HAILEY
El sol se deslizaba hacia el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y dorados mientras el auto avanzaba tranquilamente por la calle. Habíamos estado recorriendo tiendas durante toda la tarde, un ritual que se repetía constantemente entre nosotras. Mientras yo tarareaba una melodía que emanaba de la radio, Alyn ajustaba su maquillaje con destreza en el espejo diminuto que sostenía entre sus manos. A simple vista éramos polos opuestos, pero en la esencia, compartíamos un vínculo único e inexplicable. Ambas teníamos veinte años, pero nuestra historia se remontaba a los pañales. Conocía a Alyn prácticamente desde mi primer aliento.
El padre de Alyn, Enrique, y mi madre, Sandra, compartían la misma empresa como escenario de sus vidas laborales, y eso, de algún modo, nos había unido. Desde la guardería hasta los años de instituto, éramos inseparables. La universidad fue la única entidad capaz de distanciarnos pero, aun así, nuestra conexión permanecía intacta. Mientras yo exploraba los secretos de la fotografía, Alyn se sumergía en el mundo de la producción de moda. Proveníamos de la educación privada, con autos importados y vestimenta de diseñador. Para nosotras, las limitaciones parecían ajenas, tanto en términos financieros como en la toma de decisiones.
A pesar de nuestra aparente independencia, los adultos solían monopolizar la mayor parte de nuestro tiempo, envueltos en interminables viajes de negocios y reuniones trascendentales para el futuro de la compañía. Aunque esta realidad nos brindaba libertad, a menudo nos sumía en la incertidumbre, ya que carecíamos de una brújula moral que definiera las fronteras entre lo correcto y lo incorrecto.
La última nota de la canción fue absorbida por el silencio que llenó el automóvil. Desvié mi mirada hacia Alyn, que cerraba su espejo con elegancia. Era imposible no notar la chispa traviesa en sus ojos.
—¿Qué planeas ahora? —interrogué con una sonrisa juguetona, sabiendo que su ingenio siempre me sorprendería.
—Quiero salir esta noche —anunció la rubia de ojos marrones, y su voz estaba impregnada de emoción contagiosa. —¡Y tengo una idea!
Levantó su dedo índice y me obsequió una sonrisa pícara, una que conocía muy bien. En ese momento, supe que esta idea estaría al borde de lo arriesgado y emocionante o, que me desagradaría de inmediato. Con Alyn se podían esperar las dos cosas.
—¿Qué tipo de travesura está pasando por tu mente esta vez? —Respondí, dejando escapar una risa cómplice.
—¡Qué graciosa, Hailey! —Alyn fingió estar ofendida, pero sus ojos seguían brillando con diversión.
—Bien, entonces dime, ¿qué locura has concebido esta vez? —Insistí, sintiendo cómo mi curiosidad se elevaba un peldaño.
—¿Y si nos encontramos con Fred y tu hermano? —Lanzó la propuesta al aire con entusiasmo.
Las palabras colgaron en el aire, y mientras esperaba mi respuesta, fruncí el ceño. Ya sabía cómo sería. Era inevitable que reaccionara de esa manera.
—¿Estás fuera de tus cabales? —exclamé, no pudiendo evitar reír al final ante la idea.
Nuestra relación, aunque sólida, no me incitaba a pasar mi noche de sábado con Chadwick, mi hermanastro. Aunque compartíamos una buena relación, no era precisamente con él con quien anhelaba pasar mi tiempo libre, especialmente si implicaba que estaría supervisándome constantemente, bajo el lema de que aún era pequeña para beber, para estar con hombres y bla bla... Las personalidades contrastantes entre nosotros dos seguramente convertirían cualquier salida en una experiencia desastrosa y no estaba para pelearme con él.
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El Guardaespaldas
Romance¿Te imaginas tener un guardaespaldas siguiéndote las 24 horas del día por tu seguridad? ¿Es posible convivir tanto tiempo con alguien sin sentir nada? Nada fácil ¿verdad? Sobre todo, cuando la persona que tiene que protegerte, sabe cómo cuidarte, to...