Ignoré el móvil que no dejaba de vibrar en mi bolsillo. El sonido de los cubiertos de plata chocando torpemente con la vajilla de porcelana, era lo único que quería escuchar. Música, para mis oídos. Deslicé cautelosamente la mirada hacia un lado de la mesa, buscando la jarra de vidrio para llenar mi copa.
- Disculpe señorita, déjeme yo la ayudo.- Rompió el silencio el metre.
- Esto es una puta exageración- grité sacando le la jarra de la mano.-Vas a darme de comer en la boca también? Mierda, mierda mierda ... ¿De donde salió todo eso? Sentí lastima por el mesero que se había quedado pasmado ante mi violenta reacción. Volví a tomar asiento, rezando para que el precioso silencio siguiera inundando mis oídos.
-Es su trabajo Micaela.- añadió mi madre manteniendo la calma.
-Me chupa un huevo.-corte un gran pedazo de carne y lo hundí en la salsa de champiñones.
-Pensé que esta vez seria todo diferente...ya sabes- Hizo una pausa mientras limpiaba los bordes de su boca con la servilleta de tela. -Te hemos extrañado mucho y a tu her...
-¿Por qué esta vez seria diferente? Sigues pagandole a un mesero para que custodie la mesa como si fuéramos una manada de discapacitados- La miré a los ojos por primera vez en toda la noche-¿ Acaso pasaste por mi al aeropuerto? No. Papá sigue en el trabajo y ni siquiera me llamó para saber si llegué bien. Entonces sigue siendo la misma tradición de mierda. Nada ha cambiado.
Pude ver como la sonrisa se le iba quebrando con cada palabra que salía de mi boca. El silencio volvió a tomar protagonismo en la cena. Agradecí para mis adentros. La mano de Alma me toco varias veces la pierna bajo la mesa, los golpecitos eran suaves y cortos. Me había olvidado que estuvo cenando a mi lado toda la noche. Le acaricié la cabeza metiendo mis dedos entre su pelo. Realmente había crecido mucho desde la ultima vez que la vi, su pelo ahora estaba cambiando de rubio a castaño claro y lo había dejado crecer lo suficiente para que las puntas cayeran enroscadas en sus codos. Seguía teniendo la misma mirada curiosa de siempre, solo que esta vez tenia pintadas las pestañas y la boca.
-¿Estuviste jugando otra vez en Mac?- bromee, recordando la vez que la perdí de vista en el centro comercial.
-Cállate- y soltó una carcajada.
-Recuerdo cuando te encontré llena de lipstick rojo y polvos azules, eras una chiquita fastidiosa-Seguí riéndome
-ChiquiRat- murmuro y luego bajó la mirada.
Las carcajadas fueron disminuyendo y el recuerdo de Martín llamándola ChiquiRat mientras corría por toda el Alto Palermo, me llenó el pecho de punzadas. Tomé un poco de agua para apagar el fuego de mi garganta, que rápidamente me nublaba la vista. No voy a llorar aquí, no voy a llorar mas, repetí varias veces la oración apretando los puños como fuente de equilibrio. Mi celular volvió a vibrar y me alejé de la incomoda cena de bienvenida.
Encontré la salida del restaurante mas rápido de lo que pensé que me tomaría hacerlo, sin duda conocía el lugar al derecho y al revés, desde que tengo memoria mis padres han cenado aquí todos los viernes, en la misma mesa reservada frente al ventanal con vista panorámica al puerto. Exclusivo, elegante y tradicional.
Veníamos siempre para preparar las vacaciones de verano, que era un protocolo anual. Mi padre reservaba esta mesa porque le gustaba admirar el puente de la mujer en silencio, mientras mi madre se esforzaba por contarle sus planes para las vacaciones en Punta del Este y aunque él asentía con la cabeza y soltaba cada cierto periodo de tiempo alguna palabra. Martín y yo sabíamos que, sacaría alguna excusa y acabaríamos como siempre en la casa de Mar del plata solos.
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Sálvame
RomanceDespués de la pérdida de su hermano, Mica decide volver a casa de su madre donde había crecido. Escapando de sus fantasmas del pasado, vuelve a la ciudad de la furia. El problemático Piero desesperado, por demostrarle a sus padres que la etapa de ad...