— Yo soy la Bibliotheca de los dioses. Que los libros que el mundo desee y mi señor escriba sean guardados en mi interior. Que mi vida sea su escudo y mi muerte su extinción.
Sus palabras parecían una descripción precisa de su vida, su misión.
Se quitó con suavidad la túnica que acarreaba sobre sus hombros, descubriendo la piel pálida de estos y como si su carne fuera fuera de agua, sus dedos entraron en su interior, penetraron con suavidad su abdomen.
Alibaba, quien creía ya haber visto suficientes cosas perturbantes en su vida, ver como un chiquillo se clavaba el brazo en el pecho como si nada le aceleró la sangre como si caballos de carrera corrieran por sus venas.
La ironía de la vida. Cuando Bibliotheca retiró sus manos de su pecho sin dejar rastro de herida alguna, un libro salió con ésta. Con su delicado marco de madera y las hojas sujetas por suaves hilos de color dorado, las páginas amarillentas y su contenido en tinta hecha de hierbas remojadas, con el título de "Alibaba y los cuarenta ladrones".
El hombre estupefacto retrocedió y ante el asombro no sabía ni que decir. Las palabras que intentaron salir de su boca volvieron por su garganta en forma de piedras.
— Este libro lo disfruté mucho. — suspira con nostalgia el chico.
Alibaba ante la duda se acerca para ver el título en la portada y soltar una pequeña risita luego del susto.
— Por... —musita. — ...Por un segundo creí que te habías suicidado.
Bibliotheca se sorprendió por las palabras del hombre y escupió el aire en sus pulmones, soltó una carcajada y se recostó contra la pared de la cabina. El hombre de cabello castaño suavemente acerca su mano al torso de Bibliotheca con la duda de si sería capaz de atravesarle como recién había visto pero, sus dedos tocaron piel, chocaron contra la tersa sensación del extraño.
— Perdón... Solamente los seres divinos o bendecidos pueden ingresar a la bibliotheca. —Tomó la muñeca ajena y tosca del hombre para alejarla de él.
Alibaba aún se tragaba sus palabras, bueno, a Bibliotheca no le sorprendía pues, al fin y al cabo solo era un mero mortal con límites de comprensión. Con sumo cuidado, hizo entrega de su libro al humano frente a él y este correspondió. Un rostro tanto de sorpresa como de nostalgia.
— Que recuerdos... —rió, relajándose un poco.
Alibaba tomó asiento en una desgastada silla al otro lado de la pequeña cabina.
Había un olor polvoriento y antiguo en la madera de la embarcación, un aroma que Bibliotheca nunca había sentido, pues su nariz acostumbraba a oler flores y perfumes todo el día, aquellos que los dioses recibían como ofrendas.
Un dolor en su pecho repentino e intenso le hizo enroscarse, llevar las piernas a su pecho lentamente, sus manos se aferraron a la tela que le cubría el torso. Se ahogaba, le costaba respirar.
Se hacía notar la ausencia de una de las grandes baladas y Alibaba estaba tan adentrado en el libro que no se dio cuenta si no hasta que Bibliotheca, en un intento de caminar hacia afuera a tomar aire, resbala con sus piernas débiles y cae, ahogándose de a poco.
Alibaba dejo el libro a un lado y socorrió al chico en el suelo. Pero... Bibliotheca era como un dios ¿o no? ¿Sería su cuerpo y su sangre iguales a los de él? ¿Sufriría las mismas aflicciones?
— Chico, no... Bibliotheca, ¿Está bien? —se expresaba hacia él de una manera formal, tomándole los hombros.
— No me toques, humano. —susurra con frialdad, mirando al hombre de cabello castaño por el rabillo de sus ojos, mientras se levantaba con cuidado.
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Ballad of Seas / Balada de Mares
AdventureQué desastre en el reino de los dioses. Luego del ataque de un culto ajeno anti-religion, la gran bibliotheca de los dioses, su magia, conocimientos, los secretos de todos los reinos, y las leyendas cantadas por todo el mundo han desaparecido.