Parte única

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Rin y Bon caminaban con cierto cansancio por las calles, de regreso a la academia luego de una misión que habían completado juntos. Okumura, como siempre, había traído algunos problemas a Suguro durante el exorcismo, los suficientes para hacerlo enfadar al menos pero no tantos como para arruinar el trabajo.

Pasaron por varios locales y algunas casas; una tienda de flores, una juguetería, etc. El medio demonio se detuvo frente a un restaurante con ojos interesados y animados. Su mano se extendió y tomó a Ryuji por el dobladillo de su ropa, parando repentinamente su marcha. El de múltiples perforaciones se giró a mirarle con un deje de molestia e intriga mientras se paraba a su lado.

—¡Ve! — señaló con un dedo un cartel que colgaba en la ventana en un pizarrón pequeño y lindo.

El anuncio decía que había promoción de dos por el precio de uno en ciertos platillos del menú. ¡Una gran oferta!

—Deberiamos entrar.

—Okumura— respondió Bon, logrando que la sonrisa del aludido se borrara un poco—. ¿Acaso no sabes leer?

—¡Por supuesto que sé!

—Entonces, ¿te has fijado en la condición de esta promoción?

Rin arrugó las cejas con duda y volvió a mirar el pequeño pizarrón. En la parte inferior con letras diminutas aclaraban que esto sólo sería efectivo en parejas.

Una mano se posicionó debajo de su mentón en un gesto meditabundo antes de chasquear los dedos y volverse a su acompañante. Suguro parecía un poco angustiado por la sonrisa que decoraba el rostro del contrario.

—Ya sé— decía el pelinegro—. Entramos, fingimos que somos novios, comemos, pagamos y nos vamos.

Ryuji le miró como quien observa a un desquiciado.

—No— Rin le tomó del brazo cual niño pequeño ante su negación.

—Anda, Suguro. Dicen que este lugar es muy bueno, aunque muy caro. Es una buena oportunidad. Tenemos que aprovecharla. ¿No tienes hambre?

El aludido se giró hacia el local, pensativo, y percibió el aroma a comida deliciosa preparándose. Su estómago rugió suavemente, anunciando que, sí, sentía hambre. Volvió a observar a su acompañante que le miraba con ojos insistentes e infantiles.

—Bien— aceptó Suguro y Okumura exclamó con emoción.

Tras ello, Rin tomó la mano del más alto y lo arrastró hacia el interior del restaurante con velocidad. Se aproximaron a una mesa y se soltaron para acomodarse en las sillas que descansaban una frente a otra. Ryuji miró un instante su palma abierta, sintiendo el abandono y la frialdad del ambiente al ser alejada de la mano del adverso. Luego, como Okumura, sujetó el menú de plástico que yacía sobre la mesa de madera.

Sus ojos oscuros se alzaron un momento para admirar al animado joven de cabellos negros que inspeccionaba cada uno de los platillos. En medio de la mesa había una parrilla bastante grande, acompañada de algunos utensilios de cocina, como pinzas y algunos cuchillos para carne, y Suguro reparó en ello a penas hasta ese momento.

Rin se veía muy contento y una sonrisa permanecía inmóvil en su claro rostro. Bon entonces pensó que podía soportar las ocurrencias de su amigo si eso significaba verle así. Meditó su decisión justo a tiempo para cuando el mesero llegó y tomó su orden con una actitud amable y servicial.

Los ojos azules admiraron el lugar con dedicación y curiosidad; no se veía muy diferente a otros sitios que había visitado. La gente alrededor suyo estaba totalmente concentrada en sus respectivos asuntos, degustando la comida y charlando animadamente.

Fingir una realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora