prologo

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Las personas entraban y salían de la cocina y prácticamente cualquier parte de el hotel, con tanta prisa que flash se quedaba corto, pero esta es mi vida diaria, un día normal en mi vida.

No era un secreto para nadie que el hotel playa azul era uno de los más prestigiosos, dónde solo las celebraciones más top, y personas con dinero a chorros, podían costear una noche en el hotel.

Muchas veces es estresante tratar con gente así, suelen ser despectivos, engreídos, ya sabes, malcriados y malhumorado, la última vez que una persona extremadamente famosa y amable vino aquí, fue hace meses, y termino enamorándome.

William tenía el aspecto por el que todas las chicas se derretían y soltaban suspiros, sus ojos eran cafés, con toques verdes, me podía perder en ellos por horas, el cabello castaño, lleno de rulos que llenaban su cabeza y lo hacían lucir hermoso, tenía labios voluminosos, pero a la vez, algo finos, su cara parecía tallada por los mismísimos angeles, era un dios griego.

Además de su aspecto, por dentro, era la persona con los sentimientos más bonitos e inocentes, siempre era amable y buscaba mi aprobación para hacer hasta las cosas más insignificantes, como darme un beso, eso fue al principio, luego tomo un poco más de confianza y se daba la libertad de robarme uno que otro beso.

Lo quería, y mucho, y estoy segura, que en algún punto de nuestra relación, el también me quiso a mi.

Es loco pensar como las cosas pasaron tan rápido, un día estaba aquí, y al otro, ya no, de alguna forma, debí saber que lo nuestro terminaría de la noche a la mañana, porque vamos, una super estrella saliendo con una camarera de hotel, no es precisamente lo que el mundo quiere ver.

Hace seis meses que se fue, y hace cinco me enteré que estaba embarazada.

Yo, la joven más torpe y simple de todo el país, sin un futuro prometedor, una madre que necesita de ella, y solo diecinueve años, embarazada.

Al principio fue un golpe muy duro, no estaba preparada para cuidar de alguien más, mi madre esta enferma y necesita de mi, de mis ganancias y atención, y sin duda un bebé solo sería una carga más en mi vida, tres bocas que alimentar, y solo una trabajando, pero la sorpresa no fue esa, no eran tres bocas, sino cuatro, esperaba mellizos.

Casi me desmayo al saber que tendría dos, no podía creerlo, si quería ser mamá, y me había acostumbrado a la idea, de que tendría un bebé de William, pero no dos.

El verdadero golpe fue cuando me enteré de que el padre de mis hijos estaba comprometido, obviamente no conmigo, sino con otra súper estrella Leigh White, hija de otra estrella, James White, prácticamente toda su familia es famosas desde la cuna.

Me dolió hasta el alma saber que había roto su promesa, me había dejado por una niña rica como el, para tener más fama, algo que yo ni mis hijos jamás podremos darle.

Y ahora estoy aquí, con un pequeño bulto en mi estómago, un plato de ensalada y mariscos en cada mano, la playera y medias manchadas de salsa de soja, y el cabello rubio sin ningún lado.

Camino fuera de la cocina, llevando ambos platos, voy con cuidado para no causar un accidente, (además del que llevo en mi vientre) y los dejo en si respectiva mesa.

En la entrada se empieza a formar un alboroto, seguro debe ser otro de esos famosos engreídos, así que no le doy importancia y escucho a el cliente, quien quiere una soda en vez de agua, cambiando todo el pedido.

Solo por curiosidad observo la puerta, dónde entran nada más y nada menos que William Russo y Leigh White, la pareja perfecta.

Aprieto mis puños y les doy una mirada asesina, pero ellos no la notan, por lo que espero a que la persona que atiendo termine de ordenar lo demás que quiere, y salgo

disparada a esconderme en la cocina.

Por la ventana los observo, se ven tan bien juntos, el sonríe a todo el mundo, como el sol que es, y ella, solo mira su teléfono celular, sin importarle nada.

