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Ya me había tardado en publicar esto aquí, ah.

Hace muchísimo tiempo que tenía ganas de escribir este fanfic, por dos cosas, primero porque no hay suficientes fics en español de JJBA, y segundo porque qué sería de mí sin caer en la autoindulgencia a la hora de escribir.

JoJo's Bizarre Adventures y sus personajes son propiedad de Hirohiko Araki. Yo no poseo nada.


I: 

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I: 

A Mista le va mal en la vida


—No hay nadie.

Giorno giró la llave en la cerradura y la puerta cedió, abriéndose con delicadeza y sin hacer ruido. Soltó un suspiro satisfecho, el de alguien que acaba de llegar a donde pertenece.

—Adelante. Están en su casa.

Más allá de la mera amabilidad que constituía la expresión, Giorno lo decía con toda la sinceridad del mundo, y Mista lo sabía. Guido fue el primero en cruzar el umbral, con cuidado de no chocar con nada fuera de su sitio y terminar rompiendo alguna cosa importante, aún si no había nada en su camino aparte de sus propios pies, y quizás fuera su absoluta pobreza apoderándose momentáneamente de él pero de repente le dieron ganas de pellizcarse.

—Narancia, pégame —pidió, y lo decía en serio.

Narancia entró casi inmediatamente, y después Fugo, y luego Trish y luego Bruno y de último Abbacchio, a regañadientes, casi siendo arrastrado por el anterior. El aludido escupió un ruidito estúpido, como el de un pez ahogándose a orillas de la playa, soltando sus maletas en el lugar en el que estaba parado y dándole una bofetada en la nuca, justo debajo del nacimiento del cabello, y Mista ni siquiera pudo abrir la boca para darle las gracias.

Ver las casas que rodeaban el vecindario a través de la ventana del taxi que los llevó desde el aeropuerto hasta allá le había dado una idea, pero apelaba otra vez a su propia pobreza al darse cuenta que, definitivamente, no estaba preparado para eso, incluso si era muchísimo más distinto a lo que se había anticipado. Aquella no era ni de lejos la McMansión que esperaba, pero tampoco una casa pequeña; no era la casita de Bruno, donde todos se apelmazaban como sardinas y dormían cada uno donde podían, rotándose, a veces dos en la única cama disponible, a veces uno en el sofá grande, o en el peor de los casos, cuando eran demasiados o Trish decidía quedarse a pasar la noche, siempre había un desgraciado que terminaba aterrizando en la misma cama de Buccellati, como un sándwich malhecho entre él y Abbacchio. No, esto era diferente.

Era precioso. Muy, muy hermoso. Y eso salía de alguien que no sabía nada sobre casas.

—¿De qué se impresionan? Ya sabíamos que está forrado. No encuentro la novedad —bufó Abbacchio, todo frases ásperas y veneno en la boca, aún si esta vez no había sido dicho con ninguna de las dos.

《JJBA》The Normal LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora