Sin necesidad

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—Levi, ¿estás bien?

Escuchó que lo llamaban y volteó la cabeza para encontrarse a Hange con sus manos en sus caderas, que lo miraba, divertida.

Atinó a mover la cabeza en afirmación como respuesta y la miró de pies a cabeza, por nada del mundo le diría ante toda esa gente que ese nuevo traje de combate le quedaba de maravilla. Le molestaba porque era complicado vestirlo, pero desvestirla a ella, sin duda, le sería más excitante. Se reprendió mentalmente, no era tiempo de pensar en cosas fuera de lugar.

Estaban a minutos de partir a una nueva misión, la más importante que hubieran tenido hasta ese momento después de cuatro años atrás, cuando retomaron el muro María y perdieron a varios compañeros.

Ella, al ver que él permanecía estoico, decidió continuar con sus tareas y se alejó de ahí, no sin antes sonreírle. Levi siguió a Hange con la mirada hasta que la perdió de vista. Él ya había terminado con sus pendientes y solo estaba esperando la siguiente orden que debía ejecutar junto a su escuadrón.

Recorrió el lugar con la mirada y se encontró con una joven pareja que se despedía, ella, soldado y él, civil; se abrazaban y besaban. Creyó haber escuchado por ahí que ella estaba casada, ese matrimonio se estaba despidiendo.

Pensó que era difícil para una pareja comprometida despedirse en una misión, se alivió al saber que él no estaba casado, no había necesidad para estarlo porque la mujer que él quería dijo que no hacía falta.

A su mente vino el momento en el que corroboró que el afecto se da de distintas maneras en las personas y ellos no eran la excepción.

.

—Capitán Levi, ¿cree usted en el matrimonio? —El comandante Pixis se acercó a él, haciéndole la pregunta mientras portaba en su mano un vaso con licor. A primera vista, se notaba que el hombre estaba con copas de más.

Los Altos Mandos celebraran el matrimonio de uno de sus más importantes miembros y toda la alta sociedad fue invitada. La familia del prometido era ferviente partidaria de la Legión de Reconocimiento y cada que podían, aportaban fondos a la causa. Por esa razón Hange, como comandante, no podía faltar. Y a donde ella fuera, Levi iba para acompañarla.

—¿Y usted? —Levi respondió la pregunta con otra, haciendo reír al hombre de edad avanzada, que salpicó algunas gotas de saliva. Menos mal que no estaba a corta distancia, sino sería desagradable cargar con esas partículas repugnantes en su vestimenta.

—Mírelos, tan jóvenes. Entregándose al amor. ¡Que sea duradero! —Pixis levantó su copa hacia los recién casados.

—¿Usted es casado?

—Lo estoy con mi subordinada, es un matrimonio laboral.

—Ah.

—También tengo una esposa que siempre que puede me dice que no beba, ¿se imagina tener dos esposas diciéndole lo mismo cada que tienen la oportunidad?

—¿Cree que es necesario contraer matrimonio?

Levi no lo notó, pero Pixis lo miró con detenimiento. El hombre mayor percibió que cuando su interlocutor formuló su pregunta, miró específicamente hacia un punto. Específicamente a alguien.

—Con el matrimonio se busca reafirmar los sentimientos y...

—¿No basta simplemente con que se demuestre?

—El matrimonio, dicen, es para siempre. Pero si la humanidad no es para siempre, ¿cree usted que el matrimonio lo sea? ¡Bienaventurados los que continúan con ese lazo! Los años, en cada caso, darán la razón si se tomó la decisión correcta.

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