— Morgan deja de espiar a los clientes y ponte a trabajar — ordena mi jefa y asiento con la cabeza.

Ese es el momento dónde mis ojos verdes se conectan con ese par de ojos marrones, mirándome con sorpresa, desvaneciendo su blanca sonrisa y parando mi corazón.

— no me escuchaste Morgan, a trabajar — señala los papeles con órdenes

— yo me siento mal — susurro y ella se acerca a mi, poniendo su mano en mi frente, como lo hace toda la comunidad latina — ¿me permitiría descansar unos momentos?

— ve a la enfermería — ordena — y por favor, cuidate, por tu madre, tus hijos y por ti misma.

Asiento con la cabeza y salgo despacio de la cocina, sin molestar a nadie.

Llego al pequeño cuarto de enfermería para los empleados, y el doctor en guardia me recuesta sobre la pequeña cama, para chequear que todo esté bien, porque si me sentía mal , de verdad.

— Morgan, creo que ya deberías saber que no puedes alterarte demasiado durante estos meses — reprochó el doctor — ve a descansar a tu casa, yo le diré a tu jefa

Asiento con la cabeza y camino despacio hasta llegar a los lockers, dónde guardamos nuestras cosas, a pesar de todo, el hotel y sus dueños no tratan tan mal a los empleados, y han sido muy amables desde que vieron mi vientre de embarazo.

Cuando terminó de arreglar un poco mis cosas, tomo mi mochila y salgo por la puerta de atrás, mis pasos son normales y llegó rápidamente a la parada de autobuses.

Tome asiento para esperar al siguiente y me entró una llamada

— buenas tardes señorita Soleri — dice una voz femenina — llamo para confirmar su cita para una ecografía

¡Claro!, La eco era hoy, y casi lo olvido

— si ahí estaré — respondí — muchas gracias

Cuando llegó el bus lo tome, fui a mi casa, mi madre estaba levantada y eso era bueno, ya que sus dolores en los pies la atormentan, ella estaba dispuesta a acompañarme a la eco, así que me cambié de ropa y salimos de la casa hacia el consultorio.

Allí dentro había parejas esperando ser atendidas, una que otra joven más pequeña que yo, y mujeres solas, todas se veían bien, como que podían darle todo a su futuro bebé, y yo ni siquiera pude darle un padre a los míos

— Morgan Soleri — llama mi atención la misma voz que confirmo la cita — el doctor la está esperando.

Sonrió y tomo la mano de mi madre y caminamos juntas hasta la puerta blanca, encontrando a un doctor con una fraternal sonrisa.

— hola Morgan — saluda enérgicamente — ¿Cómo has estado en este mes?

— excelente, más bien ansiosa por saber el sexo — mi madre ríe y yo procedo a recostarme sobre la camilla, el doctor pone el fluido azul sobre mi vientre y comienza a mover un aparato por todo mi vientre para ver cómo se encuentran los bebés.

— todo va bien, están creciendo acordé a las semanas de gestación que llevas, sus latidos se escuchan claramente y no veo ninguna anomalía — habla el mirando la pantalla.

Apenas y podía distinguir a mis hijos, toda la imagen es blanco y negro, pero aún así se que serán hermosos.

— bien Morgan, creo que tendrás que preparar un biberón rosado, porque uno de ellos es niña — sonrió abiertamente mirando a mi madre, ambas sabíamos que sería niña

— seguro ambas son nenas, no hay muchos hombres Soleri — asegura mamá tomando mi mano

— pues déjenme darles la primicia — ríe el doctor — es un niño

Mi madre pega un brinco de emoción, y es que es el primer hombre Soleri luego de casi cuatro generaciones sin uno.

— seguramente será el consentido de la abuela — dice el medico, mi madre asiente con la cabeza

— ambos lo serán

Un niño, un hombrecito Russo
Y una niña, una princesa Russo.












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⏰ Última actualización: Oct 14, 2020 ⏰

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