Magosto

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En las vísperas de los grandes eventos, siempre hay algo de misticismo. Los solsticios, los cambios de año, las fiestas tradicionales, todas hablan sobre la unión del mundo terrenal y el espiritual, pero no porque todos vean fantasmas en torno a esas fechas. Simplemente, te sientes mejor en esos días, como si estuvieras acompañado. Se celebra la vida acompañado de las ánimas que celebran la muerte.

Mientras nos dirigimos al monte, recordamos los felices tiempos y vemos a gente que llevaba mucho tiempo fuera, te paras para ver qué ha pasado con los demás, te interesas por su vida. Porque Juan llevaba mucho tiempo sin ver a sus hermanos, cada uno en una punta del pueblo, con su esposa e hijos. Mientras los niños se conocen lo hacen también las suegras, y los hermanos se cuentan historias de sus hijos que se parecen a sus tíos. Porque Maxie no tiene ese carácter de su madre o su padre, y Juan puede ver mucho de él en la niña pequeña de su hermano. Es entonces que las viejas rencillas se perdonan o se aplazan, y los enemigos se abrazan mientras buscan el vino, preparados para reanudar la guerra por la mañana, o tal vez por la tarde del día siguiente. 

Bajo el sol de octubre, los hombres se ponen a reunir leña seca, y todos los jóvenes con medio nervio se apresuran a ayudar, queriendo demostrar su valía y su destreza. Y aunque Fernando y sus hermanos pequeños cojan ramas húmedas que sólo harán más humo, se acepta todo el día de reunión, porque el fuego secará de todos modos cualquier diferencia. Mientras los niños miran con fascinación se enciende el fuego y su abuelo Antonio cuentan historias sobre quemaduras y cicatrices de guerra con orgullo a oídos cansados de los padres. 

Luego viene la comida, y por supuesto que es especial. No viene un chef ni es magia, aunque algunos jurarían que Margarita es bruja por cómo hace las castañas, que a todos le saben bien, incluso a padres e hijos que nunca estuvieron de acuerdo, se asienten entre sí probando las castañas de Margarita y suspiran en concordancia. Luego pasan al siguiente fuego, rodeado de más gente amable y sonriente y prueban las castañas de otra mujer taimada que hace las castañas con magia. María corre más rápido que nadie y acaba siendo el blanco de todas las castañas quemadas, embardunando su vestido salpicado de risas. Hasta que una acaba en las faldas de su abuela, que mira con ceño fruncido a la torva persiguiendo a su nieta y de repente se disuelve, como las hojas de los castaños volando a la hoguera.

Mientras cae la noche, y el vino sube, sacan las gaitas y panderetas, haciendo más fuegos para mantener el ritmo. Con la borrachera se acercan futuros matrimonios y muchas amistades se hacen al bailar. Las noches de noviembre son frescas, pero el pueblo está caliente con la fiesta, y el bosque se ilumina llamando a todas las ánimas viejas. Nunca se siente uno tan acompañado como cuando el magosto termina y el pueblo entero se abraza y despide, dejando castañas en las hogueras aún encendidas para cuando se puedan ver las estrellas. Y como los vivos, nos vamos al cementerio a descansar, dejando castañas a los nuevos para que no se sientan solos, cuando perezcan tras el magosto.

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⏰ Última actualización: Oct 12, 2020 ⏰

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