Después de haberlo visto salir por aquella puerta todo se vino abajo, solo estaba en el suelo, recordando cada vez que sus labios pronunciaron mi nombre entre jadeos, recordando cada vez que aquel hombre me prometió que nunca me dejaría, que yo era su presa y que él me iba a cuidar de cualquier otro.
Con mis piernas temblorosas me levanté del piso, mire a mis lados como si esperara que el siguiera ahí, arrastré mis pies hasta mi silla y me senté nuevamente. Ahora no sabía que esperar, tal vez esperaba una entrada dramática, el llegando corriendo, abriendo la puerta de golpe y gritando "Oh,Alexander, he cometido un error" sabía que nunca lo iba a ver hacer eso.
El resto del día paso con bastante normalidad hasta la hora de la salida. Había impuesto una regla a mis empleados sobre la salida, si yo no salía ellos no podían salir, pero cuando yo salia era su elección estar ahí o no. Tome el portafolio que siempre llevaba, acomodé el cuello de la camisa y tomé mi saco el cual colgué en mi antebrazo. Salí de mi oficina intentando mantener mi mentón en alto y mi cara totalmente sería a pesar de lo que acababa de pasar con ese hombre.
Podía escuchar sus suspiros en mi oído, la manera que repetía mi nombre mientras sus manos apretaban mi cuello, ¿Quería intentarlo de nuevo?, No estaba seguro, quería sentir sus manos, escuchar la masculina voz en mi oído diciéndome lo que me quiere hacer, quería sus manos, quería sus manos debajo de mi ropa. Lo quería a él.
Sacudí mi cabeza antes de presionar el botón del elevador, no podía pensar en otra cosa más que en aquella tarde de verano, recordar como un par de risas nos llevaron a la cama, como sus manos se escurrieron entre mis ropas con tanta facilidad que podía jurar que aquel hombre ya había estudiado mi cuerpo a la perfección. Quería volver a esa tarde de verano, volver a sentirme vulnerable por aquel hombre, dejar que sus palabras se convirtieran en mis órdenes y que mi cuerpo solo se volviera un juego.
Salí del elevador rumbo a la salida principal, mantenía mi vista clavada en el piso, sentía como todos aquellos pensamientos contradictorios me molestaban. Mi cabeza empezaba a doler, el punzante dolor persistía y seguía y seguía . Pase mi mano por mis cabellos y apreté estos a la altura de la coronilla, una vez que estuve a fuera de aquel edificio me recargue en una de las paredes , mi mano lentamente se deslizo por mi cara hasta la altura de mi pecho.
—¿Qué es lo que quieres?— Pregunté en un susurro como si le estuviera hablando a alguien, pero no. Le estaba hablando a mi corazón.
Quería sentir su mano en mi mentón, que él me alzará la cara y susurrara "mi pequeña presa" y poder contestarle por su nombre.
Mis pensamientos siempre fueron abruptos y ahora había otra parte de mi que lo odiaba con toda mi alma, quería destrozar cada una de sus moléculas, golpear su cuerpo hasta que quedará como el mío en aquella noche, verlo y poder decir que se veía patético.
Alcé ligeramente la vista hasta que mis ojos se toparon con el cielo, ya había pasado el ocaso, el cielo estaba oscureciendo pero aún se podían ver los toques anaranjados del sol. Me despegue de la pared y me dispuse a caminar vuelta a mi hogar.La caminata no fue la misma de siempre, miraba a los lados y lo estúpidos recuerdos de aquel verano llegaban a mi mente atormentandome. Recordaba sus malditas risas, recordaba las veces en las que salimos de noche. Apresure el paso para poder llegar a mi casa, pero tan pronto llegue me quedé quieto, nuevamnete era aquel hombre y ahora estaba acompañado de un ramo de flores.
—¿Pero que mier...
Pronuncie mientras la figura del hombre se notaba a la distancia, mi rostro se quedó totalmente serio, no sabía que sentir pues una avalancha de emociones arrasó con mi mente dejándola totalmente en un colapso.
—¡Alexander! —Dijo el chico en tono animado, está vez aquel atrevimiento se había desvanecido en su totalidad y se había reemplazado por una linda sonrisa amable.
—¿Qué... Qué haces aquí?— Mi voz empezaba a estar temblorosa, todas aquellas memorias y anhelos fue lo primero que salía a flote en la mitad de la tormenta que era mi cabeza.
Mi cuerpo lo deseaba, quería tirar mi orgullo y dejara ir sus manos volvieran a mi cuerpo, dejar que su boca dejara marcas y que sus labios repitieran aquel estúpido apodo que me había puesto. Quería volver a ser de él.
El nudo en mi garganta se hizo evidente pues de un momento deje de hablar y contestar, pose mi mano en mi garganta por el dolor que estaba sintiendo en esta.
Su mano se estiró para alcanzarme pero antes de que eso ocurriera me alejé, alcé mi mirada hasta poder notar sus ojos, la tranqui en sus ojos era lo que me obligaba a estar así, la tranquilidad y normalidad en la que había llegado para volver a reclamarme como suyo después de 5 años, después de haberle dado todo mi ser para que él hiciera lo que quisiera con este.
—Tu... Tu no tienes por qué estar aquí.
Lamentablemente el ya conocía mi dirección por ser la sede de muchas noches de copas y de algunas cosas que ahora ya no podía mencionar por miedo a llorar. Me separé de él hasta llegar a la puerta, apoye mi espalda contra está y baje la mirada, la mano que estaba en mi cuello subió hasta mi boca para evitar que algún sollozo saliera de esta. Busque las llaves en mi bolsillo para abrir la puerta e inmediatamente cerrarla. Tan pronto como lo hice me deslice hasta quedar en el piso, deje mi maletín a un lado y desacomode todo mi semblante para echarme en el piso y poder reacomodar mis emociones que ahora estaban dispersas en todo mi cuepro.
El sonido del auto encenderse y arrancar se hizo presente en mi memoria, escuché el mismo sonido aquella noche, eso me transportó Inmediatamente a aquella noche, mi cuerpo ahora estaba débil, lo único que veía era ala puerta de la habitación abierta en signo de que alguien se había ido, la suave tela de una sábana cubría mi cuerpo de nuevo y las marcas estaban presentes. Volvía a estar ahí cuando no quería recordarlo más.
Abrí los ojos como si hubiera despertado de un gran trance, aún estaba en el piso, habían pasado unos cinco minutos. Me senté en el piso y mire hacía el interior de mi casa, estaba totalmente vacía. Mire mis manos y después la puerta.
—¿Por qué?— Susurré al viento esperando que aquellas palabras llegarán a los oídos indicados, que escuchará el por qué y me lo dijera a mi.
—¿Por qué volviste?
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Olvídame
RomanceDespués de varios años, el imposible amor de Alexander llegó nuevamnete a sus brazos, tal vez no fue lo mejor pues ahora su estabilidad emocional está en juego además de tal vez un futuro amorío que resulte de igual manera.