Érase una vez, en una ubicación muy remota de Canadá, Larie Kanker estaba mirando por la ventana de un auto, con su familia llevándolo al lugar que se convertiría en la cruz de su existencia por los siguientes dos años.
—Ya veremos si esta escuela hace algo por ti. Dicen que tiene la fama de rehabilitar a muchachos rebeldes como tú —comentó su madre—. No quiero que hagas berrinche a propósito para que te expulsen y te manden de vuelta a casa porque te juro que no te aceptaré. Tendrás que seguir allí por lo menos un año.
Larie rodó los ojos. —Qué más da.
—Hablo enserio, Lar. No quiero que te echen de ahí solo por un capricho tuyo —replicó su madre.
El chico fijó su atención en sus hermanas: Leena, sentada en el asiento del copiloto, no estaba prestando mucha atención que digamos, ya que tenía los ojos clavados en su celular, y Maybelline, pues ella acababa de sacar el suyo del bolsillo de su sudadera.
—Lo intentaré —finalmente dijo.
En lo que quedó del viaje, se dedicó a pelar el esmalte color negro de sus uñas con sus dientes. Era un hábito para su hermana menor el pintarlas, y él la dejaría hacerlo con la condición de que solo sean de colores oscuros. Pero en el internado donde se estará quedando solo habrán hombres, y tener las uñas pintadas sería algo que llamaría la atención, no quería eso. En lo personal, prefería pasar lo más desapercibido que podía, lo que ya era inútil con su inusual cabello azul natural. ¿Para qué agregar más leña al fuego? No podía tampoco hacerlo pasar como algo gótico o punk con su estilo de vestir, ya que todos utilizan uniforme.
Al cabo de 10 minutos más llegaron a su destinatario. Larie bajó del auto y fue directo a abrir la cajuela para sacar su maleta y una mochila, mientras que su madre permaneció adentro rebuscándose en una carpeta archivadora por algunos papeles. Sus hermanas bajaron y caminaron hasta una distancia del auto, quedando frente a la enorme placa con el nombre de la Academia. Larie llegó junto a ellas, observando el campus frente a ellos y al montón de jóvenes recorriendo de aquí para allá con sus maletas y otros que solo estaban descansando por el amplio patio.
—Creo que puedo sentir la acumulación de testosterona —murmuró su hermana menor al ver varias miradas puestas en ella y su otra hermana. Inconscientemente se arrimó hacia el chico.
—Ya lo creo —replicó la mayor, mirando de reojo al chico—. No dejes caer el jabón, bro.
Larie la miró, apretando la mandíbula. —Que te den, Lee.
—Sí, eso es exactamente lo que te sucederá si dejas caer el jabón en las duchas —respondió al instante Lee.
May dejó salir un resoplido de risa al oír esa respuesta, lo que fastidió aún más al chico.
—Eso solo funciona en prisión, tarada.
—Es un internado para chicos problema, ¿Cuál es la maldita diferencia?
El chico gruñó en respuesta, dándole una leve patada en la parte trasera de su rodilla para que caiga, siendo esa la pierna en donde estaba recargando su peso. Pero Lee habiendo previsto eso, se aseguró de flexionar dicha rodilla un segundo antes, riéndose de su expresión al no haberse cumplido sus intenciones.
—Muy lento —se rió, luego su rostro cambió a uno melancólico—. Será extraño no tenerte en casa.
—Sí, yo también siento lo mismo —suspiró.
Escuchó un pequeño sollozo, se volteó para ver que May tenía los ojos llorosos y estaba frunciendo los labios.
—May...
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Uɴᴛɪʟ I Sᴇᴇ Yᴏᴜ Aɢᴀɪɴ
FanfictionLarie Kanker ha estado buscando al amor de su vida por tanto tiempo. Cuando lo obligan a ir a un internado, perdió lo que le quedaba de esperanza. Pero no pensó realmente encontrarla ahí. Ni de esa manera. Ni que 'ella' en realidad fuera un chico. [...