Marion

95 29 47
                                    

Temprano en la mañana, Marion salía a trotar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Temprano en la mañana, Marion salía a trotar.

Últimamente esto se convirtió en una especie de "terapia" que había aplicado en su vida. Salía en las mañanas a correr unas cuantas cuadras alrededor de su casa y se devolvía. Al parecer, tenía muy buen efecto, pues el deporte la mantenía alegre, equilibrada y sobre todo cuerda. Quedaban dos semanas para su graduación, y el estrés que recibía era demasiado; sumado al cansancio por estar despierta hasta altas horas de la noche, agregando que, su reloj biológico la hacía despertar muy temprano. Era demasiado.

Salía de su casa sin bañar, y antes de cruzar el umbral de la vivienda, sacó unos audífonos y un reproductor de música que mantenía en un cajón de una pequeña mesa en la entrada de la casa, los acomodó en sus oídos, salió de la vivienda y comenzó a trotar.

Luego de unos metros de trote suave y sumergida en el ritmo de la música, una niña de rizos rubios, de rostro redondo con algunas pecas y de atuendo deportivo similar al de Marion, se acercó.

-Hola, Marion -saludó la niña, con una sonrisa.

-Hola, Lucy -respondió, mientras se quitaba los audífonos para tener total atención en la pequeña.

-¿Sigues saliendo a correr en las mañanas? -preguntó la niña con curiosidad.

-Sí -respondió, poniendo una mano sobre su frente para tapar su rostro de los rayos del sol mañanero y así, poder ver mejor a la niña. El sol era fuerte, golpeaba su rostro y le impedía ver con claridad a Lucy-. Llevo dos meses haciéndolo, en unos días entraré al gimnasio con mi amiga Erin.

-¿Puedo ir contigo? -preguntó la niña, y Marion sabía de qué hablaba, vio los pies de la pequeña y se percató de que llevaba puestos unos patines.

-Ahora no, Lucy -se excusó Marion, poniendo la mirada más triste que pudo dibujar en su rostro, mientras se acomodaba nuevamente los audífonos-. La otra semana voy a patinar contigo, podremos ir al parque.

Lucy sonrió y seguido a ello, asintió.

-Le diré a mis padres -habló la niña, señalando a una pareja de adultos que se acercaban a ella.

-Me parece formidable. -Marion sonrió a la pequeña y pulso "play" a su reproductor-. Salúdalos de mi parte. Me alegra saludarte.

Marion extendió la mano, como en señal de saludo a la pareja que se acercaban a su hija. La pareja imitó el movimiento de Marion, extendiendo su mano derecha para despedirse.

-Cuídate -pronunció Lucy a modo de despedida, mientras sacudía su mano en la distancia y Marion retomó su trote.

La mayor parte del tiempo, los asuntos de la universidad le inundaban su cabeza. Aunque desde hacía varios años convivía con su "nuevo y mejorado" padrastro, esta idea le perturbaba también sus pensamientos, ya no era aquel hombre frívolo y pervertido, ahora era un padre de familia que se preocupaba, no sólo por ella, sino también por su mamá.

Un gruñido salió de su interior ante todos los pensamientos acumulados. Debía concentrarse en su entrenamiento, después de todo, era lo único que la mantenía tranquila y en sus cabales.

A pesar de que todos los días era la misma rutina, no podía evitar pensar en todo aquello que le abrumaba; la graduación estaba a días de distancia y toda la presión recaía como toneladas de cemento sobre ella.

Luego de su entrenamiento, llegaba a casa para continuar con su proyecto de grado. El proyecto consistía en una exhibición de pinturas según el estilo más ajustado a su personalidad. Ella había decidido una exhibición de arte de estilo expresionista.

Después de una ducha en agua fría y ponerse sus prendas de "trabajo" -algo de ropa que pudiese ensuciar- comenzó con sus pinturas. Su habitación era enorme, y parte de ella, estaba destinada a su lugar de trabajo, sólo consistía en un enorme escritorio, una pequeña biblioteca; donde no solo hay libros, sino algunos vinilos y pinceles acomodados desordenadamente. También había repartidos en el suelo varios de sus lienzos cubiertos con un trozo de tela para que no se ensuciaran, ni se llenaran de polvo. Le faltaban tres pinturas y aunque tenía una semana por delante para su exhibición, era una tarea que no podía desplegar rápidamente, ni en cuestión de horas; a veces, su mente se opacaba, las ideas no llegaban, se ponía irritante y destrozaba lo que había comenzado. Iniciaba una nueva idea y así iba su vida. Era muy exigente consigo misma.

Luchó por no dejarse hundir por la presión y sus actividades, quería hacer un excelente trabajo, pero, también, quería mantener su vida social intacta, en ocasiones salía con sus amigos y con algunos compañeros de la facultad para poder distraerse y no dejarse consumir por sus labores.

Despiadada Venganza © [disponible en físico] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora