"Supongo que la cuestión está en que lo que un día es simple amenaza, otro día, el siguiente, puede convertirse en un acto real. Por eso, tal vez, tras años de ir por ahí con esos sentimientos germinales, esos pensamientos en crudo, esos momentos ocasionales en los que decía que ojalá estuviese muerta, al final también yo, tarde o temprano, sucumbiría a la urgencia de morir." Elizabeth Wurtzel, Prozac Nation.
—Voy a matarla.
Volker, un tipo alemán que mide un metro ochenta, curtido, de mal carácter y extralimitada paciencia, maldice y golpea la pared con el puño para hacer de su enojo algo un poco más tangible, como si la vena palpitando en su frente no fuera suficiente. Yo, una simple joven que puede ser categorizada como prepotente y maleducada, le miro expectante porque ha despertado mi curiosidad. Acomodo la chaqueta que me he puesto para irme, mi tiempo aquí terminó, amanecerá pronto y la escenita que el sujeto monta es sólo una parada involuntaria ante la que me rindo sin imponer mucha resistencia.
El susodicho sigue apretando la mandíbula con la mirada fija en las escaleras que están ubicadas al final del oscuro corredor apenas iluminado por las luces rojas que parpadean, la indecisión se mezcla con la furia en sus facciones. ¿Qué hay allá arriba? ¿Quién es la idiota que se ha ganado sus amenazas de muerte, ésta vez?
—Ella ya debería haber bajado –murmura, más para sí mismo que para mí.
Dudo mucho que haya notado mi presencia.
—Esa maldita perra…
—¿Quién? –la pregunta resbala fuera de mis labios, sorprendiéndonos a ambos.
Él me mira con recelo, nunca le he caído bien. Justo igual que los demás, tiene la idea fija de que estoy en el sitio incorrecto. Lo mío ha sido un golpe de suerte que se incrustó permanentemente en mi boca, dañándome de manera irreparable, pero no vamos a discutir por esto, al menos, no ahora.
—Miller pagó sólo por dos horas con Lucy, sin embargo, ninguno ha bajado aún –dice, la cólera contamina el aire —. Estoy seguro de que esa pequeña perra tiene toda la culpa, no sé porqué demonios le pidió ir arriba de todos modos, ni siquiera hay una cama.
Estoy segura también, mas no emito palabra alguna. Del final de las escaleras no alcanzamos a escuchar ningún sonido, todo lo que tenemos es la música lejana del bar a pocos metros, el humo de incontables cigarros intercalándose con el aroma del alcohol y otras sustancias, las predecibles voces de hombres y mujeres infieles que no encuentran satisfacción en sus propias camas, ya sea por una razón o por otra. Pero no hay señal de Lucy y su cliente cuarentón.
—Iré a buscarla.
Sin esperar el consentimiento de Volker, le dejo atrás y subo peldaño a peldaño. A medida que me acerco a la puerta que da a la azotea, más se intensifican los gemidos. No son del tipo que esperarías teniendo en cuenta lo que ocurre en éste edificio olvidado por la ley y la inadmisible justicia, no es esa clase de placer el que escucho. Tras abrir la puerta y poner ambos pies del otro lado, mi vista se vuelve borrosa en consecuencia del inesperado ataque.
La mano pesada me empuja hacia atrás con tanta fuerza que dicha acción me deja de espaldas a la puerta y ésta impacta contra la misma. Miller me mira fijamente a los ojos, pero no hay nada en los suyos, está totalmente envenenado. Los dedos que ha cerrado alrededor de mi cuello le tiemblan, igual que los labios. Hay una capa de sudor frío que desciende desde su cabeza hasta su rostro rasguñado, diminutas gotas de sangre emergen gradualmente a la superficie en su mejilla izquierda.
Lucy le ha rasguñado.
No intento moverme, el golpe sufrido me ha robado la respiración, sin embargo, miro por encima de Miller. Detrás de él, envuelta en un vestido rojo rasgado, yace la diminuta muchacha que he venido a buscar. Mechones rojizos se pegan a su maltratado rostro, la marca de un puñetazo brilla a simple vista, ella está deshecha, mas consigue ponerse de pie.
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504.-
Mystery / ThrillerLa pequeña no lo sabía, pero la muerte ascendía bajo sus pies: Una vez arrancada del inocente jardín, no fue más que una rosa marchita de aroma fúnebre y letales espinas listas para traspasar la piel y la carne de quien se atreviera a rozarle, pues...