— Yah Kim MinJu, no puedes ir por ahí pidiéndome que te compre comida cuando puedes hacerlo tú misma. Soy una persona ocupada, ya sabes — le dije a MinJu por teléfono.
Iba camino al café a comprar algo para comer, MinJu dijo que HyeWon se le antojo un pastel de queso con arándanos.
Esa chica puede literalmente comer todo.
— Unnie, ni siquiera estabas haciendo algo. Sólo estabas en tu celular — MinJu respondió, me imagine a MinJu poniendo los ojos en blanco mientras decía eso.
— Tú misma lo dijiste, yo estaba en mi celular. Por lo tanto, estaba ocupada — Le respondí.
— Unnie, eres increíble — Ella dijo con incredulidad.
— Sí, lo que sea — Corté la llamada.
Llegué al café y entré. No había mucha gente hoy, sólo unos pocos estudiantes haciendo algunos trabajos escolares.
Fui al mostrador y pedí un pastel y 6 tés para llevar.
Mientras esperaba mi pedido, miré alrededor del café. En una esquina, había un chica sentada sola, jugando con su teléfono. Mi corazón empezó a latir muy rápido y empece a sentir mariposas en mi estómago.
Qué coincidencia.
Tomé mis órdenes del mostrador y me acerqué a la chica.
— ¿Yuri? — La llamé.
Ella me miró — Oh Unnie, Hola — sonrió, mostrándome los dientes.
Esa sonrisa otra vez.
Sentí como mi corazón fue palpitando mucho más fuerte aún.
Me senté en frente de ella — ¿Qué haces aquí? ¿Por qué estás sola? —
— Estaba esperando a WonYoung pero ella me dijo que ya no vendría — Ella dijo, dejando su teléfono con una cara increluda — ¿Qué hay de ti unnie? — preguntó.
— Me pidieron que comprara algo de comida para las chicas. Ellas piensan que no soy una persona ocupada, así que me dan órdenes y soy aún mayor que ellas, ¿cómo pueden...? — Deje de hablar, dándome cuenta de lo tonta que sueno ahora mismo.
Miré a YuRi y se estaba riendo de mí.
— Eres tan linda Unnie — dijo. Sentí que mi corazón saltaba y las mariposas invadían mi estómago.
¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué me siento de esta manera?
— ¿Quieres venir conmigo? Te puedo presentar a las chicas. Chaewon está allí — le sugerí.
Ella lo pensó al principio, pero luego aceptó.
— No tengo nada que hacer de todos modos — dijo.
Salimos y esperamos un taxi, YuRi me compartió sus experiencias de vivir en un dormitorio con sus locas compañeras.
Todo el tiempo que conversamos, no dejaba de sonreír y eso hizo que mi corazón se volviera loco.
Esa sonrisa, eso es lo que inició todo.
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