Evan Spike estaba en su segundo año de Arte, la carrera que siempre soñó con estudiar cuando era pequeño.
Supo que siempre tuvo una familia con bajos recursos, su padre trabajaba doce horas al día para poder darle a su único hijo todo lo que necesitaba, y a veces lo que no también. El castaño de ojos verdes, Evan, siempre estuvo decidido a ser un alumno muy aplicado para su propio bienestar en el futuro y un poco también para no traerle problemas a su padre, quien había estado muchos años bajo una gran depresión luego del fallecimiento de su esposa.
El joven siempre había sido un chico muy callado, solitario, pero aún así muy simpático y sobre todo buena persona, siempre siguiendo los pasos de sus padres. La pérdida de su madre a los tan solo cinco años generó un golpe muy duro en su vida, teniendo que pasar así desde psicólogos hasta psiquiatras, entendiendo que era lo mejor para su salud mental y un poco también para tranquilidad de su padre.
Con diecisiete años, momento de su vida en el que ya según profesionales no había necesidad de continuar con ningún tipo de terapia, decidió salir a buscar algún trabajo en donde pudiera ser tomado con respecto a su minoría de edad, consiguiendo después de algunas semanas un puesto en la panadería de su vecindario. La mayoría del dinero que ganaba allí la ahorraba para sus gastos universitarios, pero el resto del dinero (el cual era poco) lo utilizaba para comprar alguna que otra bobada que le gustara, y por decir bobadas, se refería a toda la colección de CD's y DVD's de Queen, su banda favorita desde que los 7 años.
Fue en la universidad donde conoció a su ahora novio Jacob, el chico que había robado completamente toda su atención desde el primer día en que lo vio cruzar la puerta del aula. Su tez morena, manos grandes, sus uno ciento ochenta y cinco centímetros de altura, sus ojos marrones tan oscuros como un café intenso, todo aquello había atravesado por completo a Evan. Nunca había hablado de su sexualidad con nadie más que con alguno de sus psicólogos, cosa que para él era un tanto difícil al tener que entablar conversaciones con chicos. Pero con Jacob fue la excepción, ya que al momento de conocerse ambos se dieron cuenta de que no necesitaban decir mucho para darse cuenta de que se gustaban, que se querían mucho más que dos amigos.
Luego de unos meses en los cuales hubieron infinitas salidas, paseos, citas a solas y por supuesto sexo, el morocho tomó el valor para pedirle a Evan ser novios, lo cual puso al otro chico muy feliz, sintiendo un poco de paz y tranquilidad por primera vez en su vida.
Pero por supuesto, como no todo puede ser color de rosas, con los meses su relación fue complicándose. Jacob fue convirtiéndose en una persona muy celosa, completamente manipuladora y tóxica.
Evan lo quería mucho, pero a veces sentía que su novio ya no era el mismo de antes. Poco a poco fue alejándose de los pocos amigos que había hecho en la universidad, ya que Jacob cuando tenía la oportunidad mencionaba que no eran una buena influencia para él si quería dar un buen ejemplo a su padre y obtener su título tan pronto como pudiera. Como era de saber, esto se trataba completamente de una manipulación, ya que esos chicos eran la cosa más buena del mundo.
Fue al año y medio de su relación cuando por primera vez Jacob lastimó a Evan físicamente, y también fue el momento en el que Evan comenzó a romperse otra vez por dentro. Se sentía solo, sin amigos, sin nadie que lo escuchaba, sólo lo tenía a él: su novio. Porque era lo que el morocho siempre decía, en su vida no iba a existir nadie más que él que pudiera entenderlo, amarlo y cuidarlo como él. Además, luego de ese episodio, Jacob pidió disculpas hasta el cansancio y prometió que nunca más sucedería algo así, sólo estaba muy enojado por las actitudes caprichosas de Evan... ¿Por qué el chico arruinaría tantos meses de felicidad si, al fin al cabo luego de Jacob, no le quedaba nada en su vida?
Por eso, el siempre se mantenía de pie. Madrugaba cada mañana para trabajar, estudiaba todas las tardes para poder ser un buen ejemplo, dormía en la casa de su novio, todo era perfecto. O casi todo.
El problema era que, Evan no sabía que ese pedacito que faltaba en su vida para completarla llegaría inesperadamente, casi sin querer, o se podría decir que inconscientemente sí. Ese pedacito que haría que sus días vuelvan a tener rayos de sol, que lo hicieran sentir como tomar un caliente café en una fría mañana, que lo hiciera sentirse realmente amado, que hiciera que Evan mirara esos ojos color azul y sintiera el mar chocar sobre sus pies... pero sobre todo, ese pedacito que no lo dejaría caer.
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Bueno, nada, hola. Esto es una pequeña historia que mi yo de 18 años comenzó y mi actual yo de 26, se decidió a seguirla. La historia iba con otros nombres de personajes, más precisamente con un ship que con las descripciones se darán cuenta a quién me refiero(?) pero como ahora me hago la adulta lo superé un poco (o no) y decidí cambiarlos.
Nada, eso, chausi.