirrojo comiéndose al moreno sentado junto a Draco.

––No...?––respondió confundido sin salir de su embelesamiento.

––Oh no, claro que no, ¿Quién es perfecto entonces?––sonrió algo nervioso mirando su comida.

––Draco, ¡Solo míralo!––suspiró profundamente con ojos brillantes.

El ojiazul se quedó en silencio procesando la confesión de su amigo.

––Espera, ¿Te gusta Zabini?––preguntó volteando a encarar a Ron con los ojos entrecerrados.

––¿Te gusta MALFOY?––rebatió levantando una ceja.

Ambos chicos empezaron a carcajearse como locos atrayendo la atención de todos en el comedor. Al parecer la manera de confesarse había sido divertida para ambos que no pudieron evitar estallar en diversión.

––¿Qué les pasa ahora?––preguntó la castaña con el ceño fruncido, su lectura estaba tan entretenida que ni siquiera presto atención a lo que decían sus amigos hasta que escucho como casi escupían los pulmones por la risa.

––¡¡¡TE GUSTA ZABINI!!!––gritaba el ojiverde agarrándose el estómago por la risa.

––¡¡¡TE GUSTA MALFOY!!!––gritó de igual manera el pelirrojo pegándole a la mesa divertido.

Todo el salón se mantenía en silencio por las revelaciones de los héroes más famosos del colegio.

Los Gryffindor estaban aterrados.

Los Hufflepuff sonreían con ternura.

Los Ravenclaw fruncían el ceño con intriga.

Los Slytherin, bueno, ellos solo rodaban los ojos y sonreían engreídos.

El trio de plata, en especial Draco y Blaise escupían al mismo tiempo el pedazo de manzana y el zumo de calabaza. Fijaron su mirada sorprendida en los dos leones que se reían como focas, en el proceso se sonrojaron con la atención que las otras mesas les daban.

––Me debes 5 galeones, Mione––susurraba Pansy por lo bajo sonriendo.

La mesa de profesores se encontraba en shock con los cubiertos a medio camino del plato, algunos miraban a los Gryffindor como si les hubieran salido tres cabezas, otros miraban de los leones a las serpientes y viceversa, los menos sorprendidos solo sonreían divertidos.

––¡Felicidades! Acaban de confesarse ante todo Hogwarts...––dijo una Hermione fastidiada por haber perdido la apuesta con su novia.

Los dos amigos redujeron su risa ante las palabras dichas por la ojimarrón y notaron la tensión entre todos los alumnos y profesores. Un tosido se escuchó en medio del sepulcral silencio que los hizo reaccionar.

––Carajo––susurró el menor de los Weasley sonrojándose fuertemente.

––Ron, vámonos de aquí––codeo al pelirrojo un Harry igual de sonrojado con la vista al suelo.

El de pecas asintió y como si lo hubieran ensayado, ambos se levantaron al mismo tiempo y emprendieron su camino a la salida con paso rápido sin mirar a nadie.

De haber volteado a la mesa de Slytherin, se habrían dado cuenta de que un moreno se levantaba sereno siendo seguido por un rubio, que, al saberse correspondidos por sus grandes amores habían decidido ir por ellos y demostrarles que no eran tan indiferentes a sus sentimientos.

Y es que, quién se resistiría a una confesión frente a toda la escuela, digo, quien mejor que aquellos distraídos leones para ese par de serpientes ególatras.

––Potter fue a la torre de astronomía, le encanta ese lugar––dijo sonriente el heredero de los Malfoy caminando a su encuentro con el-niño-que-vivió.

––Bueno, el campo de Quidditch es el lugar favorito de Ron––habló al aire con las manos en los bolsillos dando pasos calmados hacia las afueras del castillo.

Como dije, distraídos leones.



Espero les guste y me regalen su voto, es con mucho amor para el fandom Drarry y Blairon

Besos, Nebulosa Dragón.

Confesiones torpes del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora