Fotografías

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El entrenamiento de ese día constaba de un arduo movimiento de sus brazos con las enormes pesas. La rutina marcaba sus músculos, el sudor sobre su frente y la clara concentración que tenía. Todo aquel que lo veía se preguntaba, por su ceño fruncido, si al mover esas pesas como si fuesen sus katanas, estaría pensando en sus enemigos pasados o los futuros que pudiesen aparecer. Franky, que muy poco se acercaba a husmear para conocer que hacían sus nakamas, se detenía a valorar el esfuerzo de Zoro las pocas veces que salía de su taller para revisar la reserva de cola. El momento era breve, pero siempre se llevaba la sensación de que cada integrante de los Mugiwara se especializaba y, posteriormente, ayudaba en diferentes ámbitos. Franky optaba por hacerle mejoras a su cuerpo, a comparación de Zoro, quien se mantenía estrictamente en forma por su sueño y la de su capitán.

-Oe, Franky -llamó Usopp-. Se me ha ocurrido el diseño de un arma.

El joven traía consigo un par de rollos de papel en ambas manos. Franky sonrió y le indicó que bajaran al taller para conocer esas ideas que el francotirador tenía en momentos de inspiración. Resultaba enriquecedor conocer las opiniones de Chopper y Luffy respecto a lo que podría agregarle al General Left. Zoro salió de su ensimismamiento y les miró alejarse. Las botellas de cola tintinearon entre los enormes dedos del cyborg Franky y las gotas resbalaron por la curvatura del cristal. Zoro tragó grueso y buscó en el cielo al culpable de su sed: el sol brillaba sobre su cabeza. Calentaba su cuero cabelludo y le antojaba esa cola de la que Franky era fan. Aunque él prefería una botella de sake.

Se asomó sobre el barandal de madera hacia la cubierta de césped, donde Nami y Robin reposaban sobre camillas de playa, con lentes de sol y trajes de baño. Sanji salió de la cocina con un par de bebidas llenas de hielo y una sombrilla diminuta adornando el vaso delgado. El rubio, ataviado con smoking negro, traía su cigarro prendido sobre sus labios y esbozaba una sonrisa de absoluta admiración. Nami y Robin le agradecieron por su amabilidad y el cocinero pervertido se sintió halagado por las simples palabras de las dos damas hermosas. En contraste con Zoro, quien no esperaba ni una pizca de amabilidad del rubio. Si le pedía una bebida, la respuesta sería simple: debía buscarla por su propio pie.

Con la garganta reseca, Zoro dejó sus pesas sobre la madera del piso. Tomó la toalla que utilizaba para secarse el sudor y la acomodó sobre sus hombros. La idea de tomar un baño cruzó por su mente, pero decidió que un vaso de sake con un par de hielos era su prioridad en ese momento. Contrario a todo, Zoro caminó en la dirección equivocada, bajó las escaleras incorrectas y entró en la habitación que menos esperaba. Era el laboratorio de Chopper con sus libros de medicina sobre el escritorio y hierbas desperdigadas por el piso. Su nakama no se encontraba ahí y tampoco encontraría una botella de sake, ni siquiera de pretexto para usarlo en su medicina.

Zoro chasqueó la lengua frustrado, echándole la culpa a Franky por haber construido un barco con escaleras y paredes movibles. Todo en el Thousand Sunny era increíble: el acuario, las armas y los pequeños transportes. Incluso sus habitaciones, el comedor junto a la cocina donde todos se reunían era el espacio predilecto de Luffy y de los demás. Sin embargo, Zoro se mantenía cabreado por no tener un poco de frescura resbalando por su garganta. Dónde sea que se encontraba, juró que lograría encontrar la cocina y beber dos botellas de sake. No, mejor tres. Superar las trampas de Franky debían conferirle un grandísimo premio.

Con el objetivo en mente, cerró la puerta de la habitación de Chopper. Caminó en sentido contrario por donde había llegado, dio un par de pasos, un giro a la derecha y llegó ante una puerta que le resultaba familiar. Debía ser la entrada a la cocina, esa era la razón de tanta familiaridad. Zoro giró el pomo de la puerta y entró al bar/acuario. Sin embargo, en la bodega de vino no había ni una botella de sake sobre la red de madera. Regresó sobre sus pasos y de alguna extraña manera llegó hasta la base del barco, a la oficina principal de Usopp. En la habitación contigua se encontraba Franky y Usopp haciendo ruido con sus herramientas y materiales. Escuchó un par de cuchicheos que no quiso interrumpir. No deseaba que se burlaran de él en ese momento. Pasó por el Solder Dock System, subió una escaleras y llegó a una habitación amplia.

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