Viernes veintiocho de noviembre por la mañana. Evan se encontraba haciendo su habitual camino hacia la universidad, soltando un largo suspiro mientras sacaba del bolsillo una cola para poder atar su largo pelo en un simple rodete.
Miró la hora en su reloj de muñeca y se dio cuenta de que estaría llegando a la clase de historia del arte europeo con la hora justa, así que ajustó la mochila en sus hombros y comenzó a dar pasos un poco acelerados mientras intentaba esconder su rostro debajo de la bufanda que cubría su cuello.
***
Al llegar entró casi corriendo a la sala dando el presente apresuradamente a Kartz, uno de los profesores más exigentes. Notó que aún algunos compañeros llegaban detrás de él así que desaceleró un poco el paso, sentándose en el primer asiento que encontró vacío.
El chico de castaños largos se quitó la campera y la bufanda que llevaba puestas y acomodó todo en el respaldo de su silla, sacó el cuaderno de la materia correspondiente y rebuscó en su vieja mochila el estuche de sus anteojos, poniéndoselos unos segundos después.
Mientras el profesor se paraba frente a la sala y comenzaba a escribir un largo texto en la pizarra, Evan aprovechó y releyó los apuntes de la última clase para repasar un poco lo aprendido hasta ese momento.
Unos minutos después, escuchó que alguien con una voz familiar se disculpaba por haber llegado tarde, y cuando levantó la vista se dio cuenta de que se trataba de Jacob.
El morocho se acercó a su banca y saludó a su novio con una pequeña sonrisa de costado para no estorbar la clase del profesor.
-Hola, cariño -el chico se sentó a su lado-. ¿Has llegado muy temprano hoy?
-No, no -sonrió Evan-. Tú eres quien llega justo a tiempo.
-Oh, sí, me he quedado dormido. La alarma no fue una buena compañera esta mañana.
El morocho sacó su cuaderno de la mochila, unos cuantos bolígrafos de uno de los bolsillos y comenzó a anotar lo que el profesor había escrito en la pizarra. Evan lo imitó, mientras por su cabeza corrían algunos pensamientos. Jacob era la persona más puntual que había conocido en su vida, realmente. Jamás había llegado tarde a una clase, al contrario, siempre estaba allí cuando él llegaba con el horario justo para sus clases.
Evan miró de reojo a Jacob viendo que tomaba su móvil y lo desbloqueaba, dejando aparecer una foto de ellos dos de fondo en la cual se encontraban acostados con el pelo revuelto y las mejillas sonrojadas. Amaba tomarse esas fotos.
Jacob puso su móvil en silencio ya que sabía que al profesor le molestaba mucho cualquier cosa que pudiera interrumpir su clase, y cuando deslizó la barra de notificaciones, allí estaban las tres llamadas perdidas de Harry a las once de la noche del día anterior. El chico no les hizo caso y volvió a guardar el móvil.
Evan rápidamente volvió la vista a su cuaderno y siguió anotándolo todo. Después de unos segundos, queriendo sonar lo más casual posible, le preguntó.
-Amor, ¿por qué no has contestado mis llamados ayer?
Jacob terminó de anotar las últimas palabras y dejó el bolígrafo sobre la mesa, volteándose hacia su novio.
-Yo... -el chico cerró los ojos y negó con la cabeza, despabilándose-. ¿Qué llamados? Perdóname, siento que estoy un poco dormido aún.
-Que por qué no has contestado mis llamados. Te he llamado tres veces, Jacob.
El morocho lo miró y abrió la boca para contestar, pero entonces el profesor los hizo callar a ambos para poder comenzar la clase. Jacob le susurró un 'hablamos luego' , a lo que Evan suspiró y asintió.